31 mar 2007

Un difunto

En el horizonte había aparecido el crepúsculo.

El maestro miraba el espectáculo que el cielo ofrecía a sus ojos, cuando habló dirigiéndose al discipulo:

-Hoy ha muerto alguien.

El discípulo sorprendido reviró:

-¿Quién?

El maestro respondió con voz suave:

-Un difunto.

30 mar 2007

Vacaciones

No sé a quién agradecerle más. A Joshua de Galilea por haber sido un provocador que logró despertar la ira del establishment religioso de la Judea sometida al yugo del Imperio Romano, o a Poncio Pilato por haber tenido la amabilidad de matarlo clavándolo en una cruz.

Como sea, el punto es que gracias a ese supuesto acontecimiento histórico (y al enorme poder institucional que logró acumular la Sancta Eclesia Catholica posteriormente, al punto de difundir mundialmente ese metarelato) tenemos unos cuantos días de asueto que bien ponen en entredicho el carácter laíco de cualquier Estado occidental, al conceder esos días a una conmemoración religiosa.

Pues bien, la de hoy será la última clase antes de irnos de vacaciones de "semana santa", que de santa -seamos honestos- no tiene absolutamente nada. No sé por qué sospecho que los queridos alumnos no asistirán porque a esas horas (las 1800, para ser exacto) seguramente estarán bajos los influjos de alguna bebida alcohólica o alguna droga sintética, como lo hacíamos todos los que algunos vez fuimos estudiantes universitarios antes de salir de vacaciones.

Sin embargo mi deber como docente (y mi temor a un descuento en mi cheque) me obliga a presentarme hoy en el salón de clases.

Prevenido ante la eventual ausencia masiva me llevaré El único y su propiedad, de Max Stirner. Una obra que me provoca cierto escozor.



Si alguien considera que estas vacaciones son una buena oportunidad para acercarse a la literatura, recomiendo un par de novelas ad hoc con el momento:

Qumran, Eliette Abecasis.
La guerra de las imaginaciones, Doc Comparato.
Historia sexual del cristianismo, Karlheinz Deschner.

Qué, a poco esperaban que recomendara a Dan Brown?

Un saludo

29 mar 2007

Uno va detrás

Cierto día hallábase el maestro paseando por los jardines.

El discupulo se acercó a él con esa expresión de humildad y deseo de aprender una nueva revelación.

El maestro lo miró y le dijo:

-Presta atención. Cuando dos van en un caballo, por lo menos uno va detrás...

28 mar 2007

Nasrudin

Nasrudin es un personaje hasta cierto punto famoso en la tradición del sufismo, es decir, aquella rama del Islam que los estudiosos de las ciencias de la religión han identificado como la parte esóterica de la religión de Mahoma.

En un paralelismo un tanto arriesgado dado el antagonismo que supone, se podría decir que los cuentos sufistas son muy similares a los cuentos jasídicos judios; sólo que a diferencia de éstos, en aquellos los personajes principales son hasta cierto punto irónicos y sarcásticos.

En esta ocasión quisiera compartir con quienes me leen un cuento de Nasrudin, en el que el anti héroe islámico se burla del extraño hábito que tenemos algunos seres humanos, consistente en complicarnos la vida.


El huevo y la complejidad

Cierta mañana, Nasrudin envolvió un huevo en un pañuelo, se fue al centro de la plaza de su ciudad y llamó a los que pasaban por allí:

- ¡Hoy tendremos un importante concurso!, dijo. ¡Quien descubra lo que está envuelto en este pañuelo recibirá de regalo el huevo que está dentro!.

Las personas se miraron, intrigadas. Nasrudin insistió:

- Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe fácilmente. Es un símbolo de fertilidad y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos. Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido?

Todos los habitantes pensaban que Nasrudin tenía en sus manos un huevo, pero la respuesta era tan obvia que nadie quiso pasar vergüenza delante de los otros. ¿Y si no fuese un huevo, sino algo muy importante, producto de la fértil imaginación mística de los sufís? Un centro amarillo podía significar algo del sol, el líquido a su alrededor tal vez fuese algún preparado de alquimia. No, no, aquel loco estaba queriendo que alguien hiciera el ridículo.

Nasrudin preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio. Entonces, abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo.

- Todos vosotros sabíais la respuesta- afirmó- y nadie osó traducirla en palabras. Así es la vida de aquellos que no tienen el valor de arriesgarse: las soluciones nos son dadas generosamente, pero estas personas siempre buscan explicaciones más complicadas, y terminan no haciendo nada. Sólo una cosa convierte en imposible un sueño: el miedo a fracasar.

27 mar 2007

Hans Küng

Ayer por la tarde fui a escuchar a uno de mis gurús personales en cuestiones de teología, es decir, al polémico y siempre aguerrido Hans Küng.

Sé que para la generalidad ese nombre significa muy poco o nada en absoluto. En cambio, para quienes nos gusta especular acerca de la metafísica de la fe y demás cuestiones aburridas y poco sustanciosas, ver y escuchar a Hans Küng en persona fue como asistir a un concierto de The Rolling Stones; o para dar un ejemplo más burdo, fue como haber asistido a la presentación de un libro de Dan Brown o Paulo Coelho... bueno, exageré un poco en la vulgaridad del ejemplo.

El punto es que así como los gruppies de los rock stars se desmayan y se orgasmean nada más asistir a un concierto, yo llegué al límite del paroxismo cuando ayer por la tarde el doctor Küng me firmó Does God exist? con la siguiente dedicatoria: per il mio amico Vittorio, con l'amore e la grazia di Dio, Hans Küng.

25 mar 2007

Acerca de la primavera

En esta parte del globo llegó la primavera desde el lunes 20 del corriente por la tarde. Sin embargo no había considerao escribir acerca de ese acontecimiento porque en el momento no me pareció importante, y porque en este país de globos y bicicletas el festejo de la entrada de la primavera es opacado por la conmemoración del nacimiento don Benito Juárez, supuesto benemérito de las Américas, que no es conocido más allá de Guatemala, pero que ha sido tan beatificado y honrado siendo que en realidad era un aprendiz de tirano que por fortuna murió a tiempo.

No obstante, en esta ocasión no quisiera compartir aquí mis oponiones personales y poco oficiales acerca de la historia de México, porque corro el riesgo de que un chovinista lector se enfurezca y hackee esta humilde pocilga de vacuidades.

Antes bien se me antojó escribir sobre la primavera porque hace unas horas regresé del festival conmemorativo del evento, organizado por la escuela de mi sobrina.

Había olvidado lo importante que es la primavera cuando se es niño, porque además de que es el preludio de las vacaciones de abril, es la oportunidad para que en ese tipo de festivales los niños se den la oportunidad de acercarse a la fantasia kafkiana, disfrazandóse de abejas, conejos, flores, etc.

De hecho asistir a ese festival de la primavera me hizo recordar mis propios festivales y los disfraces que utilicé. Uno de ellos fue de rana y creo que fue de cuando iba al kidergarden. Incluso hay fotos de ese evento, las cuales por supuesto no pondré en este lugar.

Otro fue de Superman, cuando no tenía ningún prejuicio en contra del imperialismo cultural yanqui y creo que otro más fue de cavernícola.

Y de todos ellos hay fotografìas.

Hoy cuando veía a los papás que tomaban fotos a sus ranas, conejos, abejas y demás fauna y flora primaveral, pensé en el valor que posteriormente tendrán esos recuerdos gráficos, especialmente cuando esas ranas y conejos sean flamantes estudiantes universitarios, diputados, médicos especialistas, jueces de la corte o arrogantes y pretensiosos profesores universitarios...

23 mar 2007

Un poco de gimnasia cerebral (II)

El vacío, por tanto, es el ser de la nada. Pero de una nada relativa, pues la Nada Absoluta ni siquiera puede ser pensada, aunque necesariamente debemos tener un referente abstracto de su contenido en tanto concepto, pues si el Ser es algo devenido existente, inconscientemente porta inherente su propia negación. En otras palabras, antes de que la existencia del Ser tuvo que existir la Nada, ya fuera absoluta o relativa y el Ser en tanto sustancia conlleva de forma inmanente su negación.

Al respecto la física contemporánea aporta algunos elementos que bien podrían sustentar esta elaboración especulativa, pues la nada relativa es el vacío, y en la física cuántica se ha comprobado que la materia, es decir, la sustancia, existe en el vacío, esto es ¡en la nada del ser de los entes!

Y si esto no queda lo suficientemente claro, entonces pongamos a la dicotomía Ser/Nada en la doble dimensión Espacio/Tiempo, lo que “es” existe en el tiempo aunque no necesariamente en el espacio; por ejemplo, una idea. La idea de la libertad o la idea del amor pueden existir en el tiempo, pero no en el espacio, a menos que alguien haya visto a la idea del amor caminando por un parque -cosa que ni en mis fumadas más esotéricas he visto.

Más aun, el Tiempo mismo es un ente insustancial que puede devenir lo mismo Ser que Nada, y para comprobarlo remito a un texto muy bello del primer filósofo con nombre de galán de telenovela: Jorge Guillermo Federico Hegel.

Hegel decía “el tiempo es el ser que inmediatamente no es, y el no ser que inmediatamente es, digo ahora, y ahora ya no es, ha dejado de ser. Digo después, y después ya es, ha llegado a ser. El ahora ha devenido antes, y el después, ahora. El es se ha vuelto fue, y el será, es. El ahora es el ser, y el antes y el después el no ser.
Pero si el antes es el ser que se ha vuelto no ser, el ahora es el no ser que se ha vuelto ser”.

¿Dolor de cabeza? ¡Por favor! ¡Ni aguantan nada! (a propósito del tema, esto sería una paradoja epistemológica porque la nada, al no ser, no posee las características del ser devenido sustancia: peso, talla, espesor, etc.) esperen a leer el siguiente ejemplo.

Si la Nada es el presupuesto para que el Ser devenga Sustancia, es decir, Materia, ¿qué había antes del Ser, considerando como totalmente válida -y así lo demuestran los estudios realizados por los físicos norteamericanos recientemente galardonados con el Nobel- la Teoría del Big-Bang, que pretende explicar el Origen, que no Creación, del Universo? (y nótese que aquí he utilizado un referente temporal que en estricto sentido es un absurdo porque “antes de la Nada” ni siquiera es un tiempo que pueda ser pensando porque ni siquiera el propio Tiempo pudo haber existido).

En otras palabras, si el Universo surgió de una explosión de la materia, provocada por su gran densidad ¿qué había antes de la formación de esa materia? Por sentido común se infiere que necesariamente tuvo que haber un espacio vacío para que la materia pudiera ser albergada, luego entonces, tuvo que existir una nada relativa que devino ser en la medida en que la propia materia se expandió gradualmente luego de la gran explosión.

Si se quiere plantear la cuestión en otros términos, más inclinados hacia el terreno teológico, se puede preguntar ¿dónde estaba Dios, Ser Absoluto y Omnipresente, antes del surgimiento del Universo?

Al respecto Agustín de Tagaste, obispo de Hipona, formuló la única respuesta concluyente y al parecer si no satisfactoria, cuando menos intimidatorio para aquellos espíritus temerarios que han especulado sobre estas materias: “estaba creando el infierno para quienes formularan esa pregunta”.

¿Acaso habré de irme al infierno, de forma literal y por designio divino, y no por deseo maligno y resentido de mis detractores intelectuales y detractoras sentimentales?

Sobre ello pensaré en otra ocasión, ahora voy a tomarme una aspirina…


P.S Para quienes se interesen en bajar aun más en el abismo especulativo de estos temas, refiero a continuación un par de libros básicos:

GWF Hegel, La ciencia de la lógica.
Ernesto Mayz, El problema de la nada en Kant.
Stephen Hawkins, Historia del tiempo.

21 mar 2007

Un poco de gimnasia cerebral (I)

Cuando la inspiración se rehusa a visitarme, o cuando el tiempo es inmisericorde para escribir algo nuevo, siempre queda como último recurso el reciclaje intelectual.

Así que en esta ocasión me autoreciclaré publicando un comentario que ya había aparecido en otro lugar. Espero que cuando menos los dos primeros párrafos puedan ser leídos sin causar bostezos.

Aburrido de tener siempre la razón y de escribir siempre excelentes ensayos, me queda tiempo para pensar acerca de aspectos de la vida cotidiana que aparentemente son insulsos, pero que en realidad son tan trascendentes que no reparamos en su importancia; por ejemplo, el hecho de que los calzones –que generalmente son prendas que se hallan ocultas por otras prendas- sean de distintos colores, texturas y diseños, puede parecer un hecho cotidiano sin importancia, pero es una realidad trascendental, pues a partir del análisis del color y el diseño de los calzones que usamos bien podríamos, desde la perspectiva del taoísmo, por ejemplo, saber cuál es nuestro ascendente cósmico y nuestro papel en el mundo. Así que, como se puede apreciar, el tema de los calzones es demasiado serio como para dejárselo solamente a los diseñadores de ropa y a los creadores de tendencias.

Otro ejemplo muy ilustrativo es la celebración de los cumpleaños; francamente no entiendo por qué o dónde proviene la muy en el fondo insana costumbre de festejar que nos volvemos un año más viejos y, por tanto, un año más cercanos a la muerte natural, que según la media mundial ocurre alrededor de los 70 años. En esto creo que sí les doy la razón a los testigos de Jehová (¿o son los mormones? no lo recuerdo), respecto a su renuencia a festejar que nos queda un año menos de vida; sobre todo en un contexto cultural en el que debido a una fuerte ascendencia judeocristiana se nos ha introyectado un pavor inmenso a la muerte.

Al respecto cabría señalar que quienes nos salvamos en grado y medida de ese miedo infuso y metafísico, somos los mexicanés, pues tenemos la fortuna de contar con un pasado ancestral en el que los pueblos prehispánicos se pasaban por el arco del triunfo a la muerte. Pero desgraciadamente, como dijo Don Porfirio Díaz, nos tocó un sino maldito al estar tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos, que con sus rollos sajones han ido colonizando paulatinamente nuestro acervo cultural, al grado de que ya es normal ver en las tiendas departamentales motivos alusivos al Halloween, en lugar de aquellos de nuestro muy mexicano día de muertos, que tan próximo en fecha se encuentra.

Sin embargo no es la muerte, ni la celebración o no de los cumpleaños, ni el color y diseño de los calzones, el tema que me interesa abordar en esta ocasión; es más, en esta ocasión ni siquiera hay un tema, por eso he estado jugando contigo lector, lectora querida, haciéndote leer toda esta fumada sin sentido, a fin de que me sigas en la realización de unas bonitas y entretenidas piruetas metafísicas.

Y es que resulta que ayer leía algunos fragmentos de"Ser y tiempo” de Martin Heidegger se me ocurrieron algunas ideas acerca de ambas categorías relacionadas con la existencia, sobre todo a la luz de un ejercicio autoreflexivo muy interesante, consistente en pararse frente al espejo y preguntarse quién ese ser que se encuentra frente a mi.

Obviamente la primera respuesta será un “ese soy yo”, pero cómo puedo estar seguro de que en realidad “soy yo”, es más, cómo puedo saber si “soy” o no “soy” eso que se refleja en el espejo.

De modo que en un segundo momento la respuesta debe condicionarse a dilucidar si ese “soy yo” corresponde al yo compuesto de materia orgánica que aparece bajo la forma de un animal bipedo, erecto y dotado de capacidad cognitiva y de habla que le permite articular vocalmente, por medio del lenguaje, la respuesta “soy yo”; o sí, por el contrario, el “soy yo” corresponde al ente que se vale de ese cuerpo para exteriorizar su voluntad y su capacidad de pensar de forma autoreflexiva.

Por tanto, la primera respuesta “ese soy yo” conduce inevitablemente a preguntar ¿qué soy yo? ¿materia o espíritu? Si elijo por respuesta “soy materia” debo asumir que en realidad soy finito y que por tanto soy susceptible de no ser, es decir, de devenir en nada; por el contrario, si elijo como respuesta “soy espíritu”, el problema se vuelve aun más complejo, pues ¿cómo puedo saber que soy espíritu si éste en realidad es un ente no perceptible debido a su insustancialidad? Ahora, si soy espíritu, por ese sólo hecho ¿estoy exento de devenir no ser, es decir, nada y por el contrario, existir siempre?

Una respuesta intermedia aparentemente muy inteligente sería “soy la conjunción de materia y espíritu”, pero en el fondo es la respuesta más angustiante y desoladora, pues si soy sustancia y espíritu tácitamente adquiero conciencia de la finitud de mi materia y por tanto de lo etéreo de mi espíritu, con lo cual se abre una brecha escatológica que hábilmente ha sido aprovechada por el fenómeno religioso, pues si yo, espíritu existente en la sustancia soy conciente de que ésta habrá de perecer, inmediatamente me pregunto ¿qué pasara conmigo después de que mi sustancia me haya abandonado?

Y en este punto es imposible no remitir a mi queridísimo y admirado Don Miguel de Unamuno, que en uno de los tantos pasajes sublimes del “Sentimiento trágico de la vida” nos regala esta reflexión no apta para suicidas potenciales: “y vienen queriendo engañarnos con un engaño de engaños, y nos hablan de que nada se pierde, de que todo se transforma, muda y cambia, que ni se aniquila el menor cachito de materia, ni se desvanece del todo el menor golpecito de fuerza, y hay quien pretende darnos consuelo con esto. ¡Pobre consuelo! Ni de mi materia ni de mi fuerza me inquieto, pues no son mías mientras no sea yo mismo mío, esto es, eterno. No, no es anegarme en el gran Todo, en la Materia o en la Fuerza […] no es ser poseído por Dios, sino poseerle, hacerme yo Dios sin dejar de ser el yo que ahora os digo esto.

¿Materialismo? ¿Materialismo decís? Sin duda; pero es que nuestro espíritu es también alguna especie de materia o no es nada. Tiemblo ante la idea de tener que desgarrarme de mi carne; tiemblo más aún ante la idea de tener que desgarrarme de todo lo sensible y material, de toda sustancia. Si acaso esto merece el nombre de materialismo, y si a Dios me agarro con todas mis potencias y mis sentidos todos, es para que El me lleve en sus brazos allende la muerte, mirándome con su cielo a los ojos cuando se me vayan éstos a apagar para siempre. ¿Qué me engaño? ¡No me habléis de engaño y dejadme vivir!”.

Esta serie de cuestionamientos nos conducen al problema ontológico del Ser y la Nada, asociados indisolublemente con el Espacio y el Tiempo que integran el mundo sensible, es decir, aquel en el que Sustancia es Espíritu.

La relación dicotómica que se presenta entre el Ser y la Nada es muy interesante desde el punto de vista de la Metafísica, entendida como la rama de la filosofía que presenta al Ente -esto es, a una entelequia o objeto cualquiera arrojado en el Espacio- en su Ser, es decir, en su capacidad de existir, de esta ahí.

Al permitir pensar el ser de los entes, la metafísica permite pensar en la nada como la negación del ser de los entes, es decir, en el vacío que permite a su vez que la nada devenga existencia como algo, es decir, que se convierta en ser.

20 mar 2007

Las salidas

El maestro estaba sentado, en posición de lotto, cuando el joven discípulo se acercó con una expresión de angustia en el rostro.

El maestro adivinó la pregunta que aquél le formularía y se adelantó a responder:

-Generalmente siempre hay una salida. Se llama puerta o ventana.

16 mar 2007

Lou Andreas Salome

Hubo un tiempo en que a las mujeres de Europa del Este no sólo se les conocía y admiraba por su belleza, sino también y principalmente por su inteligencia.

Incluso, hay quienes piensan que a partir de aquella circunstancia se acuñó esa frase que en la hora actual resulta políticamente incorrecto pronunciar: detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer.

Sin embargo, a mediados del siglo XIX, que bullía de ideas filosóficas, utopías políticas y propuestas artísticas innovadoras, esa máxima era más bien metafórica porque hubo grandes mujeres compartiendo e impulsando los ideales progresistas a lado de los grandes hombres que la historia ha puesto en primer plano.

Por supuesto que la presencia intelectual de esas mujeres no anuló en modo alguno su feminidad, pero lo que sí sucedió es que ésta se enfrascó en una batalla con la propia inteligencia a fin de poder dominar sobre la voluntad.

Hubo mujeres que supieron librar muy bien esa batalla y se conservaron siempre por el sendero de la inteligencia y la sensatez, como Rosa de Luxemburgo. En cambio, hubo otras que, derrotadas por la parte más impulsiva de la feminidad, terminaron convertidas en una suerte de presidentas del club de fans del filósofo o pensador del momento, como Bettina von Arnmin, que se convirtió en un dolor de cabeza permanente para Goethe.

Sin embargo, de entre todas esas mujeres hubo una que descubrió el punto exacto de equilibrio entre la feminidad y el ejercicio de la inteligencia. Esa mujer fue Lou Salomé.

Lou Salomé, que posteriormente sería conocida con el apellido de su esposo, Carl Freiderich Andreas, fue una mujer fascinante, seductora y cruel, según la opinión que se quiera tomar por buena, de parte de los grandes personajes de la intelectualidad que tuvieron la fortuna de conocerla: Nietzsche, Reé, Rilke, Freud o Tausk.

De ascendencia judía y nacionalidad rusa, Lou se sintió fuertemente atraída por la filosofía y la literatura desde muy pequeña. Y también desde muy pequeña comenzó a ejercer esa extraña influencia en la inteligencia de los hombres que la rodeaban, que los hacía perder la compostura y las buenas formas adquiridas en el cultivo permanente de espíritu, hasta parecer adolescentes imberbes rebosantes de actividad hormonal.

A los 21 años, estando en Roma, Lou conoció a Paul Reé, un psicológo alemán amigo de Nietzsche, con quien rápidamente entabló una relación sentimental. Sin embargo, y si hemos de creer a Fernando di Fidio en La bruja de Hainberg, muy pronto Nietzsche cayó rendido ante la compleja y seductora personalidad de la ¡mujer de su mejor amigo!


Lou Andreas Salomé, Paul Reé y Friederich Nietzsche

Con el paso del tiempo la relación entre Lou, Reé y Nietzsche se fue tornando compleja; una especie de triángulo amoroso en el que el único no correspondido era el pequeño bigoton; mientras que Lou si bien se podía decir que mantenía estable su relación con Reé, ya estaba en amoríos con Rainer María Rilke, que era quince años menor que ella.

El enano bigoton, posiblemente influido por sus propios complejos, no pudo soportar más las pasiones que le provocaba la admirable Lou -que por lo demás la verdad no sé qué le veían, porque en honor a la verdad estaba muy fea- y decidió declararle su amor.

Ella, que no era mujer de un sólo hombre, y mucho menos de uno tan feo como Nietzsche, lo rechazó, y gracias en gran medida a ese rechazo, es que ahora conocemos Así habló Zaratustra. Uno de los libros más célebres del filósofo de Roecken, en donde además de tirarle a todo lo que se mueva, Nietzsche aprovecha para ventilar su misoginia, derivada o acentuada a partir del rechazo del que fue víctima, de parte de Lou Andreas Salomé.

En fin, quisé escribir este comentario un poco para curarme en salud, luego de que en una reciente charla de café me tildaron de intelectualoide porque, hablando precisamente de Nietzsche, olvidé el nombre de Lou y sólo la identiqué como "la novia de Nietzsche".

Además de que esta sucinta historia sirve para ilustrar el hecho innegable e inocultable de que los intelectuales también tienen corazón y por ende, cometen las mismas estupideces que el resto de los mortales.

A propósito, en otra ocasión escribiré de la relación entre Hannah Arendt y Martin Heidegger, esa sí es para sacar los pañuelos y llorar amargamente.


P.S. Sé que este espacio es casi anónimo, pero desde aquí manifiesto mi solidaridad para con Jon Sobrino, un gran teólogo jesuita que recientemente fue censurado por Ratzinger, convertido en el Papa de los atavismos (de lo contrario consúltese la exhortación Sacramentum Caritatis), lo cual es una desgracia porque justo ahora que los dominicos me estaban convenciendo de regresar al seno de la Sancta Mater Ecclesia, divinae veritatis magistra, creo que lo mejor será continuar en el agnosticismo.

14 mar 2007

Una observación

Resulta interesante observar que a mayor texto publicado, menos son los comentarios recibidos.

¿Será eso un mensaje tácito de mis dos extraviados lectores, de que les chocan mis pretensiones intelectualoides? ¿o simplemente que no les gusta leer tanta estupidez presentada en una prosa de estilo cambiante, que hoy es seria, mañana metafórica y al rato irónica y desenfadada?

Puede que sí, puede que no.

Lo más seguro es que quién sabe...

13 mar 2007

Llueve

Ha llegado la temporada de lluvias.

La ciudad ha tomado un nuevo brío. Se mira más limpia.

La gente parece contenta, o por lo menos a gusto viendo la lluvia caer.

Las calles mojadas, las tardes grises, el aire fresco, invitan a pensar, a mirar alrededor y, por supuesto, a recordar y sonreir.

11 mar 2007

Jean Baudrillard

Jean Baudrillard
1930 - 2007

El pasado martes 6 de Marzo murió el genial sociólogo y filósofo francés Jean Baudrillard.

A diferencia de otros intelectuales que lograron cierto renombre mediático, Baudrillard fue un pensador que pasó tan más desapercibido por las páginas de la prensa escrita y los micrófonos de la radio y la televisión. Sin embargo no por ello fue menos importante.

Por el contrario, el autor de Pantalla total (Anagrama) fue uno de los principales críticos contemporáneos de la industria cultural y de los medios de comunicación, que desde su perspectiva han funcionado como cajas de resonancia del vacío y la desmoralización en que se encuentran inmersas las sociedades occidentales desde que el proyecto filosófico de la Ilustración vio su fracaso en las primeras décadas del siglo XX, con el advenimiento de las guerras mundiales y los totalitarismos. Proceso que, por lo demás, también habían advertido los maestros de Frankfurt en los años treinta, pero de una forma muy oscura y pretensiosa (baste leer los textos de Adorno y Horkheimer sobre crítica del arte).

Receptor del existencialismo francés gestado durante los primeros años de la posguerra, Baudrillard fue un hombre poco optimista y más bien escéptico respecto a la capacidad intelectual y política de los hombres de acción, para formular una nueva alternativa a la actual configuración geopolítica y económica. Sin embargo evitó caer en la radicalidad del nihilismo asiéndose al último pilar incólume de la cultura occidental: el humanismo.

Pero al igual que Descartes, Baudrillard hizo del dudar un ejercicio permanente a fin de caer en los excesos de fe y prevenir el eventual y estrepitoso derrumbe de sus propias certezas. De manera que incluso esa simpatía hacia el humanismo estuvo sometida a su suspicacia intelectual.

El humanismo concebido y propuesto Baudrillard no esta fundado en esa antropología totalitaria de factoría europea, que ha pretendido imponer como universal la concepción de lo humano formulada por Occidente, ignorando que sus propias contradicciones han propiciado la decadencia de las sociedades contemporáneas.

Por el contrario, el humanismo en la perspectiva de este filósofo, es un juego de equilibrios y de búsquedas de nuevos asideros, de reflexión y de duda. Se trata de un humanismo primigenio; uno que redescubre su propia genealogía, fundada precisamente en la búsqueda de equilibrios para la inestable condición humana.

Asimismo, Baudrillard advirtió los riesgos del poshumanismo en el que ya estamos inmersos desde hace algún tiempo aun sin reparar en ello.

El poshumanismo es la virtualidad y la virtualidad es la confirmación de que en la hora actual los hombres buscamos desentendernos de los compromisos como una forma harto paradójica de combatir simultáneamente el vacío de la realidad tangible.

Además de propiciar la desmovilización, el poshumanismo propicia una falsa percepción de esperanza en las alternativas ilusorias que ofrece la virtualidad, como si estás fuesen capaces por si solas y desde un ámbito intangible, de impulsar transformaciones radicales como las que otrora logró el humanismo de ascendente iluminista.

En la cotidianidad las consecuencias del poshumanismo son aun más delicadas, porque sustraen a las individualidades de la proximidad de los otros y por tanto afectan su identidad y la percepción de la identidad de los demás, apurando la pérdida de cohesión social y con ello las posibilidades de articular acciones colectivas impulsoras de auténticas transformaciones.

A diferencia de otros filósofos franceses de generaciones próximas a la suya, Baudrillard se dedicó al pensamiento claro y sin ambages, lo que, por supuesto, no le redituó tantos clubes de acólitos o admiradoras deseosas de ser guiadas por un gurú enigmático y grandilocuente, o por un simple retórico de oscuridades dialécticas como Derrida.

Baudrillard, por el contrario, perteneció al selecto club de pensadores navegantes a contracorriente, como Isaiah Berlin o Hannah Arendt con quienes coincidió en la formulación de una crítica aguda al marxismo de manual.

Poseedor de una ironía corrosiva, Baudrillard deslizaba a la mínima oportunidad su escepticismo y su admiración a uno de los exponentes más importantes de la tragedia griega, Sófocles, de quien solía repetir una frase de Áyax: “quien tiene conciencia vive en la infelicidad”, con la que sugería que él no era propiamente feliz…

En lo que va de este año han muerto dos importantes figuras de la intelectualidad que han sido fuente de admiración e influencia en mis propias concepciones del mundo y de la vida, a quienes, además, tuve la oportunidad de escuchar directamente en sendas conferencias magistrales: Kapuscinzky y Baudrillard. Por fortuna han dejado por legado una importante y vasta obra a través de la cual el diálogo con ellos será permanente.

Para finalizar quisiera citar a Baudrillard hablando precisamente de la virtualidad:

Ciertamente hay una profunda fascinación por lo virtual. El hombre está sumido en la virtualidad y atraviesa su espacio mental en un ordenador; virtual e inmóvil, hace el amor a través de su ordenador y sus cursos los da por teleconferencias. Es como un motor con cerebro minusválido. La inteligencia artificial no es inteligente porque no tiene artificio. El verdadero artificio es el de un cuerpo con pasión, con signos de seducción, con una máscara en el rostro y que por esta razón llamamos espíritu. Y la virtualidad ha liquidado la carga de la cultura del pensamiento moderno.

Jean Baudrillard, Ya hemos vivido todas las utopías. Entrevista por Cristina Carrillo de Albornoz en Laberinto, 10/III/07.

9 mar 2007

Jorge Drexler

Sí, lo confieso. En esta ocasión no tengo ganas de escribir, pero a cambio pongo dos vídeos de Jorge Drexler que me gustan mucho, Transoceánica y Todo se transforma



7 mar 2007

Soñar

Dicen los que saben acerca de los sueños, que éstos son las cábalas del inconsciente, esa parte del espíritu que descubrió Freud hace mucho tiempo; que reflejan o proyectan aspectos del porvenir, o advierten sobre acciones u omisiones propias o ajenas que impactan directamente en la vida personal del que sueña.

Soñar es un acto contingente, no es ni necesario ni indeterminado. Sin embargo es parte esencial de la condición humana, porque en el sueño como en la literatura, podemos vivir -así sea de forma ilusoria y misteriosa- otros destinos, otras vidas. Realizar actos o enunciar palabras que en la realidad de la vida consciente nos están vedados, sea por las reglas sociales, sea por obstáculos y dificultades, o por las limitaciones propias.
Qui habet aures audiendi, audiat

6 mar 2007

... continuación de las malas experiencias

Sé que a ninguno de mis dos lectores les importa lo que me sucedió el sábado, pero tampoco se crean que lo escribo para ustedes. No.

Es más bien una especie de terapia para canalizar hacia una actividad lúdica la mala energía acumulada en mi psique, a fin de evitar hacerlo de una forma menos pacífica, como por ejemplo, comprando un arma en cualquier esquina, para después ir a la puerta de alguna escuela a la hora de la salida y comenzar a disparar como poseso a cualquiera que pase por ahí.

Como sea, el punto es que después de regresar a casa me dispuse a mirar una película que afortunadamente compré en DVD pirata, de lo contrario me hubiera jalado de los pelos. La película de marras era "Efectos secundarios" de Isa López.

La verdad no sé cómo o por qué hay productores que se animan a financiar ese tipo de proyectos tan simplones y malogrados.

La historia es demasiado tonta, estereotipada y pretensiosa, pues pretende colgarse de una angustia existencial que sólo es propia de un determinado nicho de la juventud clasemediera, y eso solamente de aquella de las ciudades. Además de que una angustia de ese tipo parece más bien generada por la lectura sistemática de "Tú" o cualquier otra revisteja de ese tipo, pues para la gran mayoría de las personas llegar a los 30 años de edad es como llegar a cualquier otra edad.

Sin embargo para los personajes de la historia, que son bastante imbéciles y utilizan un vocabulario aprendido en los barrios de más baja estirpe, llegar a los 30 años es como una especie de maldición o etapa trascendental en la vida.

De hecho no entiendo porque la directora tuvo que aventarse dos horas de escenas huecas apenas llenadas con vulgaridades y escenas de sexo bastante malas, para echarse un rollo final de psicóloga de colegio acerca de la importancia de cumplir 30 años.

Se suponía que la historia era de comedia, pero el mayor recurso cómico al que llegó la capacidad actoral y de dirección fue una palabra vulgar enunciada por un personaje bastante idiota: verga. A eso pretendió reducir la hilaridad de la historia el guionista.

Y luego se quejan de que no hay apoyos para el cine de factoría nacional.

Por fortuna también compré "Cinderella Man", que es una especie de "Nosotros los pobres", pero con algunos millones de dolares más de presupuesto. Esta sí, muy buena historia y muy actuación.

De libros y malas experiencias

El fin de semana pasado asistí a la Feria del Libro que organiza la UNAM en el Palacio de Minería, en el centro de la ciudad.

Sin el ánimo de parecer culterano, debo confesar que acudir a un evento en el que por todos lados hay libros, discos y litografías de arte es muy deleitable para mí.

No obstante, sé que para otras personas podrá parecer una forma bastante aburrida de perder el tiempo en una actividad tan poco provechosa como recorrer los stands de las distintas editoriales, cuando -en su perspectiva- hay formas más divertidas de pasar un sábado por la tarde.

Pero como a mi no me agrada el ritmo monofónico y las letras sexosas del regeton (no sé si escriba así, y la verdad no me importa); ni los churros enlatados made in Hollywood que proyectan en las salas de cine, pues encuentro más interesante comprar libros y discos, además de tomar un buen café.

Sin embargo en esta ocasión no me agradó mucho andar deambulando entre hordas de adolescentes que infestaban los pasillos de la Feria sólo por orden o sugerencia de sus profesores. De hecho no me agradó andar en el centro de la ciudad precisamente en sábado por la tarde, debido a que por lo general ése día las calles, los restaurantes y los cafés se encuentran totalmente abarrotados. Pero como en el transcurso de la semana no había podido acudir y la Feria terminaría el domingo por la tarde, no tuve otra opción que darme un involuntario baño de pueblo sabatino.

Probablemente parte de mi desagrado se debió a que desde la mañana tuve un sábado inusual. Esto porque a los decrepitos burócratas universitarios se les ocurrió cambiar el horario de un seminario de formación docente que tomo precisamente los sábados, de las 11:00 de la mañana, a las ¡8:00! Digo, no es que a mi me cueste trabajo levantarme temprano, pero considero que si lo hago sistemáticamente toda la semana, lo justo es que por lo menos el sábado pueda dormir un poco más, considerando que por lo general mi hora de dormir es a las 2:00 de la madrugada y mi hora de despertar es a las 6:30.

Talvez no habría tenido ninguno problema con el nuevo horario de mi seminario, si la noche anterior no me hubiese tomado algunas cervezas de más que, junto con algunos cigarros y uno que otro bailecillo, me provocaron una resaca espantosa y unas ganas terribles de quedarme acostado los clásicos “cinco minutitos” de más, que en realidad se convirtieron en media hora.


1 mar 2007

Los detectives salvajes

Hacía mucho tiempo que la lectura de un libro no me motivaba a escribir una reseña. Aunque hace poco escribí en otro lugar acerca de un libro autobiográfico –Esa visible oscuridad- de William Styron, fue más bien en ocasión de la muerte del genial escritor norteamericano.

De hecho el ejercicio de la crítica literaria no es el mejor de mis talentos; esto debido a que ni soy escritor profesional, ni gran conocedor de la literatura y sus vastos y diversos movimientos y expresiones.

Me considero un lector ordinario, aunque con ciertas habilidades para sobrevivir en el mundo de lo escrito que, como todos los mundos, tiene su propia dinámica y, sobre todo, sus propias reglas.

Por supuesto, reconozco con humildad y con un dejo de angustia que todos los buenos libros del mundo aguardan mi lectura, así como aquellos otros no tan buenos (entiéndase las obras de Dan Brown, Paulo Cohelo et. al.) aguardan mi indiferencia.

Sin embargo aunque breve, el trayecto que llevo incursionado en los menesteres literarios me permite formular mis propios juicios y apreciaciones más allá del simple “me parece bien” o del más sincero pero viperino “es una mamada”, cuando de calificar una obra se trata.

Así que con esa premisa como carta credencial, me permito compartir con quienes me leen una reseña acerca de la novela del escritor chileno Roberto Bolaño, Los detectives salvajes.


Como apunté líneas arriba, mucho tiempo ha pasado desde que la lectura de un libro, pero sobre todo la fascinación producida por el mismo, me motivó a escribir una reseña. En aquella ocasión se trató de El diablo tiene nombre, una espléndida novela del escritor español Francisco Asensi, en la que se aborda desde una perspectiva histórico teológica muy interesante, el tema de la existencia del demonio.

De hecho, la novela me sedujo porque su llegada a mis manos coincidió con una etapa académica en la que mi amigo Jesús Santiago y yo estábamos profundamente interesados por cuestiones teológicas como la existencia de Dios, la metafísica de la fe y el significado escatológico de la Parusia (segunda venida de Cristo a la tierra); pero principalmente por la demonología.

Si bien se trató de una moda intelectual como tantas otras que lograron atraernos durante nuestra estancia en la Universidad(el estudio del marxismo de Frankfurt, la filosofía política contemporánea o la existencia del amor, por citar algunas) fue en la que más tiempo estuvimos inmersos, buscando en librerías de viejo, en los rincones olvidados de las bibliotecas e incluso hasta con supuestas brujas y hechiceros, así como con sacerdotes y hermanas religiosas, algunos datos que nos permitieran comprobar la veracidad del nombre del demonio, aportado por el propio Asensi en su novela.

En este punto el lector seguramente se preguntará qué relación existe entre el propósito inicial de este comentario, que es una reseña literaria, y los intereses prima facie esotéricos que mi amigo y yo compartimos durante algún tiempo.

La relación es muy estrecha, porque al leer la novela de Bolaño pude verme reflejado en los personajes principales, que son precisamente dos jóvenes, Arturo Belano y Ulises Lima, tan interesados por la poesía que fundan su propio movimiento poético: el realismo visceral, en homenaje –según ellos- a un grupo poético que había existido en el México de los años treinta, cuya líder era un enigmática mujer sonorense llamada Cesárea Tinajero.

Es tal la fascinación que la poesía generó en los líderes del grupo real visceralista, compuesto en su mayoría por jóvenes pertenecientes a los diferentes niveles de la pujante clase media del México de los años setenta –universitarios algunos de ellos- que luego de realizar una serie de investigaciones entre los viejos integrantes del grupo comandado por Cesárea Tinajero, acerca del paradero de ésta, emprenden un viaje por carretera, en parte obligados por una serie de circunstancias, hacia los desérticos pueblos de Sonora, al norte de México.

La historia de Belano y Lima no es narrada por ellos mismos, sino por una serie de personajes variopintos que los conocieron a lo largo de sus andanzas poético-literarias, así como también en aquellas otras psicotrópicas, pues solían combinar la poesía con el tráfico ocasional de marihuana entre los selectos círculos de creadores y artistas mexicanos de la época.

Si bien Bolaño es de nacionalidad chilena, en esta novela demuestra su profundo conocimiento de la sociedad y la cultura mexicana, que pareciera moverse desde entonces dentro de los límites de arquetipos previamente establecidos.

Lo más sorprendente al respecto es la continuidad del ciclo de reproducción de esos modelos por parte de las nuevas generaciones de universitarios y, en general, de los jóvenes interesados en las diversas manifestaciones de la cultura (poesía, danza, teatro).

Al respecto, es común encontrar en los alrededores del campus universitario, en los recitales de danza o en las presentaciones de libros, al típico modelo de universitario progre (el perfecto idiota latinoamericano, según Álvaro Vargas-Llosa) ataviado con una indumentaria que mezcla lo folclórico con lo cosmopolita, sosteniendo bajo el brazo el ejemplar del día de algún diario de izquierda y mirando hacia ninguna parte, a través de esas gafas que le confieren un toque intelectualoide.

Líneas arriba anoté que durante la lectura de la novela de Bolaño, pude mirar desde una perspectiva distinta –quizá mediada por la distancia- las instantáneas de mis propias andanzas como universitario. Es más, sentí cierta identidad con los personajes principales y fue inevitable evocar las largas y en ocasiones acaloradas charlas de café que sostenía con mi amigo Jesús Santiago, todos los viernes por la tarde, alrededor de cuestiones teológicas, pasando luego por el análisis político coyuntural, para aterrizar –invariablemente- tratando de encontrar respuesta a una pregunta maldita: por qué nuestras vidas eran (han sido) miserables.

En la historia trazada alrededor de Belano y Lima aparecen muchas escenas de debate, discusión y charlas cercanas al anhelo de absoluto propio de la juventud, magistralmente narradas con un toque de hilaridad que recurre a lo más representativo del vocabulario popular –sin caer en la vulgaridad- para describir acaloradas disputas en torno a cuestiones tan superfluas como una marca de cigarrillos, o el futuro de un grupo supuestamente literario conformado por jóvenes desconocidos.

De hecho uno de los principales méritos de Bolaño en términos estrictamente literarios es recurrir a la lengua viva, la que se habla todos los días entre la gente común perteneciente los diversos sectores de la sociedad, permitiendo la comunicación a partir de un código lingüístico que refleja una misma tradición cultural, para estructurar su novela.

Lo más importante es que con este recurso Bolaño no pretende experimentar un nuevo estilo literario, ni el potencial comunicativo del lenguaje viperino, como en forma deliberada –y para mi gusto, malograda- lo han intentado otros escritores, como Leñero o el propio Fuentes (que en lo personal me cae muy mal); sino contar una historia en la que los personajes se expresan con un lenguaje sencillo aunque no por ello simple, imprimiendo así un ritmo fluido a la narración, y propiciando un ambiente que al lector le resulta familiar; especialmente al lector joven, que es al que en principio se dirige el autor.

En este sentido Bolaño está más cerca de Cortazar y Borges, es decir, de los escritores genuinos, que de Vargas-Llosa y demás hierbas, que se valen del ejercicio literario –en algunos casos muy bien realizado- para lograr influencia en los círculos de poder y hacer denuncia social con la finalidad de forjarse un renombre bajo el cual, a la postre, poder escribir cualquier sandez con éxito de ventas asegurado.

Otro aspecto importante de la estructura empleada por Bolaño es la introducción de múltiples narradores, que a diferencia de la voz narrativa convencional, ubicada como tercero excluido de la trama, son protagonistas en el proceso de construcción, o más bien reconstrucción, de la historia de los personajes principales, Belano y Lima, aportando sus testimoniales acerca del trato que mantuvieron con cada uno de ellos.

Se trata de un juego de estilo muy cercano a la crónica y al documental, en el que apenas se sugiere la existencia de un realizador a partir de algunas expresiones utilizadas por los múltiples narradores, que son quienes a través del relato de sus propias experiencias con los personajes protagónicos, así como de la impresión de su propio sello personal -que permite al lector entrever su perfil psicológico- van confiriendo gradualmente un halo enigmático a la trayectoria biográfica de Belano y Lima.

Visto de forma global, el argumento de la novela trata sobre el proceso de maduración desde la juventud hasta la edad adulta, en un curso de vida que incluye una trama de historias entrecruzadas, difíciles momentos de amores no correspondidos, irrealizables o frustrados; episodios de crisis económicas personales, de extravíos existenciales y de desilusiones agobiantes. Es, pues, una historia acerca de la juventud, sus sueños, sus riesgos y su desenlace, que tiene lugar en el preciso momento en que, como diría Joseph Conrad, se atraviesa la delgada línea de sombra que conduce a la vida adulta.

En definitiva se trata de una novela ampliamente recomendable.