El transporte público ofrece múltiples ventajas para quienes, aún contando con automóvil propio, preferimos cuidar de nuestra salud mental y emocional, explotando al máximo la sociopatía crónica del conductor del camión colectivo, que tiene que padecer en nuestro lugar las complicaciones diarias del tránsito vehicular, propias de una ciudad caótica y sumida en la neurosis permanente.
En lo personal sólo utilizo mi cochi cuando en mi agenda figura un asunto de fuerza mayor, impostergable e ineludible; como una fiesta en viernes por la noche, por ejemplo.
El resto del tiempo prefiero viajar en colectivo para evitar el desgaste de mi vesícula en rabietas innecesarias y aprovechar el tiempo de traslado desde mi casa a la Facultad para leer algún libro, o la edición del día del periódico que acostumbro.
No obstante, viajar en “pecera” también tiene sus riesgos; como por ejemplo, ser víctima de un asalto, dependiendo de la ruta; o de la forma suicida de conducir por parte del chofer, que de esa forma canaliza su resentimiento social.
Sin embargo, el riesgo más alto y el más permanente es el de ser víctima pasiva y estoica de los gustos musicales del neurótico y malencarado conductor, los cuales están generalmente asociados al mainstream popular: pop adolescente, oldies de oficina, cumbia de arrabal y regeton de aquelarre sexual.
De hecho, padecer las estridencias de las cumbias o de los ritmos monofónicos, sexosos, rencorosos y marasalvatruchescos del regeton, es uno de los actos de autoritarismo más descarados que se pueden presentar en una sociedad políticamente democrática. Y lo es porque con una tiranía bestial a lo Hugo Chávez, el conductor impone la regla de que “quien conduce pone la música”, sin someter a consideración de los pasajeros la conveniencia de tal o cual género o estación radiofónica.
No obstante, lo grave del asunto no esto, sino el hecho de que, de forma inconsciente y pasadas algunas horas, de pronto nos encontramos tarareando o cantando una canción que escuchamos en el camión, y que en estado totalmente consciente nos disgustaría.
Eso es precisamente lo que me ha pasado a lo largo de este día. Sin querer me lo he pasado cantando la estrofa de una canción bastante cursi que escuché hoy por la mañana de camino a la Universidad. Y bueno, debo reconocer que se trata de una balada pop bastante melosa y que la letra, con todo lo ridícula que pueda ser, también es llegadora.
La canción se llama “Todo cambió” y la interpreta un grupejo pop cualquiera, de esos de los que en un par de meses nadie se acordará, pero que actualmente está explotando provechosamente la vena dulzona y hormonosa de quienes, ilusos, creen que puede existir lo que en la letra de esa canción se describe como “el amor de mi vida”.
En fin, sería interesante analizar de forma más detenida la letra de esa y otras canciones similares, porque pareciera que en medio del escepticismo generalizado hacia el valor de los ideales, y de la propia crisis axiológica provocada por el advenimiento del nihilismo, el ideal del amor ha logrado permanecer firme.
Sin embargo eso será en otra ocasión, porque ahora mismo no me apetece; lo que me apetece ¡demonios! es seguir cantando la estrofa de esa canción:
Antes que pase más, tiempo contigo amor
Tengo que decir que eres el amor de mi vida
Antes que te ame más, escucha por favor
Déjame decir que todo te di…
Con todo, debo agradecer a mi inconsciente que no haya memorizado la canción de la “gasolina” o cualquier otra nimiedad repetitiva.
En lo personal sólo utilizo mi cochi cuando en mi agenda figura un asunto de fuerza mayor, impostergable e ineludible; como una fiesta en viernes por la noche, por ejemplo.
El resto del tiempo prefiero viajar en colectivo para evitar el desgaste de mi vesícula en rabietas innecesarias y aprovechar el tiempo de traslado desde mi casa a la Facultad para leer algún libro, o la edición del día del periódico que acostumbro.
No obstante, viajar en “pecera” también tiene sus riesgos; como por ejemplo, ser víctima de un asalto, dependiendo de la ruta; o de la forma suicida de conducir por parte del chofer, que de esa forma canaliza su resentimiento social.
Sin embargo, el riesgo más alto y el más permanente es el de ser víctima pasiva y estoica de los gustos musicales del neurótico y malencarado conductor, los cuales están generalmente asociados al mainstream popular: pop adolescente, oldies de oficina, cumbia de arrabal y regeton de aquelarre sexual.
De hecho, padecer las estridencias de las cumbias o de los ritmos monofónicos, sexosos, rencorosos y marasalvatruchescos del regeton, es uno de los actos de autoritarismo más descarados que se pueden presentar en una sociedad políticamente democrática. Y lo es porque con una tiranía bestial a lo Hugo Chávez, el conductor impone la regla de que “quien conduce pone la música”, sin someter a consideración de los pasajeros la conveniencia de tal o cual género o estación radiofónica.
No obstante, lo grave del asunto no esto, sino el hecho de que, de forma inconsciente y pasadas algunas horas, de pronto nos encontramos tarareando o cantando una canción que escuchamos en el camión, y que en estado totalmente consciente nos disgustaría.
Eso es precisamente lo que me ha pasado a lo largo de este día. Sin querer me lo he pasado cantando la estrofa de una canción bastante cursi que escuché hoy por la mañana de camino a la Universidad. Y bueno, debo reconocer que se trata de una balada pop bastante melosa y que la letra, con todo lo ridícula que pueda ser, también es llegadora.
La canción se llama “Todo cambió” y la interpreta un grupejo pop cualquiera, de esos de los que en un par de meses nadie se acordará, pero que actualmente está explotando provechosamente la vena dulzona y hormonosa de quienes, ilusos, creen que puede existir lo que en la letra de esa canción se describe como “el amor de mi vida”.
En fin, sería interesante analizar de forma más detenida la letra de esa y otras canciones similares, porque pareciera que en medio del escepticismo generalizado hacia el valor de los ideales, y de la propia crisis axiológica provocada por el advenimiento del nihilismo, el ideal del amor ha logrado permanecer firme.
Sin embargo eso será en otra ocasión, porque ahora mismo no me apetece; lo que me apetece ¡demonios! es seguir cantando la estrofa de esa canción:
Antes que pase más, tiempo contigo amor
Tengo que decir que eres el amor de mi vida
Antes que te ame más, escucha por favor
Déjame decir que todo te di…
Con todo, debo agradecer a mi inconsciente que no haya memorizado la canción de la “gasolina” o cualquier otra nimiedad repetitiva.
6 comentarios:
Doctor, hay días en los que de plano no lo entiendo. Como no quiere que lo tachen de elitista y arrogante si se la pasa criticando lo que a la gran mayoría de las personas que no tienen sus gustos refinados por el jazz extraño y las novelas ilegibles como las de Jelinek, les gusta.
Los demás somos felices escuchando regeton y leyendo a Dan Brown; es lo único que tenemos. No intente quitarnoslo.
Por otra parte, usted solito confirmó en uno de sus post lo que las malas lenguas me habían dicho.
Ese texto de sexo y filosofía aunque con algunas pequeñas imprecisiones está muy entretenido.
Cuídese y váyase preparando para la comida del día del maestro. Con suerte este año le toca un horno de microondas.
Mauro
Jajajajaja, no lo puedo creer, antes de que llegaras a mencionar, el nombre de la canción, te lo juro, que asi, a mi mente se vino la misma canción, ¿será acaso por la descripción tan específica que hiciste de la misma?, desafortunadamente esa melosidad pues la verdad :( a mi gusta, y acabas de provocar que se introyecte nuevamente en mi inconciente esa tonada tan pegagosa, en fin, creo que su amigo tiene razón, disfrute las cosas ridículas y cursis de esta incuantificable vida.
Espero hablemos muy pronto.
MaryJoss
jajajajaajaja.... acá en Chile pasa lo mismo.... sintonizan radioemisoras que lo unico que hablan de cochinadas sexistas.... en fin.... muy buen texto... describe en forma muy entretenida las cosas que a nivel de Latinoamerica pasa.... sin embargo ahora con el cambio de licitacion de transporte público se prohiben poner la radio fuerte... disfruta la música pero no seas un adicto de triviales y soez letra ....
Estimado Victor,
unas de las cosas que estos ciberespacios nos pemiten la libre expresión, considro que el texto tal vez no tenga la mejor grámatica y como anfitriona de este espacio me da gusto que ocupen este lugar....
no sé lo que plantearas en tú blog, pero desde ya te planteo que soy cristiana y mis argumentos se sostendran en gran parte por la Biblia, aunuque las ideas y doctrinas e hombres me interesan y son repetables.
mis ideas se sustenta en la mente de Cristo...
creó que la mayoria de los humanistas, llamese estudiosos, clase inteectual poseen el riesgos de la arogancia a si que, esperamos un buen argumento de las ideas que planteas en tu espacio....
ahora bien las respuesta a lo que se introdujo como vivir en Comunidad, creó que el contrargumento de Ariel fue más sustentable que él tuyo, ya que el explico punto por punto el concepto desenfocado de tú peercepcion de comunidad.... por lo tanto no establcere criterios de evaluación pero ni la mucha palabreria que tus escritos denotan, resisten tanta sabiduria, sugiero que Ariel, por lo menos evidencie su perfil...
con cariño
Ivonne...
No es algo que suceda en tu país. Habitualmente viajo unas dos horas diarias en micro o "pecera" como le llaman allá, y luego de unos seis años de soportar el viajecito, ya me sé de memoria muchas canciones que detesto y, lamentablemente, tal como tú, a veces me sorprendo tarareándolas.
Saludos
*Corrección
Quise decir: "No es algo que suceda sólo en tu país"
Publicar un comentario