No sé si al respetable que eventualmente lee los dislates que aquí aparecen, le haya pasado alguna vez. Aunque lo más seguro es que sí: tararear todo el día la primera canción que se escuchó por la mañana de camino al trabajo.
Con esto de las lluvias vespertinas, y con el pésimo antecedente de haber tenido que padecer el bloqueo del cruce de Eje Central, División del Norte y Río Churubusco la tarde de ayer, por un grupo de unos veinte gatos dizque deportistas que no sé qué cosa reclamaban acerca de Ana Guevara, tomé la decisión de utilizar el siempre popular, democrático, cardiaco y adrenalítico “pesero”, pa’ venir a hacerme güey a la Facultad, quesque a trabajar. Aunque la verdad, a parte de jugar Solitario y leer los diarios, no hago absolutamente nada de provecho, porque ya estamos a punto de irnos de vacaciones.
El punto es que hace rato que me subí al microbús, el chofe traía un disco de pasito duranguense, que dicho sea de paso es un ritmo que me jode ver cuando lo bailan, porque parece o que los atropellaron y se levantaron todos desorientados, o padecen un estado de poliomielitis avanzado. Decía, pues, que el chof traía su disco de ese tipo de música. Y no sé por qué, pero desde hace un rato traigo atravesada la estrofa ésa de: “voy en el autobús/con rumbo a la ciudad/ mi corazón va lleno/ de pura felicidad…”.
La net de la nat, y muy, pero muy en el fondo, debo reconocer que me gustó esa jodida canción, y a modo de justificación de mi resbalón populoso, diré que la letra me parece una clara muestra del sentimentalismo costumbrista de este país. Relata una situación que bien podría ser el guión para el comercial de verano de Coca Cola, Pepsi o Sabritas: un tipo que va en el autobús, de noche, con rumbo a X ciudad, para encontrarse con su chava a la que, la letra hace suponerlo, hace mucho tiempo que no ve. De ahí que vaya muy contento, lleno de optimismo y bien ganoso.
Aunque también puede ser la historia de un ciber amor -de ésos que ya pasaron de moda, pero que todavía se dan como casos aislados entre los pobres ingenuos y desesperados que creen en los cuentos de hadas- que por fin, después de tantas vicisitudes superará la barrera de la distancia y la inmaterialidad; para descubrir, al cabo de un instante, que nada es lo que era.
Y bueno, para hacer más complicada la cosa y lavar mi desliz, se puede decir que la letra de esa canción denota claramente la toponomía del amor… ¡zas! a ver, perensen, nomás termino de asimilar esta payasada…
… ya; la toponomía del amor, en un lenguaje derridiano-deleuzesco-viriloso, sería algo así como la ubicación iterativa del sentimiento amoroso, que en su inefabilidad se asemeja a la economía de la gracia, en caso de que tal términajo sea una traducción adecuada de “the economy of gift”. O sea que se refiere al hecho de que lo que se conoce como amor, que se puede sentir pero que no se puede comunicar en su justa sensibilidad nouménica, tiene materialidad, y esa materialidad alberga la espiritualidad en la que se experimenta como lo numinoso inefable, que de esta forma adquiere una dimensión transontológica… pa acabar pronto, que son el pinche autobús y el celular, que timbra con tono de mensaje, las partes del mundo material que expresan la euforia afectiva del güey ése que va a encontrar a su chava en la sala de espera.
P.S La verdad no entiendo por qué a un tema local que debería de estar en las páginas de información policiaca o en los diarios de nota roja, se le ha dado una proyección nacional inusitada; me refiero al caso de las 12 personas muertas por asfixia durante un operativo para clausurar giros negros en una delegación del DF. Digo, Marcelo Ebrard me cae como patada de mula, y Joel Ortega parece el hermano mayor de Arath de la Torre, pero pienso que hasta ahora han hecho bien su trabajo, como para que se les quiera golpear política y mediáticamente de esa forma, con un caso que de no haber sucedido en la Ciudad de México hubiera pasado desapercibido.
Con esto de las lluvias vespertinas, y con el pésimo antecedente de haber tenido que padecer el bloqueo del cruce de Eje Central, División del Norte y Río Churubusco la tarde de ayer, por un grupo de unos veinte gatos dizque deportistas que no sé qué cosa reclamaban acerca de Ana Guevara, tomé la decisión de utilizar el siempre popular, democrático, cardiaco y adrenalítico “pesero”, pa’ venir a hacerme güey a la Facultad, quesque a trabajar. Aunque la verdad, a parte de jugar Solitario y leer los diarios, no hago absolutamente nada de provecho, porque ya estamos a punto de irnos de vacaciones.
El punto es que hace rato que me subí al microbús, el chofe traía un disco de pasito duranguense, que dicho sea de paso es un ritmo que me jode ver cuando lo bailan, porque parece o que los atropellaron y se levantaron todos desorientados, o padecen un estado de poliomielitis avanzado. Decía, pues, que el chof traía su disco de ese tipo de música. Y no sé por qué, pero desde hace un rato traigo atravesada la estrofa ésa de: “voy en el autobús/con rumbo a la ciudad/ mi corazón va lleno/ de pura felicidad…”.
La net de la nat, y muy, pero muy en el fondo, debo reconocer que me gustó esa jodida canción, y a modo de justificación de mi resbalón populoso, diré que la letra me parece una clara muestra del sentimentalismo costumbrista de este país. Relata una situación que bien podría ser el guión para el comercial de verano de Coca Cola, Pepsi o Sabritas: un tipo que va en el autobús, de noche, con rumbo a X ciudad, para encontrarse con su chava a la que, la letra hace suponerlo, hace mucho tiempo que no ve. De ahí que vaya muy contento, lleno de optimismo y bien ganoso.
Aunque también puede ser la historia de un ciber amor -de ésos que ya pasaron de moda, pero que todavía se dan como casos aislados entre los pobres ingenuos y desesperados que creen en los cuentos de hadas- que por fin, después de tantas vicisitudes superará la barrera de la distancia y la inmaterialidad; para descubrir, al cabo de un instante, que nada es lo que era.
Y bueno, para hacer más complicada la cosa y lavar mi desliz, se puede decir que la letra de esa canción denota claramente la toponomía del amor… ¡zas! a ver, perensen, nomás termino de asimilar esta payasada…
… ya; la toponomía del amor, en un lenguaje derridiano-deleuzesco-viriloso, sería algo así como la ubicación iterativa del sentimiento amoroso, que en su inefabilidad se asemeja a la economía de la gracia, en caso de que tal términajo sea una traducción adecuada de “the economy of gift”. O sea que se refiere al hecho de que lo que se conoce como amor, que se puede sentir pero que no se puede comunicar en su justa sensibilidad nouménica, tiene materialidad, y esa materialidad alberga la espiritualidad en la que se experimenta como lo numinoso inefable, que de esta forma adquiere una dimensión transontológica… pa acabar pronto, que son el pinche autobús y el celular, que timbra con tono de mensaje, las partes del mundo material que expresan la euforia afectiva del güey ése que va a encontrar a su chava en la sala de espera.
P.S La verdad no entiendo por qué a un tema local que debería de estar en las páginas de información policiaca o en los diarios de nota roja, se le ha dado una proyección nacional inusitada; me refiero al caso de las 12 personas muertas por asfixia durante un operativo para clausurar giros negros en una delegación del DF. Digo, Marcelo Ebrard me cae como patada de mula, y Joel Ortega parece el hermano mayor de Arath de la Torre, pero pienso que hasta ahora han hecho bien su trabajo, como para que se les quiera golpear política y mediáticamente de esa forma, con un caso que de no haber sucedido en la Ciudad de México hubiera pasado desapercibido.
2 comentarios:
¿semiotica in situ? jajaja
¿a que se va a dedicar mi estimado Vitochas, ahora que aprobaron La Ley Mordaza?
¿se va a mudar a Guatemala para poder escribir sobre su profesion en este medio electronico? ¿o le va a pedir al peje una credencial de afiliacion?
saoludos, por aqui sigo.
Efectivamente, el giro nacional que se le ha dado al problema de los asfixiados y menores que se encontraban en ese tugurio de mala muerte, es terrible, no debería de haber pasado del Alarma, jajaja, en cuanto a lo de Marcelito alias el Chuky, del cual no soy partidaria,también coincido en que no lo ha hecho del todo mal y Ortega, pués que te puedo decir.
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