20 oct 2010

Sí, aun vivo

Apenas ahora se me ha pasado la resaca de los festejos bicentenarios, propiciada tanto por los debates respecto a la conveniencia de festejar o no, como por la traición de mi inconsciente que me hizo entregarme a los beodos excesos de los gritos y sombrerazos propios de esas fechas.

Tenía tanto tiempo que no venía a ver el blog, que ahora que lo hice descubrí algunos comentarios que amablemente me dejaron algunos lectores esperando a ser publicados. 

Le agradezco a mi entrañable amigo Juan Valenzuela haber referenciado mi último texto en su reseña de la película de Luis Estrada, "El Infierno", que en lo personal no me gustó, no por cuestiones propiamente ideológicas, sino por el tratamiento vago, cínico y excesivamente satirizado del tema. 

No sé por qué extraños obstáculos ontológicos el cine mexicano continúa entrampado en sus taras de siempre: escenas de sexo vulgarsonas, críticas políticas del nivel de cubículo universitario leninista-marxista-cretinista-latinoamericanista y actores que nos demuestran que incluso en esa industria está presente nuestra insana tendencia cultural al surgimiento, enquistamiento y esclerosamiento de élites que forman feudos díficilmente disputables por nuevos talentos. 

En fin, que en todo este tiempo también me perdí la oportunidad de escribir acerca de los primeros 100 años de la Universidad Nacional Autónoma de México, y del orgullo que sentí al escuchar un emocionante goya! en el salón de plenos de la Cámara de Diputados aquel 22 de septiembre pasado, cuando el rector José Narro acudió a decir que la Universidad está más presente que nunca en la vida del país y contribuye activamente a buscar salidas a los graves problemas que lo aquejan, por más que sus detractores de siempre se empeñen en decir y hacer creer a algunos sectores de la sociedad, que la UNAM es un gasto innecesario que mina las finanzas públicas. 

Pero debo confesar que hoy también decidí venir a escribir a modo de terapia, como generalmente suelo hacerlo cuando se presentan momentos sombríos, cuando mi ánimo no está precisamente en sus niveles más altos de entusiasmo y buena disposición a encarar los retos y vicisitudes del vivir cotidiano. 

Habrá quien piense que esta forma de escribir y el hecho de ocupar estas líneas para expresar mi estado anímico es una muestra del nivel de "acorrientamiento" por el que estoy atravesando desde hace algún tiempo; pero ante eso sencillamente digo que es una necesidad hasta cierto punto frustrante, porque no puedo describir con precisión lo que siento. 

Se trata simplemente de desánimo, incertidumbre, ganas de tirar la toalla y sustraerme de la realidad; pero al mismo tiempo es una situación de vergüenza conmigo mismo por pensar en esa posibilidad, porque no puedo traicionar a mi propio pensamiento y a mi propia postura ante la vida que ha consistido en plantarle cara los momentos adversos, porque eso sería tanto como una contradicción. 

No lo sé. al final hago mías las palabras de don Miguel de Unamuno en "Del sentimiento trágico de la vida": soy un hombre de contradicción y pelea, pero en estos momentos no tengo ganas de pelear; sólo tengo ganas de salir corriendo del mundo y perderme en un profundo sueño...