Definitivamente tengo que declararme en estado de emergencia y aceptarlo con todas sus letras: no puedo escribir; es decir, puedo escribir, pero no puedo hacerlo como antes. Y cuando digo antes me refiero a algunos meses atrás, cuando (he aquí una muestra de mi incapacidad al repetir dos veces en un mismo enunciado la misma palabra “cuando”) podía expresar con claridad y coherencia mis ideas y mis estados de ánimo.
Ahora que precisamente me embarga una sensación de malestar que quisiera canalizar a través de la escritura no puedo hacerlo, no como antes, no con desparpajo y cierto cinismo, no con la esencia filosófica de los Gatos Samurai consistente en siempre caer de pie.
Lo más grave de todo es que la causa de mi malestar es una nimiedad que en otras circunstancias no sería digna ni siquiera de un párrafo, o para ilustrarlo con más precisión, no merecería ni 140 caracteres al estilo twitter, que es una forma de “comunicación” que aborrezco porque fomenta la pereza mental y la atrofia gramatical.
Aunado a lo anterior está la angustia que me produce saber que estoy perdiendo la práctica y el estilo, muy probablemente debido a la falta de inspiración y motivación. Pero es que no se puede encontrar el charlas insulsas acerca de los muy pueriles conflictos emocionales y hormonales de personas a las que hablar del devenir de la existencia, así con estas precisas palabras, les causa “güeva” o les parece una actitud cuadrada.
Y no pretendo presentarme aquí como la víctima de un mundo light cuya premisa fundamental es desmovilizar al pensamiento, ni como un incomprendido, sino sólo expresar mi malestar por la superficialidad, banalidad, vacuidad que colman a la cotidianidad.
Sé que necesito algo que me motive a escribir nuevamente como solía hacerlo antaño. Hace poco me leía en textos anteriores y me preocupé porque esos chispazos de lucidez pareciera que se extinguen dentro de mí ante la falta de insumos.
Han sido muchas las ocasiones en las que, como ahora, me he sentado frente al monitor para tratar de escribir algo, pero las palabras se niegan a salir, o más bien las palabras están ahí, pero no tengo la suficiente destreza para agruparlas en oraciones y párrafos coherentes que expresen precisamente lo que quiero decir. Porque ya de escribir cualquiera puede hacerlo, pero lo que distingue unas letras de otras, es estilo, el toque personal y eso es lo que creo que estoy perdiendo.
Me declaro oficialmente preocupado y al borde la neurosis me niego a convertirme en un mortal más carente de capacidad reflexiva y espíritu crítico, en un ente arrojado muy heideggerianamente en el espacio sólo para existir si más ni más.
Necesito algo, un aliciente, pero no sé qué es, ni dónde puedo encontrarlo.
Entre tanto, continuaré aquí mirando pasar los días, padeciendo las medianías intelectuales y capoteando los flujos de progesterona que infestan mi ambiente, porque sí, al final mi crisis tiene que las hormonas femeninas, y no precisamente porque yo sufra el síndrome premenstrual, pero sí porque tengo que padecerlo indirectamente. Gajes del trabajo oficinístico.
P.S. 1 Entre tanta queja y tanta falta de inspiración dejé pasar la oportunidad de presentar mi jornada de resistencia civil pacífica en contra del amor y demás perversiones. Pero al final quienes aun me lean, ya saben cuál es mi posición al respecto: el amor es un producto social, no existe o si existe, nosotros los mortales no podemos conocerlo; ya todo lo demás es pura payasada sentimentaloíde inventada por psicólogas gordas y muy feas que escriben los test de Cosmopolitan.
P.S. 2 La falta de tiempo y de motivación para escribir también fue la causante de que no hiciera un reporte pormenorizado de mi viaje a la ciudad de Oaxaca, que es la onda. A quienes aun no conozcan, les recomiendo ampliamente que vayan a la primer oportunidad porque es una ciudad espléndida, con todo y que las calles del centro están cerradas porque casualmente en este año de elecciones ,al gobernador se le ocurrió remozarlas. Y bueno, aprovechando quiero también agradecer por acá a mi amiga Bety su hospitalidad durante mi estancia por las tierras de mezcal, que también es muy bueno, y si no me creen, ya después pondré por acá algunos registros gráficos de cómo puede cambiar el estado de ánimo de las personas. Por cierto, y a propósito del cambio de ánimo, un saludo por acá también a Mai Mai.
P.S.3 Febrero es un mes de gloria nacional por muchas razones, entre ellas la conmemoración del natalicio de uno de los grandes próceres intelectuales que ha dado este bicentenario país de globos y bicicletas: o sea, yo.