Como el día de mañana pienso tener el mínimo contacto con el mundo, de una vez adelanto la publicación de otro texto más como parte de mi jornada de resistencia cultural contra el amor concebido como un producto burgués.
Sí. Sé que puede parecer una extravagancia izquierdosa esta caracterización, o producto de la demencia marxista. Sin embargo el fenómeno del amor como producto burgués apareció cuando menos un siglo antes de que Marx comenzara a teorizar acerca del capitalismo y las relaciones de clase establecidas en torno a los medios de producción.
De hecho uno de los primeros en abordar el tema, pero no desde la perspectiva del observador sino del protagonista, fue Rousseau quien a partir de sus experiencias en los salones parisinos y sus romances con importantes damas de la aristocracia francesa –quienes, por cierto, lo mantenían mientras él se desatendía de sus hijos y de su esposa legítima, Teresa Lavoisseur- escribió no sólo una nutrida correspondencia apasionada, sino también una célebre novela romántica intitulada La nueva Eloisa.
No obstante, Rousseau al igual que los escritores posteriores pertenecientes al movimiento romanticista de mediados del siglo XIX, como Senancour y Musset, fueron deudores del amor cortés surgido durante el medioevo, consistente en la exaltación espiritual en mayor medida que la exaltación carnal, de las relaciones entre hombres y mujeres de la aristocracia feudal, siendo los principales vehículos de expresión de esa epopeya sentimental los poetas y trovadores, es decir, personajes del vulgo que con el tiempo se convertirían en los literatos y artistas de la burguesía.
En fin, para no echar tanto rollo aburridor acerca de la configuración histórica del amor como producto burgués, en el sentido de cosificación y comercialización de objetos que en principio deberían ser intangibles y pertenecientes a la esfera íntima de los individuos, ahí van fragmentos del ensayo de Giovanní Papini en torno al amor.
Antes debo advertir que no tengo la referencia bibliográfica completa del texto, debido a que sólo tengo un facsímile del mismo.
Amor
La mujer ve en el hombre aquél que debe dominarla, al enemigo. El hombre ve en ella a quien querría dominar, a la enemiga. Entre ellos se miran como el animal no capturado y el cazador no victorioso. Los dos derrotados están siempre a punto de odiarse. La forma más célebre de ese odio se llama amor.
El amor es una guerra diferente de todas: el abrazo no es sino la tentativa de suprimir a uno de los antagonistas… La esencia del amor consiste en querer reducir a dos seres a la unidad: uno u otro debería ser anulado pero ninguno de los dos quiere ser destruido y cada uno intenta destruir. Las dos voluntades, idénticas pero contrarias, se consumen en una lucha dolorosa interrumpida por breves armisticios de felicidad.
Ya en su origen carnal el amor es presentimiento de muerte: el oscuro impulso de crear un ser nuevo destinado a tomar nuestro puesto el día del fin.
…
Entre las causas del amor, una es la soledad; y el amor nos deja todavía más solos. Su promesa de comunión perfecta nos consolaba con la esperanza, pero la prueba nos despoja también de la esperanza. Cada uno de los amantes sólo puede amarse a sí mismo, a lo sumo, ama en el otro algo de sí mismo… Cada uno ama en el otro un retrato pintado por la propia fantasía. Pone en el amado lo que en sí mismo es deseo, veleidad. Un manto imperial drapeado sobre un enano ruin, o un manto de Virgen sobre una mujerzuela fácil de comprar. Y no aprenden: caen. Al final la experiencia descubre que el fantasma imaginario no tiene nada que ver con la persona concreta.
…
La esencia del amor y su grandeza reside en querer lo imposible y en su impotencia para alcanzarlo.
…
El amor está de tal manera circunscrito a lo imposible que destruye lo que quiere crear y da lo que quiere quitar.
Al igual que el absoluto, del que es sinónimo, es un antes y un después: jamás certeza de presente. Lo único soportable que tiene el amor es el seseo naciente y el recuerdo lejano. Surge del deseo y el deseo transfigura al amado y a la amada: toda la gracia, el poder, la dulzura del amor, pertenecen a este tiempo de preparación y de distancia, cuando uno es para el otro un misterio o un espejo para recrearse en su propia belleza. Ni bien el deseo es satisfecho, viene la tristeza, el desencanto, el remordimiento: comienza el fin. Y cuando el amor ha terminado y está lejano, y se recuerda sólo la belleza del principio, la ilusión de la victoria, el delirio de la embriaguez sexual, entonces experimentamos más gozo –pero es el gozo de la memoria que contempla nuestra sustancia. Lo mejor del amor se reduce a una angustiosa promesa de la felicidad y a una añoranza dulce de la felicidad jamás gozada.
Sólo el indefinido amor al amor –amor no comenzado o amor ya muerto- nos ofrece un resarcimiento del suplicio guerrero.
Y esta compensación es concedida sólo a las almas lo suficientemente grandes para ser dignas de infelicidad. Y son las menos. En la mayoría el amor es juego de compartida lujuria o desviación del orgullo, o insaciada curiosidad por lo nuevo, o imitación, sugestión, simulación de buena fe.
Giovanni Papini, Amor.
Otros textos igualmente espléndidos acerca del amor, pero desde perspectivas disciplinarias ajenas a la literatura son:
Leonardo Consentino, Del amor y otras yerbas. Psicoanálisis para legos.
Rocío Silva Santisteban, El miedo a la utopía del amor en La Insignia, Perú, Julio del 2002.
Sigmund Freíd, Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa en Contribuciones a la psicología del amor II, Amorrortu, Buenos Aires 1947.
P.S Ya tengo el título y autor que mis alumnos tendrán que ir a buscar el día de mañana a las librerías: Paul La Mesquier, Hermenéutica del metarelato. Filosofía y lenguaje de la post modernidad, Tiró le blanch, Barcelona 2005.
Hay que reconocer que suena muy convincente, tomando en cuenta que los franceses se echan unas fumadas que nada más ellos entienden, como aquello de la intertextualidad derridaniana, o lo rizomatico de Paul Virilio.
Sí. Sé que puede parecer una extravagancia izquierdosa esta caracterización, o producto de la demencia marxista. Sin embargo el fenómeno del amor como producto burgués apareció cuando menos un siglo antes de que Marx comenzara a teorizar acerca del capitalismo y las relaciones de clase establecidas en torno a los medios de producción.
De hecho uno de los primeros en abordar el tema, pero no desde la perspectiva del observador sino del protagonista, fue Rousseau quien a partir de sus experiencias en los salones parisinos y sus romances con importantes damas de la aristocracia francesa –quienes, por cierto, lo mantenían mientras él se desatendía de sus hijos y de su esposa legítima, Teresa Lavoisseur- escribió no sólo una nutrida correspondencia apasionada, sino también una célebre novela romántica intitulada La nueva Eloisa.
No obstante, Rousseau al igual que los escritores posteriores pertenecientes al movimiento romanticista de mediados del siglo XIX, como Senancour y Musset, fueron deudores del amor cortés surgido durante el medioevo, consistente en la exaltación espiritual en mayor medida que la exaltación carnal, de las relaciones entre hombres y mujeres de la aristocracia feudal, siendo los principales vehículos de expresión de esa epopeya sentimental los poetas y trovadores, es decir, personajes del vulgo que con el tiempo se convertirían en los literatos y artistas de la burguesía.
En fin, para no echar tanto rollo aburridor acerca de la configuración histórica del amor como producto burgués, en el sentido de cosificación y comercialización de objetos que en principio deberían ser intangibles y pertenecientes a la esfera íntima de los individuos, ahí van fragmentos del ensayo de Giovanní Papini en torno al amor.
Antes debo advertir que no tengo la referencia bibliográfica completa del texto, debido a que sólo tengo un facsímile del mismo.
Amor
La mujer ve en el hombre aquél que debe dominarla, al enemigo. El hombre ve en ella a quien querría dominar, a la enemiga. Entre ellos se miran como el animal no capturado y el cazador no victorioso. Los dos derrotados están siempre a punto de odiarse. La forma más célebre de ese odio se llama amor.
El amor es una guerra diferente de todas: el abrazo no es sino la tentativa de suprimir a uno de los antagonistas… La esencia del amor consiste en querer reducir a dos seres a la unidad: uno u otro debería ser anulado pero ninguno de los dos quiere ser destruido y cada uno intenta destruir. Las dos voluntades, idénticas pero contrarias, se consumen en una lucha dolorosa interrumpida por breves armisticios de felicidad.
Ya en su origen carnal el amor es presentimiento de muerte: el oscuro impulso de crear un ser nuevo destinado a tomar nuestro puesto el día del fin.
…
Entre las causas del amor, una es la soledad; y el amor nos deja todavía más solos. Su promesa de comunión perfecta nos consolaba con la esperanza, pero la prueba nos despoja también de la esperanza. Cada uno de los amantes sólo puede amarse a sí mismo, a lo sumo, ama en el otro algo de sí mismo… Cada uno ama en el otro un retrato pintado por la propia fantasía. Pone en el amado lo que en sí mismo es deseo, veleidad. Un manto imperial drapeado sobre un enano ruin, o un manto de Virgen sobre una mujerzuela fácil de comprar. Y no aprenden: caen. Al final la experiencia descubre que el fantasma imaginario no tiene nada que ver con la persona concreta.
…
La esencia del amor y su grandeza reside en querer lo imposible y en su impotencia para alcanzarlo.
…
El amor está de tal manera circunscrito a lo imposible que destruye lo que quiere crear y da lo que quiere quitar.
Al igual que el absoluto, del que es sinónimo, es un antes y un después: jamás certeza de presente. Lo único soportable que tiene el amor es el seseo naciente y el recuerdo lejano. Surge del deseo y el deseo transfigura al amado y a la amada: toda la gracia, el poder, la dulzura del amor, pertenecen a este tiempo de preparación y de distancia, cuando uno es para el otro un misterio o un espejo para recrearse en su propia belleza. Ni bien el deseo es satisfecho, viene la tristeza, el desencanto, el remordimiento: comienza el fin. Y cuando el amor ha terminado y está lejano, y se recuerda sólo la belleza del principio, la ilusión de la victoria, el delirio de la embriaguez sexual, entonces experimentamos más gozo –pero es el gozo de la memoria que contempla nuestra sustancia. Lo mejor del amor se reduce a una angustiosa promesa de la felicidad y a una añoranza dulce de la felicidad jamás gozada.
Sólo el indefinido amor al amor –amor no comenzado o amor ya muerto- nos ofrece un resarcimiento del suplicio guerrero.
Y esta compensación es concedida sólo a las almas lo suficientemente grandes para ser dignas de infelicidad. Y son las menos. En la mayoría el amor es juego de compartida lujuria o desviación del orgullo, o insaciada curiosidad por lo nuevo, o imitación, sugestión, simulación de buena fe.
Giovanni Papini, Amor.
Otros textos igualmente espléndidos acerca del amor, pero desde perspectivas disciplinarias ajenas a la literatura son:
Leonardo Consentino, Del amor y otras yerbas. Psicoanálisis para legos.
Rocío Silva Santisteban, El miedo a la utopía del amor en La Insignia, Perú, Julio del 2002.
Sigmund Freíd, Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa en Contribuciones a la psicología del amor II, Amorrortu, Buenos Aires 1947.
P.S Ya tengo el título y autor que mis alumnos tendrán que ir a buscar el día de mañana a las librerías: Paul La Mesquier, Hermenéutica del metarelato. Filosofía y lenguaje de la post modernidad, Tiró le blanch, Barcelona 2005.
Hay que reconocer que suena muy convincente, tomando en cuenta que los franceses se echan unas fumadas que nada más ellos entienden, como aquello de la intertextualidad derridaniana, o lo rizomatico de Paul Virilio.
3 comentarios:
Con todo respeto me parece que Artemisa no se molesto por los comentarios que hiciste sobre su post de Ana Rosa payan, a ella no le molestan las críticas inteligentes.
Es más hasta propicio que reflexionara más sobre la profundidad o no de los blogs.
Me parece absurdo que dejes de disfrutar los escritos de Artemisa nada más por dos comentarios de gente cobarde que no da la cara. Pero cada quien es libre de leer lo que quiera.
Saludos
A falta de un mail o algo en donde contactarte, te dejo aquí la respuesta a tu último comentario, sin nigún tipo de rencor o sentimiento negativo. Es un poco largo, espero lo leas.
_________
Víctor,
La respuesta a ese comentario la dejé en tu blog y en el mío desde hace varios días. Este es un post acerca de "tener o no tener" un blog y la referencia a tu comentario es meramente ilustratoria.
Si lees la respuesta original, verás que no hay nada de rencor -mal haría- ni de disgusto contigo por la recomendación de bibliografía, de hecho te digo que "si". No se si lo leíste, pero precisamente compartía contigo la frustración que en ocasiones representa para mi el no poder (por cuestiones de espacio y de interés de la audiencia blogguera) hacer posts más "académicos" o mejor fundamentados y explicaba que por eso únicamente me remito a de vez en cuando sugerir algo que leí en algún periódico o revista.
Es solo eso, este post no se trata de ti, tampoco te confundas, es una combinación de eventos que han sucedido en este blog, uno de los cuales tiene que ver con tu comentario, pero en lo que se refiere a si "me faltas o no el respeto" en cuanto a mi capacidad intelectual, ahi sí debrayas, me refería a en general, como por un mínimo artículo como son estos del blog, puede sucitar espectativas, juicios de valor acerca del autor, etcétera.
Seguramente no fue sarcasmo lo que pusiste, no tienes por qué saber de mi formación, lo que sí es que sentí que me lo decías en ese tono de "si te interesan los temas políticos..." como que mejor infórmate más, cuando que a eso me dedico.
Podemos no compartir opiniones, pero eso no significa que yo no me entere, que no haga "mi tarea". En todo caso, te repito que en ese comentario de Ana Rosa Payán, estábamos de acuerdo, sin embargo, no sé tu porqué de alguna manera entendiste que yo la defendía o la apoyaba, todo lo contrario.
Soy internacionalista, no me considero ninguna erudita, pero algo he leido, alguna formación en cuestiones de análisis político tengo en mi haber, me dedico a la ivestigación en el CIDE y también colaboro en un proyecto sobre medios y democracia en la UIA, recientemente me incorporé a la Secretaría de Asuntos Internacionales del Partido Alternativa. Sé que no me pides mi currículum, es solo para que mi formación académica y mis intereses queden aquí.
En cuanto a que te dejaron mensajes groseros, no vale ni la pena seguir mencionando ese nombre, pero si fue una persona "Sandra", te aviso que lleva un mes dejándolos por todo Blogger, a toda la gente que ha visitado mi blog. No es personal, no es contigo, ni es conmigo, es un loquito cibernético sobre el cual, como bien dices, no tengo control alguno. Si no te laten los comentarios "libres", modéralos, es la única manera.
Te agradezco, siempre lo hice, las visitas a mi blog, si no quieres regresar, pues tambiés está bien. Te respondo porque creo que vale la pena y porque a través de tu blog "Estupideces sin sentido" he venido a ver que si de algo no escribes es precisamente de algo relacionado con el título, todo lo contrario.
Solo te digo que te has tomado todo esto demasiado personal, cuando lo único que hice fue una mínima referencia a un asunto que se repite a diario en estos espacios.
Saludos.
oiga Victor eso me hace recordar un dicho muy trillado,pero al igual bastante consolidado.
dicen que del odio al amor hay un paso...
algún día me gustaría poder descubrir cual es el grado de apasionamiento en el que culmina tal amor...
bueno aunque pensandolo bien creo que eso sera en alguna otra vida,
porque en esta ya es imposible...
hasta luego victor.
Publicar un comentario