17 jun 2008

¿Gentilicio? III

Prometo que esta será, ahora sí, la última parte de este post que ya se ha prolongado demasiado. Pero es que como ya lo había mencionado, desde hacía algún tiempo quería escribir acerca del tema, pero por cuestiones de chamba no lo había hecho.

En esta ocasión sólo queda por dilucidar las posibles razones por las cuales los defeños que visitamos los distintos estados de la república no somos bien recibidos; la intolerancia xenófoba que en ocasiones esto llega a generar; y finalmente, el caso contrario, de los recibimientos tan amables y gentiles que llegan a confundir.

En el primer caso, pienso que son muchos los factores que han propiciado y desafortunadamente han sustentado la frase aquella de “pinches chilangos, por eso nadie los quiere”. Aunque al final, y por muy chimultrofioso que pueda parecer, pienso que es como todo; porque hay cosas que ni qué. O sea que el trato que se recibe es un reflejo del trato que se da. ¿Tengo no o no tengo razón?

Pero más allá de ese enrevesado aforismo popular, están los hechos objetivos. El primero de ellos es la actitud prepotente que algunos defeños muestran al llegar a una ciudad o localidad del interior de la república. No sé qué tumor maligno tienen en la cabeza, que les hace pensar que se merecen toda la atención y las cortesías por el sólo hecho de vivir en una ciudad que en su mayor parte es mugrosa, caótica, insegura y ruidosa. Y por si alguien que no haya leído las dos partes anteriores de este texto llegase a pensar que soy un resentidazo “provinciano”, pues sépase que nuncamente. Es sólo una cuestión de honestidá, no sé si valiente o no, pero honestidá al fin, para reconocer lo que es evidente.

Otro hecho objetivo es el carácter chingativo que algunos paisanos defeños adoptan al momento de hacer un trato comercial con otras personas. Aunque esta característica se diría que es más bien general, y lo mismo se puede encontrar en un poblano, que en un veracruzano o un queretano. La crapulencia no es coto exclusivo de ningún enclave geográfico o cultural específico. Pero por alguna razón, mucha gente la asocia exclusivamente con los habitantes del Distrito Federal, y en lo personal he constatado que sí hay cada vivales dispuesto a estafar al que se deje.

La imagen que los medios de comunicación han ayudado a construir en el imaginario colectivo de los habitantes de otros estados del país, respecto a que la Ciudad de México es absolutamente insegura, es otro de los factores que ha contribuido a generar una mala imagen de los defeños.




La ciudad de la esperanza... de que nos pase esto

No es tan común, pero nunca falta el comentario pesado que aconseja cuidarse los bolsillos cuando haya un “chilango” cerca. En lo personal esto sí me fastidia, porque además de denotar mala fe, exhibe el carácter cerrado e ignorante de quienes se dejan guiar por los prejuicios.

Por otra parte, hay reconocer que hay cierto tipo de defeños que con todo y la apertura a la diversidad y la disposición al aprendizaje de los hábitos y las practicas culturales de los demás grupos sociales, nomás no nos simpatizan. Y aquí talvez sí me vea medio mamón y elitista, pero en lo personal tolero sólo de dientes para afuera a los personajes estrafalarios, gandallas y mala leche de zonas harto populares como Iztapalapa.

... bueno, la imagen habla por si sola.



Su desparpajo, su acento exagerado combinado con su jerga de barriada y su estridencia, son en si mismos fuentes de irritación entre propios y extraños.

Sin ánimo de estigmatizar, pero tampoco con la pretensión de ser políticamente correcto, pienso que son este tipo de personajes los que han contribuido directa aunque quizá involuntariamente, a la construcción del estereotipo del chilango cuando, estando en algún balneario o parque natural al que llegaron en un viaje de excursión, comienzan a propinarse sendas madrizas ya pasados de copas, mientras sus histéricas mujeres intentan desapártalos.

Aunque también hay otros personajes insufribles como las barbies britanies de unidades habitacionales, que con su falso esnobismo intentan impresionar a los ingenuos que conocen en la discoteca local, cuando visitan alguna localidad del país donde, curiosamente, nacieron su papá o su mamá y donde viven sus abuelos o sus tíos.

He aquí la inspiración de las barbies britanies.


Por supuesto que todos los argumentos que esgrimen esas chicas chic son total y absolutamente falsos, además de risibles. Sin detenerme a explicar cómo es que lo sé, diré que en cierta ocasión escuché la comparación que una de estas niñas “fresas” hacía entre la Ciudad de México y el lugar en el que se encontraba vacacionando. Según ella, el lugar en el que se encontraba era muy aburrido porque todo transcurría muy lento y nunca pasaba nada interesante. Además de que no había muchos sitios donde “divertirse” y no podía hablar de los temas que le interesaban con las personas de ese lugar.

A reserva de que fuese una mujer con un trabajo demandante, con un profundo interés por las actividades culturales, que le impulsara a visitar por voluntad propia los museos, las muestras y las exposiciones de la ciudad; además de que contase con los medios suficientes para pagar por espectáculos y entretenimientos de calidad, es muy posible que sus razones fuesen atinadas.

Pero sucedía que era una chica de unos 20 años, que no conocía ni siquiera el museo de antropología -que es, o era, de visita obligada cuando se estaba en la escuela primaria- y vivía es una colonia X que ni siquiera figuraba como un foco de alta incidencia delictiva.

Y es que la verdad es que si mira con lente sociológico, la vida en la ciudad reproduce la misma rutina que la vida en una pequeña localidad: la gente tiene que salir a trabajar, tiene que socializar con otra gente, tiene que enemistarse y hablar mal de otra gente, tiene que regresar a su casa, tiene que encender el televisor y tiene que entretenerse mirando los mismos programas de espectáculos que mira la demás gente, en los que se exhibe sin el menor pudor la miseria humana de otras personas con pocos escrúpulos. O sea, no existen diferencias sustanciales.

Que la vida en la ciudad es más rápida, es verdad. Pero lo es por la sencilla razón de que los servicios esenciales, como el transporte y las vialidades son insuficientes, deplorables e ineficientes. Si se quiere llegar a tiempo de un lugar a otro, no hay más alternativa que moverse rápido.

Que en los pueblos nunca pasa nada interesante, es falso. Se trata de una percepción de quién no se ha habituado a la dinámica del lugar y no está enterado de lo que ahí sucede. De lo contrario, habría que preguntarles a los habitantes de los municipios de Sinaloa, Durango o Chihuahua si las balazeras y los enfrentamientos entre policías y narcotraficantes no les parecen “interesantes” o estresantes.

Que en la ciudad suceden muchas cosas y hay muchos lugares para divertirse, es cierto. Pero si tales cosas pasan no es porque las personas sean de ánimo revoltoso y jodedor, o porque un día sí u otro también, se levanten con el ánimo de hacer una marcha, bloquear una avenida, asaltar un banco o tomar una tribuna legislativa. La dinámica de las ciudades se explica precisamente por su magnitud y por factores como la concentración de oficinas públicas, corporativos financieros, industrias y servicios.

En cuanto a la diversidad de lugares para el entretenimiento, es verdad: los hay para todos los gustos y tendencias. El problema es que no todas las personas cuentan con los medios económicos y logísticos para aprovecharlos. Por ejemplo, el costo del boleto para un concierto puede variar entre los 500 y los 3000 pesos. Una cena en un lugar con música en vivo oscila entre los 600 y 1500 pesos por pareja, en un lugar más o menos aceptable. Además de que tanto los conciertos como las cenas -y en general todos los eventos- tienen lugar en un horario nocturno, lo que implica tener automóvil, pagar un taxi o ser muy valiente y utilizar el metro, el camión colectivo o regresar caminando, con el consabido riesgo de sufrir un asalto.

Así que como se puede observar hay muchas formas de rebatir el pretendido cosmopolitismo de los defeños insufribles.

Finalmente queda por mirar el lado opuesto de la moneda, que también ha contribuido a la exacerbación de la falsa importancia que se dan muchos capitalinos cuando visitan el interior de la república.

Me ha tocado observar a personas que con el simple hecho de saber que el otro vive en el Distrito Federal, lo tratan como si hubiese llegado del futuro, e incluso presumen con cierto garbo a sus amigos de “la capital”.

La verdad es que si todos aprendiéramos a tratarnos con cortesía, dejando de lado nuestros prejuicios e ideas preconcebidas acerca de los demás, para disponernos a tratarlos como iguales, no habría razón de ser para los apodos y gentilicios xenófobos; ni mucho menos para frases tan amargas como la de “haz patria, mata un chilango”; o su contraparte arrogante “haz patria, educa a un provinciano”, o aquellas de tipo discriminatorio como la de “pinches chilangos, por eso nadie los quiere”.

Lo que es más, si supiese que al decirme “chilango” la mayoría de las personas lo hicieran con la naturalidad con la que dicen “argentino” (bueno, creo que este no es precisamente el ejemplo más apropiado, pero se vale), o español, o yucateco, no tendría problema; incluso hasta me asumiría como orgullosamente chilango, haciendo gala de mi localismo cerril y aldeano. Pero el problema es que cuando se enuncia ese supuesto gentilicio, es imposible no advertir el dejo de ironía, conmiseración o hasta resentimiento que todavía se le imprime.




P.S Por lo demás, cuando la paciencia se acaba o cuando el humor con el que se recibe la palabreja no es precisamente el más bonachón, debo de confesar que también me pongo rudo y respondo con un airado “agrícola” a quien me quiere fastidiar.

P.S 2. Ahora que pensaba en esto de los gentilicios me surgieron serias dudas acerca de la forma del gentilicio de los habitantes de Kuala Lumpur, o de Sri Lanka, o de la capital de Burkina Faso: Uagadugú; o para no ir tan lejos, el de los habitantes de Angangueo, Ecuandureo o Angamacutiro, Michoacán.

P.S 3 En estos días he visitado algunos blogs sin desfallecer de aburrimiento en el intento, y he encontrado algunos interesantes. Ya después escribiré sobre esto.

P.S 4 Interesante y curioso que el mega Dr. Agustín Cartens sugiera eliminar el subsidio a la gasolina, bajar las tasas de interés y contener la escalada inflacionaria. Todo ello al mismo tiempo.

4 comentarios:

Jorge Luis dijo...

Soy chilango trasterrado en Cuernavaca desde hace más de nueve años y, a la fecha, toda la gente que frecuento (que, reconozco, es poco numerosa) es igualmente chilanga.

No es que me caigan mal los locales, ni siento que me desconfíen y se lleven la mano a la cartera cada vez que me ven, pero sí hay una distancia infranqueable cuya causa desconozco.

Pero entiendo esa desconfianza: el chilango que se deja caer los fines de semana en Cuernavaca por lo general considera que la ciudad es un enorme burdel, o cantina por lo menos, y viene a "desahogarse" de las tensiones acumuladas en la entresemana.

Jo dijo...

yo adoro ser del df, no se si aplique el termino... ese termino de chilango a veces raya solo como despectiva manera de colocar a gente de la ciudad... sinceramente hay mucho chilango por ahi que llego a esta ciudad y no se termino de educar jeje... sorry pero hay muchoos enfoques y el tema da para mucho
tengo unos vecinitos poblanos que ahhh como son chismosos y espantados... y unos de veracuz que te juro que son mal hablados y groseros... en fin que no tengo porque ventilar cosas jaja y o parezco chismosa hora jajaja
hay de todo... y no solo son los medios los que se han encargado creeeme que muchos nosotros no nos ayudamos ni tantito...


me encanto jorge drexler de fondo

Anónimo dijo...

Me gustó que en esta última parte del tema hayas tratado las dos caras de la moneda.
Respecto a las sugerencias del secretario de hacienda, por un momento me hicieron pensar que estamos en diciembre, ya sea por el día de los inocentes o porque a final de año todo es promesas y buenos deseos, aunque a final de cuentas nada llevamos a buen término.
Hay que estar atentos para ver que sucede.
Saludos
Elisa.

Anónimo dijo...

Buscaba solamente una confirmacion para sustentar el gentilicio "Defeño" ya que ayer compartiendo con un desconicido originario de la capital el cual solo acepta el gentilicio "Capitalino" para los originarios del Distrito Federal, mas me intrigo investigar un poco ya que dicho sujeto ignoraba el nombre oficial de su pais, MEXICO, y ni siquiera quedo conforme al aceptar que el nombre oficial es Estados Unidos Mexicanos, nada fuera de lo comun ya que ahora yo vivo en Los Angeles, California y una de mis maestras es originaria de Brazil y aunque ella sea brasileña ignoraba que el nombre oficial de su pais es Republica Federativa de Brazil y que adopto en sus inicion ese nobre an razon de un arbol que solo se da en ese pais, en fin solo para sumarme al punto de vista del autor de este blog diciendo que tengo varios amigos "defeños" los cuales si llegan a sentir superioridad cultural mas la riqueza de nustra cultura en cuanto a su raiz es mucho mas rica en provincia lo cual no creo que alguien ponga a discucion. Hasta pronto, felices fiestas patrias aunque no me encuentre en Mexico.

P.D. Disculparan la falta de acentos mas esta lap no los tiene ahora disponible.