24 mar 2009

El Coco

Hace poco leía un post de Fidel Samaniego, gran maestro en el difícil arte de la crónica, en el cual relataba la confesión que le hacía uno de sus amigos, hombre adulto, casado y padre de familia, respecto al miedo que sentía al vivir en una ciudad tan grande y caótica como lo es la Ciudad de México.

El hombre en cuestión se encontraba en ése momento en un apuro existencial, pues dada su condición de adulto responsable no podía darse el lujo (o el alivio) de mostrar su miedo.

Samaniego, tan agudo y corrosivo como es, decía que en realidad todos tenemos miedo de algo o a alguien, y eso es verdad. Aunque no sé si sea una cuestión cultural o más bien propia de la condición humana, porque siempre han existido de miedos a miedos.

No es el mismo miedo el que se siente al pensar en la muerte, que el miedo generado por la incertidumbre económica. Uno es casi innato, está en nuestra esencia, mientras que el otro es un producto de la cultura.

No obstante, hubo un punto en el post de Samaniego que en principio me causó mucha risa, pero después me hizo pensar que algo de cierto tenía como trasfondo. Y es que él decía que el miedo que experimentaba su amigo se fundaba en realidad en un trauma de la infancia, pues durante generaciones muchas mamás utilizaron como canción de cuna y como recurso intimidatorio la canción del “coco”, ésa que dice: “duérmete mi niño/duérmeteme ya/porque viene el coco y te comerá”.

O sea, jelou, pero ¿cuántos y cuántos niños no fuimos asustados con el “coco”? Yo lo fui y creo que toda mi generación también lo fue, por eso es que somos unos miedosos reprimidos.

En lugar de que se nos hubiera incentivado a hacerle frente al coco y tratar de desvelar su naturaleza ultramundana, se nos enseñó a temerle y a no convocar su presencia con nuestro mal comportamiento.

Visto desde una perspectiva izquierdosa medio marxistoide, el “coco” fue un recurso de dominación ideológica empleado por el poder hegemónico encarnado en la figura materna. O desde una perspectiva pseudolacanina, el “coco” era la prueba fehaciente de que el inconciente está estructurado como un lenguaje, mediante el cual se interioriza una estructura de limitación de la conducta y el pensamiento.

Si todos los adultos contemporáneos nos rehusamos a admitir nuestros miedos, pero más aún, si todos tenemos miedos, eso se debe en gran medida al “coco” que nuestras madres invocaban en sus supuestas canciones de cuna.

Por eso es que ahora el “coco” puede asumir tantas formas como sean las preocupaciones y angustias de las personas.

Para mi el “coco” es el regreso del PRI a la Presidencia de la República en 2012, es Hillary Clinton como Secretaria de Estado de los Estados Unidos; Tzipi Livni y su disfraz de oveja en medio de los lobos judíos que quieren exterminar a los palestinos; es Hugo Chávez y sus intentos de cantar canciones mexicanas; es la posibilidad de que termine atrofiada mi habilidad para expresar sarcásticamente mi visión de la realidad luego de dejar de escribir en este espacio por largos periodos de tiempo.

Y para los sobrevivientes y persistentes visitantes de este blog, ¿cuál es su “coco?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tú.
Boo

Pelusa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pelusa dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pelusa dijo...

El coco?? Mi coco??? Creo que yo misma. Lo que mas me asusta es lo que veo a veces dentro de mi, lo incierto, la vagancia que puede hacerme perder el camino aunque sepa lo dificil que ha sido encontrarlo. Aunque con lo del PRI y lo de Chavez, sobre todo (y pudiera incrementar mucho mas la lista de los llamados "grandes lideres"), estoy plenamente de acuerdo.
Saludos!

Pelusa dijo...

Pd, los suprimidos fueron mios, sorry!