Ha transcurrido en buenos términos la primera de cuatro semanas de mi estancia en Nashville, Tennessee.
En el aspecto académico todo ha ido de maravilla. Los profesores se han mostrado muy considerados haciendo uso de un inglés standard y sus clases han sido, por decir lo menos, deslumbrantes.
Nunca pensé que redescubriría a Marx en una universidad norteamericana, con un enfoque netamente filosófico y sin prejuicios. Menos aún pensé que podría leerlo en inglés y entenderlo mejor que en español, pero así ha sucedido.
Ya estoy listo para armar la revolución a mi regreso a México…
Las condiciones de estudio en la residencia estudiantil y las facilidades otorgadas por la biblioteca de la Divinity School para la realización de los trabajos académicos han sido las mejores.
De hecho en la biblioteca he encontrado libros muy interesantes y otros tantos de los que sólo conocía la referencia. Desgraciadamente no puedo fotocopiarlos por completo, porque en EU sí se respeta el copyright; así que no me queda otra que leerlos, retener algunas de las ideas más importantes y hacer una que otra anotación.
Debido a que las sesiones del curso son por las mañanas y las tardes, no me ha sido posible hacer turismo. Pero para el próximo miércoles -día en que sólo habrá sesiones matutinas- Carolina y yo tenemos planeada una visita al Fort Nashborough, al Partenón (que es una réplica exacta del original griego) y al zoológico de la ciudad.
Aunque sólo ha sido una semana, confieso que hay algunas cosas que extraño de México; por ejemplo, los tacos de suadero. Por supuesto que aquí hay restaurantes de comida mexicana, pero no es lo mismo comer unos tacos sentado a una mesa, que comerlos de pie, frente a un estanquillo situado en la esquina de alguna calle. El sabor no es el mismo, porque no es lo mismo comer unos tacos preparados con higiene dentro de un local cerrado, que comerlos en plena calle, aderezados con diminutas partículas de heces de perro y contaminantes automotores.
Otra cosa que extraño y que está relacionada con la anterior, son las farmacias de similares. No cabe duda de que nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, o desde fuera del país.
Al famosísimo Dr. Simi se le podrá criticar todo: que sea un imbécil, que hable como retrasado o que sea un crápula; sin embargo el precio de los medicamentos que comercializa está muy, pero muy, por debajo del precio al que se venden acá.
Sucede que por no hacerle caso a la doctora corazón, que siempre me anda diciendo que corrija mi dieta si quiero llegar en buenas condiciones a la vejez, casi toda la semana padecí una gastritis horrible, resultado de mi desordenada y callejera dieta de las últimas semanas en México.
Al contarle por el messenger que me sentía muy mal, en lugar de que me dijera qué era lo que debía tomar, me puso una regañada que ni mi mamá cuando no me quería poner suéter.
Al final me dijo que debía tomar omeprazol. El problema es que mientras en las farmacias de similares de México, ese medicamento cuesta a lo mucho $60 pesos, acá cuesta $24 dólares y sólo se vende con receta médica.
Por fortuna la universidad tiene un hospital súper fregón en el que me atendieron sin costo y hasta me dieron el medicamento. De lo contrario, hubiera tenido que desembolsar $250 dólares por una consulta, para poder obtener la receta del mismo medicamento que la doctora corazón ya me había recetado.
Y ahora que ya he visto la diferencia de los costos de los servicios médicos, he descubierto que quiero mucho más a la Yarita… con todo y que me regañe.
Incluso en ése aspecto se siente la nostalgia.
El viernes por la noche fuimos Caro, otros compañeros y yo –todos filósofos, menos yo- a tomarnos unas cervezas a un bar que está en el Davidson County; sin saber cómo, al poco rato cada uno estaba moqueando por la nostalgia de estar lejos del terruño y de la gente querida.
Yo como siempre, me acordé de la lupita (un chiste local que sólo mi amigo Mauro encontrará gracioso, en caso de que lea este comentario) y me puse de payaso a hacer psicoanálisis; pero en el fondo también me sentí un poco tristón y nostálgico.
Sin embargo, a diferencia de la mayoría de quienes estábamos en aquel bar, Carolina y yo vivimos aquí nomás tras lomita; todos los demás o viven del otro lado del charco, o en Sudamérica, que vista desde acá sí está bastante lejos.
Lo bueno es que se trata de un curso de unas semanas y no de una estancia de posgrado, para la cual, dicho sea de paso, hay que tramitar una visa especial en la embajada de EU correspondiente.
En el aspecto académico todo ha ido de maravilla. Los profesores se han mostrado muy considerados haciendo uso de un inglés standard y sus clases han sido, por decir lo menos, deslumbrantes.
Nunca pensé que redescubriría a Marx en una universidad norteamericana, con un enfoque netamente filosófico y sin prejuicios. Menos aún pensé que podría leerlo en inglés y entenderlo mejor que en español, pero así ha sucedido.
Ya estoy listo para armar la revolución a mi regreso a México…
Las condiciones de estudio en la residencia estudiantil y las facilidades otorgadas por la biblioteca de la Divinity School para la realización de los trabajos académicos han sido las mejores.
De hecho en la biblioteca he encontrado libros muy interesantes y otros tantos de los que sólo conocía la referencia. Desgraciadamente no puedo fotocopiarlos por completo, porque en EU sí se respeta el copyright; así que no me queda otra que leerlos, retener algunas de las ideas más importantes y hacer una que otra anotación.
Debido a que las sesiones del curso son por las mañanas y las tardes, no me ha sido posible hacer turismo. Pero para el próximo miércoles -día en que sólo habrá sesiones matutinas- Carolina y yo tenemos planeada una visita al Fort Nashborough, al Partenón (que es una réplica exacta del original griego) y al zoológico de la ciudad.
Aunque sólo ha sido una semana, confieso que hay algunas cosas que extraño de México; por ejemplo, los tacos de suadero. Por supuesto que aquí hay restaurantes de comida mexicana, pero no es lo mismo comer unos tacos sentado a una mesa, que comerlos de pie, frente a un estanquillo situado en la esquina de alguna calle. El sabor no es el mismo, porque no es lo mismo comer unos tacos preparados con higiene dentro de un local cerrado, que comerlos en plena calle, aderezados con diminutas partículas de heces de perro y contaminantes automotores.
Otra cosa que extraño y que está relacionada con la anterior, son las farmacias de similares. No cabe duda de que nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, o desde fuera del país.
Al famosísimo Dr. Simi se le podrá criticar todo: que sea un imbécil, que hable como retrasado o que sea un crápula; sin embargo el precio de los medicamentos que comercializa está muy, pero muy, por debajo del precio al que se venden acá.
Sucede que por no hacerle caso a la doctora corazón, que siempre me anda diciendo que corrija mi dieta si quiero llegar en buenas condiciones a la vejez, casi toda la semana padecí una gastritis horrible, resultado de mi desordenada y callejera dieta de las últimas semanas en México.
Al contarle por el messenger que me sentía muy mal, en lugar de que me dijera qué era lo que debía tomar, me puso una regañada que ni mi mamá cuando no me quería poner suéter.
Al final me dijo que debía tomar omeprazol. El problema es que mientras en las farmacias de similares de México, ese medicamento cuesta a lo mucho $60 pesos, acá cuesta $24 dólares y sólo se vende con receta médica.
Por fortuna la universidad tiene un hospital súper fregón en el que me atendieron sin costo y hasta me dieron el medicamento. De lo contrario, hubiera tenido que desembolsar $250 dólares por una consulta, para poder obtener la receta del mismo medicamento que la doctora corazón ya me había recetado.
Y ahora que ya he visto la diferencia de los costos de los servicios médicos, he descubierto que quiero mucho más a la Yarita… con todo y que me regañe.
Incluso en ése aspecto se siente la nostalgia.
El viernes por la noche fuimos Caro, otros compañeros y yo –todos filósofos, menos yo- a tomarnos unas cervezas a un bar que está en el Davidson County; sin saber cómo, al poco rato cada uno estaba moqueando por la nostalgia de estar lejos del terruño y de la gente querida.
Yo como siempre, me acordé de la lupita (un chiste local que sólo mi amigo Mauro encontrará gracioso, en caso de que lea este comentario) y me puse de payaso a hacer psicoanálisis; pero en el fondo también me sentí un poco tristón y nostálgico.
Sin embargo, a diferencia de la mayoría de quienes estábamos en aquel bar, Carolina y yo vivimos aquí nomás tras lomita; todos los demás o viven del otro lado del charco, o en Sudamérica, que vista desde acá sí está bastante lejos.
Lo bueno es que se trata de un curso de unas semanas y no de una estancia de posgrado, para la cual, dicho sea de paso, hay que tramitar una visa especial en la embajada de EU correspondiente.
4 comentarios:
Muy cierto que son mucho más payasitos allá para las medicinas, que casi casi hasta para la aspirina requieres receta médica y cuesta una fortuna.
Yo te recomiendo que para la próxima hagas como mula colombiana y te lleves drogas metidas en la panza o algo así para que no gastes tanto.
hola Victor...
que gusto me dió ver que al final se compadecio de mi y fué a visitarme.
oiga no se tome tan en serio mi comentario anterior, al final de cuentas yo no tengo el placer de conocerlo en persona, pero quiero que sepa que virtualmente mas que arrogante me parece que es usted un tipazo, solo que un tipazo con mucho trabajo, en fin ese es el mal de nuestra era.
me da muchisimo gusto saber que sigue realizandose profesionalmente,Dios lo guíe muy pero muy alto en esta vida.
algún día quiero ver a mis hijos volando con la gracia que usted lo hace.
este comentario si es en serio y muy sincero.
cuidese, y espero que ahora este mejor de salud.
saludos y hasta pronto
Pobecita panchis, jejeje, pero ustedes los hombres no se cuidan y uno hasta de mama la tiene que hacer. Pero es un gusto saberte vivo, auque enfermo y con la nostalgía por delante, aka también lo extrañamos, muchos besos.
Mary Joss
que buena e interesante experienca con marx... la realidad del copyright es algo que a mi como bibliotecaria es altamente interesante...ojala armes la revolucion pero primero debe venir la revolucion interna
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