O del segundo post donde explico el por qué de mi desánimo respecto a este país de globos y bicicletas en el que me tocó vivir.
A falta de conceptos propios, o por deliberada pereza creativa o carencia de imaginación sociológica –como diría Wright Mills- en las ciencias sociales somos muy dados a importar términos y categorías conceptuales de otras disciplinas tanto más respetables, como la física, la biología o la medicina.
El término que pretendo ocupar en este texto está importado precisamente de la medicina, y es el de “tejido” seguido del adjetivo social, que le otorga su explícita connotación sociológica.
En los días recientes, a causa de la histeria colectiva inducida desde los medios de comunicación luego del fatal secuestro del hijo de un importante empresario de la Ciudad de México, ha sido común escuchar que el tejido social está descompuesto y que es preciso subsanarlo.
Sin embargo, ¿qué se entiende por tejido social? ¿qué es el tejido social y por qué se enferma y descompone?
El tejido social está compuesto por todas las unidades básicas de interacción y socialización de los distintos grupos y agregados que componen una sociedad; es decir, por las familias, las comunidades, los símbolos indentitarios, las escuelas, las iglesias y en general las diversas asociaciones.
La célula fundamental del tejido social es la familia; aunque en la hora actual ha sido desacreditada en el debate ideológico por el individualismo posesivo como una institución arcáica y superada por nuevas formas de interacción y socialización.
Después de la familia está la escuela como la institución encargada de reafirmar los valores que se aprenden en el núcleo familiar. Pero también la escuela ha sido atacada y denostada como una entidad conservadora, encargada de reproducir los patrones del orden social.
Una parte de la supuesta intelectualidad de izquierda y también una parte de la derecha más liberal han coincidido en los ataques a la familia y la escuela como instituciones supuestamente contrarias a la total emancipación de los individuos, la cual, lejos de acercarlos a un ejercicio más pleno de la libertad, los aproxima más a otras formas de tiranía sustentadas, como afirma Isaiah Berlín en Dos conceptos de libertad, en la idea de ser uno mismo su propio amo y señor.
El individualismo posesivo que ha perneado en nuestras sociedades se caracteriza precisamente por el debilitamiento de esas instituciones primarias de socialización.
La familia nuclear compuesta por la madre, el padre y los hijos es vista como un anacronismo que debe ser superado por asociaciones fundadas en simples convenios de solidaridad.
Los llamados derechos de cuarta generación, lejos de conservar el carácter universalista del liberalismo (todos los hombres eo ipso los mismos derechos) han acentuado la particularidad de cada grupo social, para que éste promueva los derechos que a su condición deberían de corresponder; lo cual propicia una suerte de atomización de la sociedad en sectores identificados por factores como su orientación sexual, su edad, su origen étnico o racial o sus aptitudes físicas.
Así tenemos un escenario de múltiples grupos sociales demandando el reconocimiento y la garantía de sus derechos por parte del Estado; pero olvidando en forma deliberada o no que la contraparte de un contrato social de esa naturaleza, es la adquisición de ciertas obligaciones.
Asistimos a la exigencia de derechos que de tan pretendidamente progresistas, resultan más bien ridículos. El derecho a una vida sexual y reproductiva plena, el derecho a una infancia feliz, el derecho a una vejez honorable, el derecho a un aire libre de humo de tabaco, el derecho a ver el arcoiris y los unicornios volando en un cielo rosa. Pero a la par asistimos también a la dejación del cumplimiento de las obligaciones; o más bien de la única y bien básica obligación de respetar las leyes.
Y esa obligación debería aprenderse precisamente en la familia y en la escuela; es decir, en las dos instituciones que han sido atacadas y denunciadas como los últimos anclajes a la tradición.
En México, como es evidente, tanto la familia como la escuela son las dos células del tejido social que están crisis y han propiciado la descomposición gradual del conjunto de la sociedad.
No obstante, la situación crítica que atraviesan ambas no es resultado una especie de tendencia natural al declive, sino más bien de diversos factores que han confluido a corroerlas desde sus cimientos.
En el caso de las familias un factor de desintegración ha sido la economía. Desde hace más de tres décadas México ha padecido crisis económicas recurrentes que han impactado en el nivel de crecimiento y la capacidad de desarrollo del país.
En el núcleo familiar las crisis en la economía se han reflejado en el desempleo, el aumento del tiempo de ocio, el desánimo, la depresión y las diversas expresiones de violencia física y psicológica resultantes de la combinación de esos factores.
El aumento en la velocidad del cambio social también ha impactado en la familia, pues las generaciones que nacieron hacia finales de los años setenta fueron las receptoras directas de la revolución digital que ha interconectado regiones completas del mundo en muy poco tiempo.
Las diferencias en la estructura mental y en la capacidad de adaptación al cambio entre esas generaciones y sus padres desembocó en una brecha de incomprensión, o más bien de interpretación diametralmente distinta de un mismo fenómeno social.
La planeación urbana ha sido otro factor que ha influido en el proceso de descomposición del núcleo familiar. México se ha transformado en un país de “cuartitos”, es decir, de espacios de vivienda muy reducidos, uniformes y masificados, en los que los niños se sienten enclaustrados y son obligados a salir a la calle, como es el caso de los “desarrollos habitacionales” de nueva construcción, donde llegan a vivir familias de orígenes sociales diversos y hasta contrapuestos.
Los contenidos de los medios de comunicación también han jugado un papel protagónico; mientras que por un lado promueven la pérdida de respeto por la intimidad, tratan ligeramente temas como la sexualidad, el respeto o la confianza, por el otro se dedican a promover como recurso publicitario un “día de la familia”, patrocinado por empresas y productos que precisamente han cosificado y convertido en un icono a la familia: Coca Cola, Bimbo y otros más.
Por el lado de la escuela la situación parece aterradora. Sobre todo considerando el dato reciente de que 64% de los maestros evaluados en sus conocimientos técnicos reprobaron con calificaciones vergozantes.
Pero de eso escribiré en el siguiente texto, con el objetivo de presentar un análisis de los factores que han propiciado niveles de violencia, desconfianza y desánimo nunca antes vistos en este país.
P.S Muchas gracias a quienes me leen por sus felicitaciones y buenos deseos en esta nueva etapa que he comenzado. Hasta ahora todo me ha ido muy bien y espero que con trabajo y responsabilidad así siga.
A falta de conceptos propios, o por deliberada pereza creativa o carencia de imaginación sociológica –como diría Wright Mills- en las ciencias sociales somos muy dados a importar términos y categorías conceptuales de otras disciplinas tanto más respetables, como la física, la biología o la medicina.
El término que pretendo ocupar en este texto está importado precisamente de la medicina, y es el de “tejido” seguido del adjetivo social, que le otorga su explícita connotación sociológica.
En los días recientes, a causa de la histeria colectiva inducida desde los medios de comunicación luego del fatal secuestro del hijo de un importante empresario de la Ciudad de México, ha sido común escuchar que el tejido social está descompuesto y que es preciso subsanarlo.
Sin embargo, ¿qué se entiende por tejido social? ¿qué es el tejido social y por qué se enferma y descompone?
El tejido social está compuesto por todas las unidades básicas de interacción y socialización de los distintos grupos y agregados que componen una sociedad; es decir, por las familias, las comunidades, los símbolos indentitarios, las escuelas, las iglesias y en general las diversas asociaciones.
La célula fundamental del tejido social es la familia; aunque en la hora actual ha sido desacreditada en el debate ideológico por el individualismo posesivo como una institución arcáica y superada por nuevas formas de interacción y socialización.
Después de la familia está la escuela como la institución encargada de reafirmar los valores que se aprenden en el núcleo familiar. Pero también la escuela ha sido atacada y denostada como una entidad conservadora, encargada de reproducir los patrones del orden social.
Una parte de la supuesta intelectualidad de izquierda y también una parte de la derecha más liberal han coincidido en los ataques a la familia y la escuela como instituciones supuestamente contrarias a la total emancipación de los individuos, la cual, lejos de acercarlos a un ejercicio más pleno de la libertad, los aproxima más a otras formas de tiranía sustentadas, como afirma Isaiah Berlín en Dos conceptos de libertad, en la idea de ser uno mismo su propio amo y señor.
El individualismo posesivo que ha perneado en nuestras sociedades se caracteriza precisamente por el debilitamiento de esas instituciones primarias de socialización.
La familia nuclear compuesta por la madre, el padre y los hijos es vista como un anacronismo que debe ser superado por asociaciones fundadas en simples convenios de solidaridad.
Los llamados derechos de cuarta generación, lejos de conservar el carácter universalista del liberalismo (todos los hombres eo ipso los mismos derechos) han acentuado la particularidad de cada grupo social, para que éste promueva los derechos que a su condición deberían de corresponder; lo cual propicia una suerte de atomización de la sociedad en sectores identificados por factores como su orientación sexual, su edad, su origen étnico o racial o sus aptitudes físicas.
Así tenemos un escenario de múltiples grupos sociales demandando el reconocimiento y la garantía de sus derechos por parte del Estado; pero olvidando en forma deliberada o no que la contraparte de un contrato social de esa naturaleza, es la adquisición de ciertas obligaciones.
Asistimos a la exigencia de derechos que de tan pretendidamente progresistas, resultan más bien ridículos. El derecho a una vida sexual y reproductiva plena, el derecho a una infancia feliz, el derecho a una vejez honorable, el derecho a un aire libre de humo de tabaco, el derecho a ver el arcoiris y los unicornios volando en un cielo rosa. Pero a la par asistimos también a la dejación del cumplimiento de las obligaciones; o más bien de la única y bien básica obligación de respetar las leyes.
Y esa obligación debería aprenderse precisamente en la familia y en la escuela; es decir, en las dos instituciones que han sido atacadas y denunciadas como los últimos anclajes a la tradición.
En México, como es evidente, tanto la familia como la escuela son las dos células del tejido social que están crisis y han propiciado la descomposición gradual del conjunto de la sociedad.
No obstante, la situación crítica que atraviesan ambas no es resultado una especie de tendencia natural al declive, sino más bien de diversos factores que han confluido a corroerlas desde sus cimientos.
En el caso de las familias un factor de desintegración ha sido la economía. Desde hace más de tres décadas México ha padecido crisis económicas recurrentes que han impactado en el nivel de crecimiento y la capacidad de desarrollo del país.
En el núcleo familiar las crisis en la economía se han reflejado en el desempleo, el aumento del tiempo de ocio, el desánimo, la depresión y las diversas expresiones de violencia física y psicológica resultantes de la combinación de esos factores.
El aumento en la velocidad del cambio social también ha impactado en la familia, pues las generaciones que nacieron hacia finales de los años setenta fueron las receptoras directas de la revolución digital que ha interconectado regiones completas del mundo en muy poco tiempo.
Las diferencias en la estructura mental y en la capacidad de adaptación al cambio entre esas generaciones y sus padres desembocó en una brecha de incomprensión, o más bien de interpretación diametralmente distinta de un mismo fenómeno social.
La planeación urbana ha sido otro factor que ha influido en el proceso de descomposición del núcleo familiar. México se ha transformado en un país de “cuartitos”, es decir, de espacios de vivienda muy reducidos, uniformes y masificados, en los que los niños se sienten enclaustrados y son obligados a salir a la calle, como es el caso de los “desarrollos habitacionales” de nueva construcción, donde llegan a vivir familias de orígenes sociales diversos y hasta contrapuestos.
Los contenidos de los medios de comunicación también han jugado un papel protagónico; mientras que por un lado promueven la pérdida de respeto por la intimidad, tratan ligeramente temas como la sexualidad, el respeto o la confianza, por el otro se dedican a promover como recurso publicitario un “día de la familia”, patrocinado por empresas y productos que precisamente han cosificado y convertido en un icono a la familia: Coca Cola, Bimbo y otros más.
Por el lado de la escuela la situación parece aterradora. Sobre todo considerando el dato reciente de que 64% de los maestros evaluados en sus conocimientos técnicos reprobaron con calificaciones vergozantes.
Pero de eso escribiré en el siguiente texto, con el objetivo de presentar un análisis de los factores que han propiciado niveles de violencia, desconfianza y desánimo nunca antes vistos en este país.
P.S Muchas gracias a quienes me leen por sus felicitaciones y buenos deseos en esta nueva etapa que he comenzado. Hasta ahora todo me ha ido muy bien y espero que con trabajo y responsabilidad así siga.
7 comentarios:
Doctor, usted de qué se queja. Ahora con todo el glamour de la IP las tribulaciones del "populacho jodido y apestoso", ya no son para usted motivo de preocupación.
Pero tiene razón, el individualismo posesivo ha minado a la familia y a la escuela como instituciones pilares de la sociedad. Aunque tengo la sospecha de que en México ha sido más bien la indolencia, la indiferencia o de plano la ignorancia, lo que le ha dado en la M a esas instituciones.
Respecto al dictadorzuelo, me imagino que fue Chucho Santiago el que le metió esa idea. Pero Chucho es priísta, así que no le haga caso.
Y acerca de que nos estamos colombianizando, es verdad. Aunque ya debería pensar en otro caso de comparación, porque cada que usa ése le va muy mal con una de sus lectoras. Aunque merecido se lo tiene por andar de frívolo.
En fin Doctor, cuídese. Por acá se le extraña. Tania Walls lo manda saludar y Chucho Cantera está inconsolable porque ya no tiene con quien intercambiar hostilidades.
Mauro
Hola Doctor, estuve leyendo su blog y me parece muy interesante. Me gustó mucho su definición de tejido social, tanto que quiero incluirla en mi ensayo final de semestre pero no sé cómo citarlo. Yo también soy orgullosamente UNAM, saludos.
Jorge Ortiz
Licenciatura en Ciencias Ambientales
Lei tu articulo sobre el tejido social "O del segundo post donde explico el por qué de mi desánimo respecto a este país de globos y bicicletas en el que me tocó vivir". ?Donde veo la continuacion?
Estimado doctor. Concuerdo contigo en la nocividad del individualismo posesivo. Y sin embargo estoy un tanto en desacuerdo con tu pequeño comentario del Pais de los globos y bicicletas que te "Toco" vivir y te voy a decir por que.
Estaras de acuerdo conmigo cuando digo que "Cada pais tiene el gobierno, crimen y situacion que tolera". En otras palabras, decir que esta desepcionado de su pais es decir que esta desanimado contigo mismo, ya que eres parte de el. Eres parte del problema o la solucion. Es decir, el pais lo hace uno, no se hace solo. Si uno no hace un bueno trabajo, obviamente el resultado es el que vemos hoy.
El mismismo hecho de quejarse del lugar donde vive es una pequeña aportacion para hacer de tal lugar un poquito peor. Es como quejarse de los que se quejan: el mismo hecho de hacerlo nos hace parte de aquello de lo cual no aprobamos.
Las cosas no suceden solas, uno hace que se sucedan. Si no han sucedido hasta hoy es porque no las hemos causado que se hagan realidad. Ningun pais, pueblo, gente o person recibe algo por lo cual no trabaja, ni siquiera los paises desarrollados. Todo lo que tienen lo han conseguido; nada se les ha "Dado". El primer paso para que el pais se desarrolle en lo superficial es cambiar esa actitud de "Este pais esta fregado". Buena observacion, pero implica que es la culpa de alguien mas y que yo estoy aqui "Ni modo". Desapruebo. Yo creo en el trabajar por lo que uno quiere y sentarse a criticar o decir que las cosas no suceden NO equivale a hacer algo para que cambie la situacion. De hecho, es eso mismo lo que causa la situacion. Es como decirle a un obeso "Estas gordo" esperando que adelgace: es una contradiccion y no podemos esperar resultados positivos danto estimulos negativos.
Las circunstancias son creadas por la sociedad. Como aquel que se queja de la basura en su propia casa. Nadie tira basura ahi mas que el mismo, por lo tanto de aquello de lo cual se queja es precisamente el resultado de su actividad, y no puede decir "estoy desanimado de esta casa porque esta bien sucia" puesto que eso es decir "Estoy desanimado conmigo mismo por haber ensuciado tanto". Y no solo eso, sino que el simple y sencillo hecho de aceptar la responsabilidad del resultado YA es en si mejor que no hacerlo.
Hola me parece un gran aporte, una pregunta Eres sociologo? me gustaria usar parte de tus ideas para un trabajo de teoria social. Orgullosamente UNAM tambien
bueno,tejido vendra antes de el arte de tejer con fibras vegetales con las que se fabricaban utiles diversos de gran importancia en distintas sociedades de la histori y prehistoria
hola presisamente estoy trabajando algo asi cono recuperacion del tejido social , tu escrito me sirvio de mucho gracias
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