No sé qué diablos sucede en el cerebro de las personas cuando están enamoradas, pero si algo me queda claro es que todas, absolutamente todas, comparten el común denominador de cometer soberanas estupideces por causa de la efervescencia hormonal a la que el enamoramiento las conduce.
Algunos estudios científicos sugieren que la causa de semejantes actos de irracionalidad y visceralidad es una especie de enfermedad producida por la excesiva segregación de dopamina, noradrenalina y occitocina, de cuya síntesis deriva la fenilatelamina causante de los estados de euforia y fiebre amorosa.
No obstante, y para fortuna de la humanidad, tal enfermedad solamente dura un aproximado de tres a seis meses, en los que la endorfina, la luliberina y la prolactina bombardean sistemáticamente las neuronas del sistema límbico, inhibiendo el funcionamiento normal de las redes neuronales, asociándolas momentáneamente a los pensamientos que el cúmulo de recientes experiencias hormonales vinculan a una determinada persona.
De hecho, la primera parte de mi teoría –todavía en construcción- acerca del amor trata acerca de esta enfermedad. El enamoramiento es una enfermedad de la que nadie está exento y ante la cual el sistema inmunológico se halla totalmente desprovisto de defensas.
Enamorarse es como padecer sarampión: todos en algún momento de la niñez tenemos que padecerlo. Por eso convendría considerar al enamoramiento como la primera y más antigua pandemia mundial, causante de desgracias, frivolidades y uno que otro acto de sublimación, como el suicidio de Cleopatra por medio de la picadura de una cobra del desierto (se me ocurre este ejemplo porque recientemente vi un documental en Animal Planet) al enterarse de la muerte de Marco Antonio; o la desviación de la marcha del ejercito trigarante en su entrada a la Ciudad México, para que pasara frente a la casa de la güera Rodríguez: el amor idílico de Iturbide.
Bueno, toda esta cápsula ideológica viene a cuento porque precisamente un subidón de noradrenalina, dopamina y demás –inas, fue el causante de mi decisión de regalar el libro más preciado de mi biblioteca personal, es decir, El sentimiento trágico de la vida, escrito nada menos que por Don Miguel de Unamuno, filósofo, literato y rector de la Universidad de Salamanca, famosa por la máxima escrita en la puerta de entrada: lo que natura non da, Salamanca non presta; que en buen castellano quiere decir que la universidad no quita lo pendejo. Menos aún si la causa de la pendejez es el enamoramiento.
Pero ¿qué tiene de especial un libro que ni siquiera figura en la lista de los best sellers filosóficos, para causar semejante aflicción en mi? En estricto sentido nada; es una edición barata y su autor no es una figura de culto en los cursos ordinarios de historia de la filosofía.
Sin embargo se trata de una obra en cuyo contenido he encontrado mucha identidad, porque al igual que Don Miguel de Unamuno estoy en permanente cuestionamiento y conflicto con lo que soy y lo que me rodea; porque también soy un viajero frecuente al hades existencial en el que las tormentas del alma son torrenciales y amenazantes; y porque, al igual que Don Miguel, suelo disfrutar de los momentos de calma que sobrevienen después de esas tormentas.
Sin tratar de parecer dogmático, el libro de Unamuno es una especie de guía filosófica acerca de las preguntas exactas que uno debe formularse si lo que pretende es encontrar dudas e inquietudes más que respuestas; porque las dudas, la angustia que provoca el saber cuán lejos se está de resolverlas, aproximan a quien las formula hacia la oscuridad del abismo que, mientras más densa, más próxima está a la claridad.
Definitivamente extraño a Don Miguel, y ese entrañamiento se agudiza aún más porque también extraño y echo mucho de menos a quien le regalé su libro. Sólo espero que sepa apreciar el valor intelectual y afectivo presente en el obsequio; aunque poco pueda comprender acerca de la profundidad de las reflexiones de Don Miguel.
Como sea, ojalá que no mande esa edición llena de subrayados y notas al margen, a la estantería de espera junto a sus libros de Paulo Cohelo. Eso sí que me mataría.
7 comentarios:
Hola estimado Víctor:
Buena descripción del amor, alguna vez buscando un no sé qué que qué sé yo la leí antes; aspectos químicos y físicos, buena y cierta.
Sin embargo me gusta agregarle detallitos (por asi decirlo) muy personales, sin que tengan que ser de moconovela en rosa, sino de vida cotidiana, realidades que no tienen que ver con maripositas en el estómago... una caricia en la mirada, una nostalgia comprendida, en fin, ronquidos y recibos, tristezas y corajes.....tantas situaciones amorosas que ni mil letras ni mil filosofos podrán describir a ciencia cierta.
con eso de que tuve que registrarme para poder publicar el comentario, se me fue sin ponerle sus respectivos abrazos y un beso.
Saludos.
Hola
Gracias por tu comentario en www.speculationsyotrascosastontas.blogspot.com
A mi también me interesó tu blog y comparto varios de tus libros y películas. Con respecto a "El crímen perfecto", quizá te interese leer el blog de Alex de la Iglesia, su director. Te lo paso
http://blasfemandoenelvrticedeluniverso.blogspot.com/
Este comentario va muy en serio.
El amor es tan, pero tan complicado
que al más preparado y prevenido de los seres lo agarra de sorpresa.
Yo creo que al experimentarlo no se aclararán sus dudas, acaso comprobará tanta teoría y quiza podrá culpar a las hormonas y ala química de cualquier estupidez cometida pero jamás comprenderá que es lo que hace que el sentimiento domine sobre la razón.
si usted esta esperando enamorarse sin perder la razón esta en un grave problema.
Sea más generoso consigo mismo, sensibilisese un poco dejese llevar.
y como tip le digo que la clave para formar una vida de pareja exitosa no esta precisamente en el amor sino en la buena voluntad.
"Que Dios me perdone si blasfemo!!"
pero esa es una teoría que analizo
en la actualidad y todo apunta a que es verdad.
Honestamente no sé si don Miguel está en las mejores manos, reconozco mi imperfección ante ti... Pero puedo prometerte que no está junto a Coehlo, ni mucho menos cerca del cd compilado que tengo del "innombrable"...
Ya dejando un poco la mofa, debo aceptar que me quedo sin palabras ante lo que hiciste, ante lo que escribes aquí y, sobretodo, ante éste sentimiento que ... que es mejor no recordar... (tu sabes, por aquello de las promesas que ya nos hicimos individualmente)...
Me dijiste que no querías agradecimientos, ni reconocimientos, pero gracias... Muchas gracias!!!.
Un beso eterno.
Don Miguel nunca ha estado al lado de Cohelo... De hecho hoy no sé por qué siento tanta nostalgia por ti, o por que me dio por volver al inicio de todo esto... De esto que nunca tuvo, ni tendrá nombre... Tampoco sé (Y no me interesa saber ya) por qué #%*<|*@$& leo desde el principio tú blog... Es como abrir una herida y echarle sal, pero al mismo tiempo me llena de nostalgia y es como sufrir pero con gusto...
Nunca lo leí... Solo veía tu letra... Y olía sus hojas... Hace mucho no lo hago, quizá por qué prefería no extrañarte, no arrepentirme, creer que yo gané... Pero me equivoqué.
Te amé tanto Vic... Perdóname por no haber estado junto a ti, sino sólo haber estado presente...
Siempre tuya mi amor... Amor de mi juventud... De mi inmadurez... Amor de mi imaginación.
Don Miguel nunca ha estado al lado de Cohelo... De hecho hoy no sé por qué siento tanta nostalgia por ti, o por que me dio por volver al inicio de todo esto... De esto que nunca tuvo, ni tendrá nombre... Tampoco sé (Y no me interesa saber ya) por qué #%*<|*@$& leo desde el principio tú blog... Es como abrir una herida y echarle sal, pero al mismo tiempo me llena de nostalgia y es como sufrir pero con gusto...
Nunca lo leí... Solo veía tu letra... Y olía sus hojas... Hace mucho no lo hago, quizá por qué prefería no extrañarte, no arrepentirme, creer que yo gané... Pero me equivoqué.
Te amé tanto Vic... Perdóname por no haber estado junto a ti, sino sólo haber estado presente...
Siempre tuya mi amor... Amor de mi juventud... De mi inmadurez... Amor de mi imaginación.
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