31 may 2007

No desearás...

Aquel día regresaban del río más temprano que de costumbre, con una pesca generosa, que era la causa de la enorme satisfacción que ambos reflejaban en el rostro y en la vivacidad de sus movimientos.

El discípulo jalaba sobre sus hombros del pequeño armatoste, cuya plataforma de madera transportaba la cesta repleta de pescados.

Lo agreste del estrecho camino, que se internaba en medio de un bosque de robustos pinos y oyameles, que se alzaban rectos e imponentes sobre un suelo cubierto de muerdago, hacía que el giro de las desvencijadas ruedas fuera todavía más lento y ruidoso. Pero eso no le importaba al joven discípulo, que jalaba con mucha energía mientras mirada a su alrededor la majestuosidad del bosque.

El maestro caminaba un poco más adelante con paso lento. Había cruzado sobre sus hombros la red que poco antes habían utilizado en el río; como aun estaba mojada, iba escurriendo de las puntas pequeñas gotas de agua que dejaban a su paso un rastro momentáneo, visible apenas el tiempo que la tierra tardaba en absorberlo.

Como había logrado adquirir un mayor dominio sobre sus emociones con el paso de los años y la meditación, sus movimientos eran menos avispados que los de su joven discípulo. Sin embargo, podía notarse en sus ojos un discreto destello de alegría.

Mientras caminaba concentrado en escuchar y recrearse en los sonidos del bosque, el discípulo le preguntó:

-Maestro ¿es verdad que para que el amor subsista, debe haber fidelidad?

El maestro, volviendo ligeramente la mirada pero sin dejar de andar, le cuestionó a su vez:

-¿Por qué lo preguntas? ¿Qué te hace suponer eso?

-Escuché que la ley de los hebreos así lo transmitió a los pueblos de Occidente, pero de forma muy curiosa- dijo el discípulo y prosiguió- porque lo ordenaron por medio de una prohibición, que es esta: no desearás a la mujer de tu prójimo.

Al oír estas últimas palabras, el maestro dejó escapar una leve sonrisa y repuso:

-Cierto, joven amigo, la fidelidad es el sustento del amor. Y la ley que la sustenta a ella, a su vez, es prohibitiva; pero no al modo en que la presentaron desde hace siglos los hebreos, porque desde entonces resultó estrecha en sus alcances y por tanto poco efectiva como ley.

-Entonces ¿se trata en realidad de una prohibición más amplia?

-Sí,. Aunque pueda parecer paradójico. Lo que sucede es que los hebreos, que todo el tiempo se lo pasaban peleando por las cabras y las mujeres, suponían que el amor carnal era heterosexual. De ahí que su apotegma moral fuera ordenado como tú lo has mencionado: no desearás a la mujer de tu prójimo- dijo el maestro.

-Pero si el mandamiento de los hebreos es muy limitado, ¿cuál es, entonces, el imperativo correcto en torno a la fidelidad?- preguntó el discípulo con el ceño fruncido y una expresión de ávida curiosidad.

El maestro le respondió:

-Para que la fidelidad pueda ser el sustento del amor, la máxima correcta es esta: no desearás a la mujer de tu prójimo, ni a tu prójimo. O mejor todavía: no desearás a la mujer de tu prójimo; ni al prójimo de tu prójimo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sabe?
como estoy un poco herida por su olvido, pensaba como últimamente, pasar por aquí sin dejar huella, claro que no espero que esta tontería le importe tanto a un señor tan importante como usted; pero bueno, al encontrarme con este blog curiosamente 2 cosas me llamaron la atención:
1.- la letra de una de mis canciones predilectas, (no se usted, amo el toque que le da Guadalupe Pineda a "coincidir" )canción que curiosamente he escuchado 4 veces diario durante los ultimos 20 días.
2.- el 9o Mandamiento, hoy precisamente he pensado hasta el cansancio en ese mandamiento (no me pregunte porqué)... mi filosofía parca y el anhelo de no sentirme tan culpable por lo que pasa en mi cabeza, me hizo terminar con esta frase y con una enorme sonrisa mi reflexión:
"bueno el mandamiento dice: no desearas la mujer de tu prójimo, (lo siento por mis compañeros los hombres) yo no he leído que diga: no desearas al hombre de tu prójimo. (ahora comprenderá porque mi sonrisa)
de la misma manera que se ha de imagnar como se ha ído ella de mi boca al leer su nuevo blog!!!
bueno, más a decir, pero ni modo,
hoy voy a ser un poco egoista en mi compartir, además de que creo que usted se sentirá aliviado al dejar de leerme.
le dejo un beso y un abrazo sinceramente amistosos aunque un poco heridos.

Anónimo dijo...

¡Jajaja! Eso estuvo excelente doctor.

No había pensado en que ese mandamiento era estrecho en su prohibición. Lo que sí, es que resulta anticuado. Actualmente la demanda por adulterio no va más allá de una simple amonestación. Y eso es bueno, por lo menos más light que una correteada a pedradas.

Me gustó, me gustó este relato Doctor.

Cuídese!

Mauro