Hoy inicio la última unidad temática de mi programa de filosofía y teoría política (de las que no sé nada, pero intento inventar embustes creíbles), con el análisis de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, de Kant.
Ayer que preparaba mis notas introductorias a la trayectoria personal e intelectual del filósofo de Königsberg, caí en la cuenta de que ésta será la primera vez, en casi tres años, que agotaré la totalidad de los temas del programa.
Las ocasiones anteriores había tenido la mala fortuna de quedarme en la introducción a la filosofía alemana, sin profundizar a detalle en las propuestas teóricas de Kant, Hegel y Marx.
Por supuesto, no faltará quien piense que es una pretensión desmedida aproximarse a estos tres pensadores en tan sólo un par de semanas; y más aun, que es una ínfula de arrogancia si quiera intentarlo.
Pero no se trata de una cuestión de vanagloria intelectual, sino del cumplimiento de una obligación académica, porque así lo marca el programa general de la asignatura. Y aunque algo sé acerca de las principales propuestas teóricas de esos filósofos, confieso que me angustia tener que exponerlas porque soy consciente de que puedo cometer algunos errores de interpretación, susceptibles de ser apropiados por los alumnos como elucidaciones atinadas.
Particularmente me angustia la filosofía hegeliana, tan oscura y compleja que hasta sus mejores exegetas (Adorno, por ejemplo) previenen del fastidio, la pesadez y los traspiés a los que puede conducir un acercamiento superficial al sistema hegeliano.
Por fortuna está Lucien Sebag –bueno, también Jean Hyppolite y Michel Palmier- que no obstante haber sido un estructuralista, comprendió muy bien los cimientos del edificio conceptual construido por Hegel, y resulta muy útil para poder entender si quiera el prólogo de la Fenomenología del espíritu.
En fin, ya habrá tiempo para pelearse con las neuronas rebeldes que se resistan a pensar las fumadas de la eticidad, el concepto y la Idea; por lo pronto, ayer, mientras leía la Fundamentación, de Kant, me encontré con esta estupenda reflexión acerca del sentimiento de angustia y pesadumbre que porta consigo el uso de la razón:
… cuanto más se preocupa una razón cultivada del propósito de gozar de la vida y alcanzar la felicidad, tanto más se aleja el hombre de la verdadera satisfacción, por lo cual muchos, y precisamente los más experimentados en el uso de la razón, acaban por sentir, con tal de que sean suficientemente sinceros para confesarlo, cierto grado de misología u odio a la razón, porque tras hacer un balance de todas las ventajas que sacan […], hallan, sin embargo, que se han echado encima más penas que felicidad hayan podido ganar, y, más que despreciar, envidian al hombre común, que es más propicio a la dirección del instinto natural y no consiente a su razón que ejerza gran influencia en su hacer u omitir.
Ya decía yo que eso de pensar ucrónicamente qué hubiera pasado si en lugar de haber ido a la universidad, me hubiera metido de mecánico u obrero, embarazado a mi novia adolescente y procreado un par de hijos, no era una pregunta ociosa.
Y creo que, en el fondo, como sugiere Kant, envidio la vida del mecánico o del obrero, que no se preguntan necesariamente qué hay debajo, qué detrás y qué hay arriba; y aún así viven más felices que yo.
P.S Ha llegado el momento de tocar el botón de alarma: el fin de semana bailé regeton ¡y me gustó! Pero es que quién se puede resistir a los movimientos tan sesis que hacen las mujeres cuando bailan esa ¿música?
Ayer que preparaba mis notas introductorias a la trayectoria personal e intelectual del filósofo de Königsberg, caí en la cuenta de que ésta será la primera vez, en casi tres años, que agotaré la totalidad de los temas del programa.
Las ocasiones anteriores había tenido la mala fortuna de quedarme en la introducción a la filosofía alemana, sin profundizar a detalle en las propuestas teóricas de Kant, Hegel y Marx.
Por supuesto, no faltará quien piense que es una pretensión desmedida aproximarse a estos tres pensadores en tan sólo un par de semanas; y más aun, que es una ínfula de arrogancia si quiera intentarlo.
Pero no se trata de una cuestión de vanagloria intelectual, sino del cumplimiento de una obligación académica, porque así lo marca el programa general de la asignatura. Y aunque algo sé acerca de las principales propuestas teóricas de esos filósofos, confieso que me angustia tener que exponerlas porque soy consciente de que puedo cometer algunos errores de interpretación, susceptibles de ser apropiados por los alumnos como elucidaciones atinadas.
Particularmente me angustia la filosofía hegeliana, tan oscura y compleja que hasta sus mejores exegetas (Adorno, por ejemplo) previenen del fastidio, la pesadez y los traspiés a los que puede conducir un acercamiento superficial al sistema hegeliano.
Por fortuna está Lucien Sebag –bueno, también Jean Hyppolite y Michel Palmier- que no obstante haber sido un estructuralista, comprendió muy bien los cimientos del edificio conceptual construido por Hegel, y resulta muy útil para poder entender si quiera el prólogo de la Fenomenología del espíritu.
En fin, ya habrá tiempo para pelearse con las neuronas rebeldes que se resistan a pensar las fumadas de la eticidad, el concepto y la Idea; por lo pronto, ayer, mientras leía la Fundamentación, de Kant, me encontré con esta estupenda reflexión acerca del sentimiento de angustia y pesadumbre que porta consigo el uso de la razón:
… cuanto más se preocupa una razón cultivada del propósito de gozar de la vida y alcanzar la felicidad, tanto más se aleja el hombre de la verdadera satisfacción, por lo cual muchos, y precisamente los más experimentados en el uso de la razón, acaban por sentir, con tal de que sean suficientemente sinceros para confesarlo, cierto grado de misología u odio a la razón, porque tras hacer un balance de todas las ventajas que sacan […], hallan, sin embargo, que se han echado encima más penas que felicidad hayan podido ganar, y, más que despreciar, envidian al hombre común, que es más propicio a la dirección del instinto natural y no consiente a su razón que ejerza gran influencia en su hacer u omitir.
Ya decía yo que eso de pensar ucrónicamente qué hubiera pasado si en lugar de haber ido a la universidad, me hubiera metido de mecánico u obrero, embarazado a mi novia adolescente y procreado un par de hijos, no era una pregunta ociosa.
Y creo que, en el fondo, como sugiere Kant, envidio la vida del mecánico o del obrero, que no se preguntan necesariamente qué hay debajo, qué detrás y qué hay arriba; y aún así viven más felices que yo.
P.S Ha llegado el momento de tocar el botón de alarma: el fin de semana bailé regeton ¡y me gustó! Pero es que quién se puede resistir a los movimientos tan sesis que hacen las mujeres cuando bailan esa ¿música?
2 comentarios:
Los ignorantes son más felices pero nadie en sus cinco sentidos envidiaría esa clase de felicidad.
Qué padre que das clases; yo apenas estoy aprendiendo. Amo la teoría política contemporánea y por el bien de tus alumnos espero que eso de inventar embustes creíbles sobre ese tema sea broma.
saludos!
preocupacion, asi es como puedo definir ampliamente este momento, la filosofia del derecho es pesadisima, y me quedan 24 horas para esa prueba oral, estoy exhausto, ya no puedo mas no puedo avazar rapido pues soy lento para leer. en todo caso yo creo que uchos filosofos solo inventan teorias por joder por molestar (lo digo subjetivamente, jiji) pero es que kelsen, nozick, etc dedican su vida a pensar, elaborar ideas y despues cuando envejecen vienen con los peros, es que quiero rectificar, es que la norma hiotetica no es lo suficientemente solida como... bla bla bla.
Claro como ellos dedican toda su vida a lo que despues ni ellos mismos consideran suficientemente valido y nosotros como unos batracios debemos estudiar sus hermosa teorias.
bueno me descargue un poco jijiji lo necesitaba.
saludos.
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