Obvio que si estoy escribiendo estas líneas es porque he sobrevivido a la gripe que me aquejó de forma inclemente todo el fin de semana. Aunque por poco no la libro.
Si no hubiera sido por los buenos oficios médicos de mi totalmente regenerada y desintoxicada amiga Yara (quién la viera), en estos momentos estaría en la antesala del infierno, junto con Cho Seung-Huin, el estudiante surcoreano que el martes pasado se aventó la puntada de matar a 30 estudiantes de una universidad en Virginia (USA), nada más porque tenía el sospechosismo de que su novia le era infiel y porque, muy en el fondo, le quería dar el pretexto idóneo a Michael Moore para mofarse nuevamente de George W. Bush, en un nuevo documental sobre el control de armas…
Si he supuesto que estaría en la antesala del Infierno y no en la del Paraíso, es porque en múltiples ocasiones me han hecho cordiales invitaciones para visitar el hades eterno, con expresiones tan gentiles y memorables como “vete al diablo” o “púdrete en el infierno”; además de que desde hace mucho tiempo he desobedecido, criticado y puesto en duda la doctrina –que no los dogmas- de la Sancta Mater Ecclesia Catholica, me he manifestado a favor de que las mujeres usen minifalda (y si no la usan mejor), que los hombres utilicemos preservativos (y si no los usamos mejor que mejor) y que cada quien decida sobre su cuerpo según su propia conciencia (allá él). Y por si eso fuera poco, también he leído libros y ensayos heréticos como “La miseria de la Filosofía” de Marx (Carlos, no Groucho), “Los sótanos del Vaticano” de André Gide y “El diccionario del diablo” de Ambroce Pierce; eso sin mencionar los “Sonetos lujuriosos” de Pietro Aretino y “Las bodas del cielo y el infierno” de William Blake, todos ellos libros condenados en el Index Librorum Prohibitorum.
Sin embargo, una vez más me he salvado y en lugar de estar en el Infierno estoy aquí, en la Tierra, que es como el Infierno pero mucho más cruel y miserable. Y para quien piense que esta es una afirmación exagerada, convendría recordar que el origen de la palabra Infierno deriva de la voz aramea “ghenna”, que era usada tanto en sentido figurado para denotar el lugar de castigo después de la muerte física, como en sentido literal, cuyo significado era “el valle del hijo de Hinom”, y aludía a cierta región al sur de Jerusalén, que durante el periodo de la idolatría fue el lugar de sacrificio de los niños a los ídolos, y posteriormente fue utilizado como crematorio de cadáveres de criminales, basura y animales.
Como sea, el punto es que no me morí y ya estoy mejor, sólo un poco molesto (debería escribir encabronado, pero es una palabrota) por el pésimo trato que recibí en el único intento por hacer valer los descuentos de mi cheque por concepto de seguridad social, asistiendo a la clínica del ISSSTE para una consulta. Y es que además de que me hicieron esperar en una sala de espera –donde más- abarrotada de gente con las más variadas dolencias, también me hicieron soportar un quesque examen físico en el que una enfermera gorda con el ceño fruncido se dio vuelo manoseando mi humanidad semi desnuda, particularmente mi panza de perro parado, resultado de mi vida sedentaria. Y para colmo me regañó y me dijo -ella, una mujer como de 90 kilos en cada uno de sus protuberantes y decaídos pechos- que ¡tenía que hacer ejercicio!
Para que se entienda la dimensión de esa ofensa, me pueden decir que soy un pendejo, y lo acepto; que soy un mamón pretencioso, y lo acepto; que soy un culterano, y lo acepto; que soy anti materia que no da la talla, y lo acepto. Pero que me digan que debo hacer ejercicio, es como decirle a Adán en el día de las Madres que es un hijo de puta.
Nada más no he decidido llevar mi caso ante la Comisión Nacional de Arbitraje Médico, la Nacional de Derechos Humanos, la Corte Internacional de la Haya, la Plenaria de Naciones Unidas y Greenpeace (ahí no sé para qué, pero igual es chicle y pega), porque yo sí soy buena onda y no me gusta andar de revoltoso. Pero de que fue una ofensa imperdonable, lo fue. Eso que ni que.
Por si eso fuera poco, ese miserable y decadente sistema de seguridad social me obligó a arriesgar mi vida y mi sobriedad, acudiendo a consulta con mi buena amiga Yara, que una vez más y para mi buena suerte, le atinó. Pero que quede constancia aquí que el Estado mexicano le volvió la espalda a uno de sus valiosos ciudadanos, o sea yo, y que le insultó por boca de una enfermera gorda y malhumorada (seguramente a causa de problemas conyugales), sugiriéndole que hiciera ejercicio.
P.S. Gracias a quienes me leen por los buenos ánimos enviados a este humilde candidato a las llamas del infierno. Y a mi colega y eminentísimo doctor en sabiduría del mundo, Mauro Santos, no la chingue, cómo que de qué novela de Corín Tellado saqué la fumada sobre el amor. Eso fue pura inspiración y nada más. Pero le haré caso respecto a la foto.
Si no hubiera sido por los buenos oficios médicos de mi totalmente regenerada y desintoxicada amiga Yara (quién la viera), en estos momentos estaría en la antesala del infierno, junto con Cho Seung-Huin, el estudiante surcoreano que el martes pasado se aventó la puntada de matar a 30 estudiantes de una universidad en Virginia (USA), nada más porque tenía el sospechosismo de que su novia le era infiel y porque, muy en el fondo, le quería dar el pretexto idóneo a Michael Moore para mofarse nuevamente de George W. Bush, en un nuevo documental sobre el control de armas…
Si he supuesto que estaría en la antesala del Infierno y no en la del Paraíso, es porque en múltiples ocasiones me han hecho cordiales invitaciones para visitar el hades eterno, con expresiones tan gentiles y memorables como “vete al diablo” o “púdrete en el infierno”; además de que desde hace mucho tiempo he desobedecido, criticado y puesto en duda la doctrina –que no los dogmas- de la Sancta Mater Ecclesia Catholica, me he manifestado a favor de que las mujeres usen minifalda (y si no la usan mejor), que los hombres utilicemos preservativos (y si no los usamos mejor que mejor) y que cada quien decida sobre su cuerpo según su propia conciencia (allá él). Y por si eso fuera poco, también he leído libros y ensayos heréticos como “La miseria de la Filosofía” de Marx (Carlos, no Groucho), “Los sótanos del Vaticano” de André Gide y “El diccionario del diablo” de Ambroce Pierce; eso sin mencionar los “Sonetos lujuriosos” de Pietro Aretino y “Las bodas del cielo y el infierno” de William Blake, todos ellos libros condenados en el Index Librorum Prohibitorum.
Sin embargo, una vez más me he salvado y en lugar de estar en el Infierno estoy aquí, en la Tierra, que es como el Infierno pero mucho más cruel y miserable. Y para quien piense que esta es una afirmación exagerada, convendría recordar que el origen de la palabra Infierno deriva de la voz aramea “ghenna”, que era usada tanto en sentido figurado para denotar el lugar de castigo después de la muerte física, como en sentido literal, cuyo significado era “el valle del hijo de Hinom”, y aludía a cierta región al sur de Jerusalén, que durante el periodo de la idolatría fue el lugar de sacrificio de los niños a los ídolos, y posteriormente fue utilizado como crematorio de cadáveres de criminales, basura y animales.
Como sea, el punto es que no me morí y ya estoy mejor, sólo un poco molesto (debería escribir encabronado, pero es una palabrota) por el pésimo trato que recibí en el único intento por hacer valer los descuentos de mi cheque por concepto de seguridad social, asistiendo a la clínica del ISSSTE para una consulta. Y es que además de que me hicieron esperar en una sala de espera –donde más- abarrotada de gente con las más variadas dolencias, también me hicieron soportar un quesque examen físico en el que una enfermera gorda con el ceño fruncido se dio vuelo manoseando mi humanidad semi desnuda, particularmente mi panza de perro parado, resultado de mi vida sedentaria. Y para colmo me regañó y me dijo -ella, una mujer como de 90 kilos en cada uno de sus protuberantes y decaídos pechos- que ¡tenía que hacer ejercicio!
Para que se entienda la dimensión de esa ofensa, me pueden decir que soy un pendejo, y lo acepto; que soy un mamón pretencioso, y lo acepto; que soy un culterano, y lo acepto; que soy anti materia que no da la talla, y lo acepto. Pero que me digan que debo hacer ejercicio, es como decirle a Adán en el día de las Madres que es un hijo de puta.
Nada más no he decidido llevar mi caso ante la Comisión Nacional de Arbitraje Médico, la Nacional de Derechos Humanos, la Corte Internacional de la Haya, la Plenaria de Naciones Unidas y Greenpeace (ahí no sé para qué, pero igual es chicle y pega), porque yo sí soy buena onda y no me gusta andar de revoltoso. Pero de que fue una ofensa imperdonable, lo fue. Eso que ni que.
Por si eso fuera poco, ese miserable y decadente sistema de seguridad social me obligó a arriesgar mi vida y mi sobriedad, acudiendo a consulta con mi buena amiga Yara, que una vez más y para mi buena suerte, le atinó. Pero que quede constancia aquí que el Estado mexicano le volvió la espalda a uno de sus valiosos ciudadanos, o sea yo, y que le insultó por boca de una enfermera gorda y malhumorada (seguramente a causa de problemas conyugales), sugiriéndole que hiciera ejercicio.
P.S. Gracias a quienes me leen por los buenos ánimos enviados a este humilde candidato a las llamas del infierno. Y a mi colega y eminentísimo doctor en sabiduría del mundo, Mauro Santos, no la chingue, cómo que de qué novela de Corín Tellado saqué la fumada sobre el amor. Eso fue pura inspiración y nada más. Pero le haré caso respecto a la foto.
5 comentarios:
es lo bueno que solo fue gripe normal y no esa enfermedad terrible que asoto nuestro planeta aunque sea en al gunos paises aque prevenirnos antes de que yege aqui
lode la gripe me referia... a los cambios climaticos que en algunas regiones... gracias por apasionarte sobre el tema.... despues te leo
Estimado Doctor Anti materia, le creo que fue "pura inspiración" y celebro que me haya hecho caso respecto a la foto. Aunque la que puso ahora es también una payasada más de su arrogancia intelectuloide.
En fin, Yara es la chava que encontramos en los pasillos del CELE hace como dos años, verdad. Ya veo por qué el pretexto de la enfermedad.
Y no sea exagerado con aquello del ejercicio. Sabe que tiene que hacerlo.
Bueno, cuídese y nos encontramos en la Fac.
Mauro
Me reí mucho con tu escrito, aunque lo principal de el no era chiste.
A mi me molesta mucho que las personas miren la "paja en el ojo ajeno" cuendo en el de ellos tienen una viga...
que bueno que no moriste :)
Que bueno que hayas sobrevivido, me alegro por ti
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