En días recientes Joseph Ratzinger publicó el Motu Proprio en el que libera la Misa Tridentina establecida por Pío V después del Concilio de Trento, hace más de cinco siglos. Esto significa que los presbiteros que así lo deseen podrán celebrar la misa en latin sin pedir necesariamente la autorización al Obispo.
La misa tridentina, llamada así porque su codifiación fue resultado del Concilio de Trento mediante la bula Quo Primum Tempore, había quedado reservada a celebraciones solemnes por el Concilio Vatiano II, que favoreció el oficio litúrgico en lengua vernacula aceptando algunas modificaciones con el afán de "modernizar" los ritos de la Iglesia.
El significado del Motu Proprio publicado por Benedicto XVI con el auxilio de la comisión Ecclesia Dei, es una muestra clara de que el Papa alemán esta resuelto a llevar a la Iglesia cinco siglos atrás, en tiempos en los que se esperaría de esa institución una puesta al día tanto en sus rituales, como en sus dogmas de fe y posiciones doctrinales respecto a los problemas que aquejan al mundo actual y por tanto a los fieles de esa confesión: enfermedades sexuales y problemas de identidad causados la homofobia, por citar los más importantes.
Por supuesto que no toda la comunidad cristiana está en desacuerdo con la decisión de levantar la prohibición a la misa en latín. Hay sectores de la intelectualidad europea identificados con posiciones peligrosamente conservadoras, que celebran la decisión papal porque en su interpretación constituye un reconocimiento al legado cultural y religioso de la cultura y civilización cristiana.
Incluso desde que en el Concilio Vaticano II se estableció la celebración de la misa en lengua vernacula, hubo voces de intelectuales afamados que reclamaron airadamente al Papa por su decisión de acerca la Iglesia al pueblo. Entre aquellos intelectuales destacaron por su renombre Jorge Luis Borges, Agatha Cristie, Graham Green y W. H Auden.
No obstante, no todo en la decisión de Ratzinger es regresivo; en parte también busca afirmar la supremacía teológica del dogma central de la misa (particularmente del rito romano), frente a los rituales y dogmas de las Iglesias Reformadas, que en sus inicios erradicaron la noción del sacrificio de sus litúrgias; lo que significó el desplazamiento del concepto de la Real Presencia de Cristo en el Sagrado Sacramento, por las lecturas bíblicas y los sermones interpretativos (hermeneútica bíblica).
Ahora, quienes me han leído de forma más o menos sistemática se preguntarán por qué escribí acerca de mi descontento con el retorno de la misa tridentina.
Sencillamente porque me gusta la teología y el estudio de la religión, y porque considero a la Iglesia Católica como una de las instituciones espirituales más sólidas en cuestiones dogmáticas, que combina elementos filosóficos con otros de carácter escatológica.
Por tanto el regreso de ese misal me parece elitista, debido a que realmente son muy pocas las personas que entienden el latín y la gran mayoría quedaría excluída de participar activamente en la celebración. No me imagino a personas humildes que apenas dominan su lengua materna, tratando de cantar el Confiteor Deo omnipotenti...
Pero creo que muy poco podré hacer con mi casi anónima protesta, pues si nisiquiera a Hans Küng, amigo personal de Ratzinger, le hacen caso, qué se puede esperar de una alma como la mía que está más cerca del agnosticismo que de la fe.
2 comentarios:
Orales, yo no sbaía nada de eso. Pero supongo que si no ha de ser muy bueno para los que de plano ni le dan a sus propios idiomas.
Yo por eso dejare que mi secta se hable con pastelasos.
Dices que la Iglesia debe de actualizar sus dogmas? Y tu estudias Teologia?
Ah! y existian unos libros llamados misales, en ellos se leia en la misma p'agina, en dos columnas, una en latin y la otra en espanol. Por eso se sabia lo del Confiteor....
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