Por fin he descubierto para qué sirve el twitter: cuando tienes flojera de escribir algo extenso sobre un tema que te interesa, puedes hacerlo en menos de 140 caracteres; pero aun así me niego a utilizarlo y soy uno de sus más acendrados críticos.
Si he hecho referencia a esa herramientita tecnológica que es la sensación del momento en las redes sociales, es porque el fin de semana vi una película que en otras circunstancias me daría flojera reseñar, y sólo escribiría “contra el conservadurismo de El Estudiante”; pero debido a que la temática de este filme provocó al jacobino que llevó dentro, me veo en la obligación de comentarlo con más detenimiento.
El Estudiante es una película dirigida por Roberto Girault y escrita por Gastón Pavlovich, que se estrenó en 2009. Cuenta la historia de Chano, un viejo de 70 años que decide ingresar a la universidad a estudiar literatura, y alrededor de este hecho giran las historias secundarias protagonizadas por unos dizque estudiantes universitarios de primer ingreso, que nada tienen que ver con la imagen del universitario promedio de las universidades del interior de la República, no por lo menos de los que asisten a las universidades públicas, si se considera que esta película se filmó en la Universidad de Guanajuato.
Mediante una tergiversación tendenciosa de algunos de los pasajes de El Quijote de la Mancha, el director y el guionista intentan adoctrinar a su público potencial, que son los chavitos de entre 15 y 25 años, acerca de los pilares de la ideología conservadora que campea en algunas regiones del país, como Guanajuato, precisamente. Esto es, sobre la visión de la sexualidad y las relaciones de pareja, las drogas y el aborto, que tienen grupos y asociaciones de derecha como Provida y la Asociación Nacional de Padres de Familia.
Es una película demasiado optimista y alejada de la realidad, aunque supongo que la intención de los realizadores no era precisamente mostrar la realidad; esa en la que a los chavos le vale madres si sienten algo más que calentura para acostarse, o en la que el uso de las drogas no tiene la clásica explicación de la confusión individual y las ganas de experimentar algo nuevo, sino algo más simple como un escape de una situación de jodidez y podredumbre como la que prevalece en varias regiones de esta suave patria de globos y bicicletas, como Ciudad Juárez o Tijuana.
Los diálogos de los personajes son tremendamente retóricos y sobreactuados, por no mencionar que los presuntos estudiantes tienen toda la pinta de los chavitos nice que ocupan las cafeterías de esas escuelas privadas que pretenden formar profesionistas y que usufructúan el nombre de universidad, tales como la Universidad Panamericana, la Universidad La Salle o la Universidad Iberoamericana; todas ellas regenteadas por órdenes religiosas con objetivos e integrantes medio tenebrosos (a excepción de algunos jesuitas que son la onda).
Eso sin mencionar el trauma de los cineastas mexicanos que se obsesionan con presentar locaciones irreales, como la de esta película, que muestra una ciudad de Guanajuato en la que las calles no están sucias, ni huelen a orines, pero que en el fondo tiene la intención de proyectar la idea de que en “la provincia” la convivencia social y los valores humanos permanecen incólumes.
En fin, que con toda la urticaria que me ha producido el verla, pienso que El Estudiante es una cinta técnicamente bien hecha, con una estupenda fotografía y secuencias bien intercaladas, aunque la temática o más bien su tratamiento, no es precisamente de mi agrado. Pero aun así, creo que en el marco de la libertad de expresión películas como esta tienen todo el derecho de ser exhibidas y ya que sean los espectadores quienes se formen su propia opinión conforme a lo que vean en la pantalla.
Un saludo.
P.S. La que sí me pareció una payasada entre pretenciosa, ridícula y somnolienta, fue El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, que también me fumé el fin de semana. Nunca había visto reunidos en una sola cinta todos los clichés de la cultura latinoamericana tan arjonesca, por lo rebuscada y folklóricamente sofisticada.
Si he hecho referencia a esa herramientita tecnológica que es la sensación del momento en las redes sociales, es porque el fin de semana vi una película que en otras circunstancias me daría flojera reseñar, y sólo escribiría “contra el conservadurismo de El Estudiante”; pero debido a que la temática de este filme provocó al jacobino que llevó dentro, me veo en la obligación de comentarlo con más detenimiento.
El Estudiante es una película dirigida por Roberto Girault y escrita por Gastón Pavlovich, que se estrenó en 2009. Cuenta la historia de Chano, un viejo de 70 años que decide ingresar a la universidad a estudiar literatura, y alrededor de este hecho giran las historias secundarias protagonizadas por unos dizque estudiantes universitarios de primer ingreso, que nada tienen que ver con la imagen del universitario promedio de las universidades del interior de la República, no por lo menos de los que asisten a las universidades públicas, si se considera que esta película se filmó en la Universidad de Guanajuato.
Mediante una tergiversación tendenciosa de algunos de los pasajes de El Quijote de la Mancha, el director y el guionista intentan adoctrinar a su público potencial, que son los chavitos de entre 15 y 25 años, acerca de los pilares de la ideología conservadora que campea en algunas regiones del país, como Guanajuato, precisamente. Esto es, sobre la visión de la sexualidad y las relaciones de pareja, las drogas y el aborto, que tienen grupos y asociaciones de derecha como Provida y la Asociación Nacional de Padres de Familia.
Es una película demasiado optimista y alejada de la realidad, aunque supongo que la intención de los realizadores no era precisamente mostrar la realidad; esa en la que a los chavos le vale madres si sienten algo más que calentura para acostarse, o en la que el uso de las drogas no tiene la clásica explicación de la confusión individual y las ganas de experimentar algo nuevo, sino algo más simple como un escape de una situación de jodidez y podredumbre como la que prevalece en varias regiones de esta suave patria de globos y bicicletas, como Ciudad Juárez o Tijuana.
Los diálogos de los personajes son tremendamente retóricos y sobreactuados, por no mencionar que los presuntos estudiantes tienen toda la pinta de los chavitos nice que ocupan las cafeterías de esas escuelas privadas que pretenden formar profesionistas y que usufructúan el nombre de universidad, tales como la Universidad Panamericana, la Universidad La Salle o la Universidad Iberoamericana; todas ellas regenteadas por órdenes religiosas con objetivos e integrantes medio tenebrosos (a excepción de algunos jesuitas que son la onda).
Eso sin mencionar el trauma de los cineastas mexicanos que se obsesionan con presentar locaciones irreales, como la de esta película, que muestra una ciudad de Guanajuato en la que las calles no están sucias, ni huelen a orines, pero que en el fondo tiene la intención de proyectar la idea de que en “la provincia” la convivencia social y los valores humanos permanecen incólumes.
En fin, que con toda la urticaria que me ha producido el verla, pienso que El Estudiante es una cinta técnicamente bien hecha, con una estupenda fotografía y secuencias bien intercaladas, aunque la temática o más bien su tratamiento, no es precisamente de mi agrado. Pero aun así, creo que en el marco de la libertad de expresión películas como esta tienen todo el derecho de ser exhibidas y ya que sean los espectadores quienes se formen su propia opinión conforme a lo que vean en la pantalla.
Un saludo.
P.S. La que sí me pareció una payasada entre pretenciosa, ridícula y somnolienta, fue El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, que también me fumé el fin de semana. Nunca había visto reunidos en una sola cinta todos los clichés de la cultura latinoamericana tan arjonesca, por lo rebuscada y folklóricamente sofisticada.
2 comentarios:
Caray Vic... me vas a bajar la chamba como critico/reseñista de cine!!!!
ya vi las dos cintas y me parece que coincidimos en nuestras opiniones criticas cinematográficas.
Saludos!!
A mí me encantó la película. No veo qué tiene de malo el fomentar un mensaje de que el consumo de drogas o la promiscuidad no es lo más conveniente.
Todo el mundo sabe que las drogas no dejan nada bueno... (es obvio al ver las condiciones de narcotráfico, miles de centros de rehabilitación, etc.).. por lo que no considero que haya que criticar eso respecto a la película.
Personalmente me gustó, creo que los mensajes esperanzadores y que muestran una realidad más optimista deben ser bienvenidos y por supuesto valorados.
Saludos!
Publicar un comentario