En
ocasiones, quizá las más, las personas nos dejamos atraer fácilmente por la
monotonía. A fuerza de repetir cotidianamente determinadas tareas, realizar
casi en forma autómata las mismas acciones y mirar constantemente los mismos
paisajes, nos desapercibimos (sé que muy raramente se usa el adjetivo como
verbo, pero qué demonios, es mi blog y por lo tanto me permito esa licencia)
del resto de realidad que acontece a nuestro alrededor.
Pero sobre
todo, dejamos de lado el resto de posibilidades que aguardan a nuestras
respectivas vidas, siguiendo la idea de los romanticistas alemanes, quienes
afirmaban en reacción febril a la cuadratura y/o rigidez de los filósofos
idealistas que ensalzaban a la Razón, que el hombre era una posibilidad.
Ya después
la física cuántica se encargaría de decir que, efectivamente, la realidad se
puede crear a partir del modo de observar el mundo, pues implica la selección
de una posibilidad de todas las que acontecen simultáneamente.
Y bueno.
Después de esta introducción medio dispersa, ya no me acuerdo porqué decidí
escribir este texto… ah sí, ya recordé.
La idea es
que cuando uno se vuelve monotemático, monolítico, monográfo, monocorde,
monofacético, monosílabo, monoteísta y hasta monógamo, pierde de vista todo lo
que anteriormente constituía su realidad.
Esto, desde
luego, lo digo por mí, que en algún momento del curso de estos últimos años he
ido dejando de lado muchas otras facetas de lo que gradualmente ha dejado de
ser mi realidad para devenir en recuerdos de lo que fue.
Pero como ya
estoy arjoneando, quisiera decir que
decidí escribir toda esta perorata porque revisando mis mensajes del Facebook,
me encontré uno de una amable lectora que me preguntaba porqué había dejado de
escribir en este espacio.
Al leer su
mensaje lo primero que sentí fue una suerte de orgullo (o tal vez fatuidad) al
saber que todas esas ideas y ocurrencias que fui dejando plasmadas en esta
humilde atalaya fueron leídas por alguien más. Aunque a decir verdad, siempre
he escrito para mí, como una forma de terapia y divertimento, sin el ánimo de
volverme un blogstar con miles de seguidores.
Sin embargo,
volviendo a la interrogante de esa gentil lectora, debo reconocer que fue
precisamente el aliciente para reflexionar acerca del hecho de que la monotonía
propicia el desapego a actividades tan recreativas e intelectualmente
estimulantes como la lectura y la escritura.
Y ahora,
motivado por el hecho de saber que alguien de vez en cuando leerá las idioteces
que publique en este lugar, retomaré ese bonito hábito de criticar y llevar la
contra a lo pendejo. Después de todo, algo bueno saldrá de eso.
Prometo,
además, ser menos extenso y más variado en los temas. Creo que ahora he
desarrollado la capacidad de síntesis y resulto menos cansado de leer.
Y en cuanto
a los temas, pues para no sólo escribir de política ahora, además de leer los
periódicos, tendré que leer libros: novelas, crónicas, ensayos y un largo
etcétera que comprende el mundo literario.
A los que
aun me leen, gracias por hacerlo. Y a los que pasan por aquí por casualidad,
pues pasen más seguido.
Un abrazo
para todos.