10 ene 2011

And here we go... again!

Este es mi primer post formal del año y quisiera aprovechar la ocasión para escribir sobre un tema al que le traía ganas desde hace ya un buen tiempo, pero que por diversas excusas no había tenido ocasión de pensarlo con detenimiento, o más bien de estructurar lo que había pensado al respecto. 

El tema al que me refiero es en realidad una práctica social que a falta de conocimiento sobre su manifestación en otras latitudes y ámbitos culturales, me arriesgaré a ser determinante afirmando que es mucho más visible en México; tal práctica es el aspiracionismo, es decir, la sistematización del anhelo de llegar a ser o llegar a tener -o más preciso aún- de llegar a ser a través de la adquisición y/o posesión de cosas que otorgarían acceso a un status social pretendidamente más refinado. Leszek Kolakowski lo llamaría la cosificación del ser; aunque yo le llamaría simplemente pendejismo puro y duro. 

El aspiracionismo es particularmente visible en los estratos sociales de clase media baja que mediante dinámicas de consumo expresan su miedo a caer en la pobreza; es como si a través de la adquisición de determinados bienes y la asistencia a determinados lugares pretendieran neutralizar, olvidar o negar su origen humilde. E incluso este empeño en aparentar ser lo que no son constituye un acto reflejo de la vergüenza que sienten por si mismos y al mismo tiempo es indicativo de ciertos indicios de resentimiento social. 

Tal situación es alimentada por los clichés que los medios de comunicación han sabido observar en las dinámicas de interacción interpersonal e intergrupal, y explotar a través de diversos contenidos, distorsionándolos de tal forma que la estigmatización que llevan implícita pase como algo gracioso o paródico. Así, es común observar en los programas televisivos la distinción entre nacos y fresas, en la que se asume tácitamente que lo "naco" es bajo, carente de valor y socialmente reprobable; mientras que lo fresa es sofisticado, aceptado y altamente valorado. 

Bajo esta premisa se articula el aspiracionismo en su faceta de consumo, pues si pertenecer a un estrato socioeconómico bajo supone bajas posibilidades de aceptación entre los estratos altos, entonces es necesario adquirir los bienes y frecuentar los lugares que darían la posibilidad de acceso y reconocimiento en esas esferas. De esta manera es común observar en los centros comerciales a personas llegadas de los barrios periféricos a adquirir o a anhelar adquirir la ropa y/o los accesorios de determinada marca; o bien, asistir a la discoteca de moda, que en el burdo y bastante ramplón lenguaje pseudoadolescente que impera en el rango de los 15 a los 35 años de edad es denominada como "antro". 

En la faceta cultural el aspiracionismo es aun más ordinario, pues la inserción en los círculos pretendidamente intelectuales no se da por la calidad de los contenidos culturales que se consumen, sino por su popularidad; de manera que la posibilidad de aceptación o sentido de pertenencia a lo supuestamente refinado se adquiere en la medida que sea lea la literatura de moda (entiéndase Paulo Coelho y demás autores de antología de curso de literatura latinoamericana de Secundaria), se asista a la obra de teatro más comentada de la temporada o la función de la película más taquillera. 

Adicionalmente hay otra expresión del aspiracionismo cultural que resulta aún más tragicómica y es la de los pretendidos hábitos, gustos y expresiones "alternativas" -cualquier cosa que eso signifique- que indicarían un nivel más alto de autonomía del pensamiento y creatividad de la imaginación. En inglés, la voz para denotar esta dinámica sería "indie", pero en español sería algo así como "esnobismo cerril". Se trata de hallar en lo impopular una manifestación de cosmopolitismo e intelectualidad, aunque lo desconocido por el común no necesariamente es lo mejor. Así por ejemplo, que Vicente Battista sea mucho menos conocido que Borges no lo hace mejor que él, pero en el limitado horizonte cultural del aspiracionismo indie sí lo es. 

Pero regresando al tema central, el aspiracionismo por si mismo no es un problema, ni un práctica o actitud reprobable; más bien lo es la carencia de valores en la que se sustenta. 

Pensar que sólo a través de la posesión y acumulación de bienes, de la asistencia habitual a lugares "trendy" (porque en el aspiracionismo se tiende a aglosajonizar el lenguaje, porque el inglés es mejor que la lengua materna), se puede llegar a la plenitud de la existencia -aunque los aspiracionistas no sepan conscientemente que eso es lo que pretenden- indica la ausencia de reflexión y la alta proclividad a ser teledirigido desde los centros de diseño e implementación de estrategias para el permanente sostenimiento de una agenda de consumo acrítica. 

En "Vidas desperdiciadas: la Modernidad y sus parias", Zygmunt Bauman plantea que en la estética del consumo en la modernidad líquida convierte a las clases económicamente dominantes en objetos de adoración y admiración por parte de aquellas que son conscientes que su imposibilidad de llegar a ese nivel, con lo cual asumen que su incapacidad para consumir es la vía directa hacia la exclusión. 

De manera que ante el aspiracionismo lo que cabría impulsar sería el valor de la propia condición humana, la dignidad de ser y existir como hombres y mujeres libres, la capacidad de pensar y cuestionar y la libertad de elegir conscientemente; pues de no ser así, estaremos obligados a padecer conversaciones vacuas sobre la asistencia al restaurante de moda el fin de semana; la adquisición de tal o cual modelo de automóvil, o la exhibición de la marca de la ropa a la menor provocación. 

A nadie que tenga un ápice de inteligencia le gustaría vivir soportando ese martirio todos los días... ¿o sí? 

6 ene 2011

Hoy hace cinco años...

Hace cinco años abrí este espacio, con sus altas y sus bajas, he logrado mantenerlo a flote. Aquí he plasmado momentos alegres y tristes, angustias y ansiedades, alguna que otra reflexión lúcida y alguna que otra crítica con intenciones rijosas. 

Aquí ha quedado plasmado en grado y medida mi propio yo en diferentes etapas. 

Lo he descuidado, lo acepto; pero sigo aquí. 

A quienes me han seguido a lo largo de este tiempo les agradezco su paciencia y su persistencia; gracias por leerme.

Ya a lo largo de este 2011 espero, ahora sí, retomar el buen hábito de la escritura, que además siempre sirve como terapia. 

Feliz Año Nuevo y ojalá que tengan, tengamos, la suficientemente madurez y persistencia para ir cumpliendo nuestros objetivos y afrontando los desafíos que este traerá consigo. 


Un abrazo para ustedes y una auto felicitación para mi, por mantener vigente este espacio a pesar de mi mismo y mi flojera.