El húsar cabalgaba por el haza cuando ojeó aquel autillo hético, exánime sobre el sendero. Estaba totalmente henchido de larvas que engullían su molla putrefacta.
Tal escena le pareció sin duda emética y sintió un ámago recorrer su traquea. Fue entonces cuando hesitó sobre la conveniencia de proferir una invectiva, porque recién había tomado la yanta, consistente en una nutritiva jira que ante la escena emética del autillo fenecido sobre el sendero, podía expeler sobre el piso revuelta en un quilo repugnante.
Pero como aquél húsar era un laso, incluso el escupir le resultaba laborioso. Además, por la vereda se aproximaba un gachó montaraz de apariencia cenobita.
Así que el húsar decidió alejarse por otro camino, pues tenía apremio por llegar a su masada, donde le esperaba su cuantiosa prole.
A mi único y confundido lector que mira con el ceño fruncido el monitor de su computadora (u ordenador, en caso de que sea un lector ibérico), mientras se cuestiona en su fuero interno: “¿pero qué clase de pendejada (gillipollez) es esta?”, le ruego que no me odie, pero se me antojó jugar un poco con el lenguaje.
Además, no sea perezoso y si no entendió lo que escribí, abra su diccionario. Sí. Ése libro gordote que se halla empolvado en algún rincón del librero. Busque el significado de las palabras que no haya comprendido y verá que no es tan difícil como parece.
Y bueno, supongo que después de esto será más clara la respuesta al por qué este blog es menos visitado que un anciano en un asilo.
Tal escena le pareció sin duda emética y sintió un ámago recorrer su traquea. Fue entonces cuando hesitó sobre la conveniencia de proferir una invectiva, porque recién había tomado la yanta, consistente en una nutritiva jira que ante la escena emética del autillo fenecido sobre el sendero, podía expeler sobre el piso revuelta en un quilo repugnante.
Pero como aquél húsar era un laso, incluso el escupir le resultaba laborioso. Además, por la vereda se aproximaba un gachó montaraz de apariencia cenobita.
Así que el húsar decidió alejarse por otro camino, pues tenía apremio por llegar a su masada, donde le esperaba su cuantiosa prole.
A mi único y confundido lector que mira con el ceño fruncido el monitor de su computadora (u ordenador, en caso de que sea un lector ibérico), mientras se cuestiona en su fuero interno: “¿pero qué clase de pendejada (gillipollez) es esta?”, le ruego que no me odie, pero se me antojó jugar un poco con el lenguaje.
Además, no sea perezoso y si no entendió lo que escribí, abra su diccionario. Sí. Ése libro gordote que se halla empolvado en algún rincón del librero. Busque el significado de las palabras que no haya comprendido y verá que no es tan difícil como parece.
Y bueno, supongo que después de esto será más clara la respuesta al por qué este blog es menos visitado que un anciano en un asilo.
1 comentario:
Yo entendí una que otra cosa, así que dejaré la traducción con el diccionario para más al rato.
Me alegra muchísimo que la UNAM sea ya patrimonio de la humanidad, pero no por eso hay que menospreciar a los que fuimos a escuelas "con inglés y computación" como lo pones. Recuerda, solo fue el edificio lo que se convirtió en patrimonio. Lo demás depende de quienes asisten a esta escuela.
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