El pasado martes 6 de Marzo murió el genial sociólogo y filósofo francés Jean Baudrillard.
A diferencia de otros intelectuales que lograron cierto renombre mediático, Baudrillard fue un pensador que pasó tan más desapercibido por las páginas de la prensa escrita y los micrófonos de la radio y la televisión. Sin embargo no por ello fue menos importante.
Por el contrario, el autor de Pantalla total (Anagrama) fue uno de los principales críticos contemporáneos de la industria cultural y de los medios de comunicación, que desde su perspectiva han funcionado como cajas de resonancia del vacío y la desmoralización en que se encuentran inmersas las sociedades occidentales desde que el proyecto filosófico de la Ilustración vio su fracaso en las primeras décadas del siglo XX, con el advenimiento de las guerras mundiales y los totalitarismos. Proceso que, por lo demás, también habían advertido los maestros de Frankfurt en los años treinta, pero de una forma muy oscura y pretensiosa (baste leer los textos de Adorno y Horkheimer sobre crítica del arte).
Receptor del existencialismo francés gestado durante los primeros años de la posguerra, Baudrillard fue un hombre poco optimista y más bien escéptico respecto a la capacidad intelectual y política de los hombres de acción, para formular una nueva alternativa a la actual configuración geopolítica y económica. Sin embargo evitó caer en la radicalidad del nihilismo asiéndose al último pilar incólume de la cultura occidental: el humanismo.
Pero al igual que Descartes, Baudrillard hizo del dudar un ejercicio permanente a fin de caer en los excesos de fe y prevenir el eventual y estrepitoso derrumbe de sus propias certezas. De manera que incluso esa simpatía hacia el humanismo estuvo sometida a su suspicacia intelectual.
El humanismo concebido y propuesto Baudrillard no esta fundado en esa antropología totalitaria de factoría europea, que ha pretendido imponer como universal la concepción de lo humano formulada por Occidente, ignorando que sus propias contradicciones han propiciado la decadencia de las sociedades contemporáneas.
Por el contrario, el humanismo en la perspectiva de este filósofo, es un juego de equilibrios y de búsquedas de nuevos asideros, de reflexión y de duda. Se trata de un humanismo primigenio; uno que redescubre su propia genealogía, fundada precisamente en la búsqueda de equilibrios para la inestable condición humana.
Asimismo, Baudrillard advirtió los riesgos del poshumanismo en el que ya estamos inmersos desde hace algún tiempo aun sin reparar en ello.
El poshumanismo es la virtualidad y la virtualidad es la confirmación de que en la hora actual los hombres buscamos desentendernos de los compromisos como una forma harto paradójica de combatir simultáneamente el vacío de la realidad tangible.
Además de propiciar la desmovilización, el poshumanismo propicia una falsa percepción de esperanza en las alternativas ilusorias que ofrece la virtualidad, como si estás fuesen capaces por si solas y desde un ámbito intangible, de impulsar transformaciones radicales como las que otrora logró el humanismo de ascendente iluminista.
En la cotidianidad las consecuencias del poshumanismo son aun más delicadas, porque sustraen a las individualidades de la proximidad de los otros y por tanto afectan su identidad y la percepción de la identidad de los demás, apurando la pérdida de cohesión social y con ello las posibilidades de articular acciones colectivas impulsoras de auténticas transformaciones.
A diferencia de otros filósofos franceses de generaciones próximas a la suya, Baudrillard se dedicó al pensamiento claro y sin ambages, lo que, por supuesto, no le redituó tantos clubes de acólitos o admiradoras deseosas de ser guiadas por un gurú enigmático y grandilocuente, o por un simple retórico de oscuridades dialécticas como Derrida.
Baudrillard, por el contrario, perteneció al selecto club de pensadores navegantes a contracorriente, como Isaiah Berlin o Hannah Arendt con quienes coincidió en la formulación de una crítica aguda al marxismo de manual.
Poseedor de una ironía corrosiva, Baudrillard deslizaba a la mínima oportunidad su escepticismo y su admiración a uno de los exponentes más importantes de la tragedia griega, Sófocles, de quien solía repetir una frase de Áyax: “quien tiene conciencia vive en la infelicidad”, con la que sugería que él no era propiamente feliz…
En lo que va de este año han muerto dos importantes figuras de la intelectualidad que han sido fuente de admiración e influencia en mis propias concepciones del mundo y de la vida, a quienes, además, tuve la oportunidad de escuchar directamente en sendas conferencias magistrales: Kapuscinzky y Baudrillard. Por fortuna han dejado por legado una importante y vasta obra a través de la cual el diálogo con ellos será permanente.
Para finalizar quisiera citar a Baudrillard hablando precisamente de la virtualidad:
Ciertamente hay una profunda fascinación por lo virtual. El hombre está sumido en la virtualidad y atraviesa su espacio mental en un ordenador; virtual e inmóvil, hace el amor a través de su ordenador y sus cursos los da por teleconferencias. Es como un motor con cerebro minusválido. La inteligencia artificial no es inteligente porque no tiene artificio. El verdadero artificio es el de un cuerpo con pasión, con signos de seducción, con una máscara en el rostro y que por esta razón llamamos espíritu. Y la virtualidad ha liquidado la carga de la cultura del pensamiento moderno.
Jean Baudrillard, Ya hemos vivido todas las utopías. Entrevista por Cristina Carrillo de Albornoz en Laberinto, 10/III/07.
3 comentarios:
Baudrillard... recuerdo cuando fuimos a escucharlo en el auditorio de la Facultad.
Tiene razón, el tipo era de una personalidad desbordante, y no dudo que usted cuando sea todavía más celebridad de lo que es ahora, sea como él.
Lo irónico y melancólico del carácter ya lo tiene; sólo le falta escribir acerca de todos esos rollos que se fuma en las pláticas de café.
Hacía un buen rato que no lo leía aquí Doctor. Me da gusto saber que está usted bien y con ganas de explorar nuevas sendas en los intrincados caminos del amor.
Cuídese mucho y saque el paraguas!
Mauro.
Estimado compañero de viaje, usted sabe que en este viaje de la transmision de la cultura, no todos los que alcanzan fama son los mejores, y ese es mi caso. Yo le doy la enhorabuena por hacerme conocer a grandes pensadores o periodistas que han ejercido su labor como debe hacerse: desde el anonimato. Un Abrazo Gratis
Eso sí se puede decir que me intereso muchisimo.
podría recomendarme usted algún libro donde pueda encontrar más generosamente las percepciones de Baudrillard acerca de la "busqueda de equilibrios"
uno que sea muy bueno porfa...
se lo agradeceré muchisisisisimo.
la vida continúa el panorama queda desierto para las nuevas generaciones, descanse en paz Baudrillard y continue creciendo
Victor.
casi termino mi lectura
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