En términos culturales el 2010 en México ha comenzado con un debate que vergonzosamente nos recuerda que a pesar de cumplir ya 200 años como nación independiente, no hemos podido superar nuestras taras ideológicas; esto es, que aun seguimos en la lógica de confrontación del siglo XIX entre conservadores y liberales (que no lo son tanto). Sólo que ahora el conservadurismo ha adoptado posiciones económicas que anteriormente eran propias de los liberales y éstos se ha movido hacia posiciones socialistas; pero por lo demás, el nivel de la discusión entre ambas corrientes (pero muy corrientes) de pensamiento es tan rústico como siempre.
El debate al que hago referencia es el generado por la aprobación de los matrimonios entre personas del mismo sexo en el Distrito Federal y la posibilidad de que puedan adoptar niños, el cual ha trascendido el ámbito local para situarse a nivel nacional y exhibir lo que apuntaba líneas arriba: el pésimo nivel argumentativo, cuando no de burda descalificación, entre girondinos y jacobinos región 4.
Por una parte se encuentran la iglesia católica y los grupos de extrema derecha representados por la Asociación Nacional de Padres de Familia, el Colegio de Abogados Católicos y algunos sectores del PAN, quienes argumentan que la reforma al Código Civil del Distrito Federal es un atentado en contra de la “celula fundamental” de la sociedad que es la familia nuclear tradicional, compuesta por padre, madre e hijos; así, en ése orden descendente de importancia.
Además, sostienen que la concesión del derecho de adopción a las parejas homosexuales es una aberración contra natura que podría generar un grave daño psicológico para los niños que llegasen a ser formar parte de los hogares así compuestos.
Del otro lado se encuentran los que ingenuamente tienden a idealizar a la comunidad homosexual como la vanguardia ideológica que representa todas las exigencias justas y los valores revolucionarios de igualdad, libertad y fraternidad, y piensan que simpatizar con sus demandas o defender sus derechos los hace mucho más progresistas y dignos de convertirse en ejemplos de la auténtica conciencia social que habrá de transformar el entorno general, cuando no necesariamente es así; antes por el contrario, suele suceder que una vez que un grupo que ha desplegado un intenso activismo político percibe que sus demandas y exigencias ha sido cumplidas o atendidas, baja la intensidad de sus manifestaciones e incluso se desmoviliza.
En el caso de la comunidad homosexual sus demandas son muy precisas, exigen tener los mismos derechos que los heterosexuales, incluyendo el de formar una familia y el reconocimiento, por parte del Estado, de su unión marital; pero nada más. Esto es, que no existe una especie de programa ideológico global a partir del cual planteen la transformación de la sociedad, aunque el reconocimiento de sus derechos es en si mismo un paso sustantivo hacia la construcción de un entorno social más igualitario y democrático.
No obstante, este no es el aspecto medular que quiero abordar en este texto, sino más bien el muy rudimentario y hasta cerril manejo conceptual del debate entre los presuntos conservadores y liberales, en torno al derecho de adopción que tienen los matrimonios gay.
En estos días en que la información política escasea debido a que el año apenas va calentado sus motores, cualquier controversia por muy nimia que sea, capta la atención de los comentaristas, periodistas y ociocólogos profesionales, exhibiendo la pobreza de sus argumentos, la debilidad de sus edificios conceptuales y su presteza a participar en cualquier controversia.
Lo anterior viene a colación por la polémica que ha causado la opinión vertida por un conductor de Televisa en su noticiario matutino, respecto al tema mencionado líneas arriba.
Sucede que Esteban Arce, que es el conductor de marras, dijo que los matrimonios gay no podían formar una familia porque eso no era “lo normal” dado que la naturaleza ha establecido que la procreación sólo puede surgir por la unión de un macho y una hembra.
Esto dio pauta a que en las redes sociales, que espero en Dios pronto pasen de moda para que la capacidad de pensar y de formular ideas que contengan más de 140 caracteres no quede permanente atrofiada, se generara una especie de linchamiento mediático hacia el conductor, y de paso otra escaramuza de sombrerazos y mentadas de madre entre quienes están en contra de los matrimonios gay y quienes están en contra de los que están en contra de estar a favor; o sea, entre los ociosos y pendencieros de un lado y de otro que pasan el día cambiando su estatus en facebook y twitter.
Lo interesante es que los supuestos liberales intentaron censurar la libertad de expresión del conductor Arce y lo triste es que un sujeto de tan bajos vuelos intelectuales como éste, haya sido objeto de controversia.
Pero lo realmente lamentable fue que el debate no haya ido más allá de exigir la renuncia del conductor a su programa, o de tratar de coartar su libertad de expresión así la haya empleado para calificar como antinatural la posibilidad de existencia de una familia formada por una pareja del mismo sexo y un hijo adoptado, para plantear argumentos de fondo tanto de un lado como del otro para sustentar sus posiciones sobre ese tema.
Los comentaristas de los medios electrónicos y la prensa escrita sólo se limitaron a ganar el aplauso y la admiración fácil de sus respectivos grupos, expresándose a favor o en contra del conductor, pero ninguno de ellos fue más allá a analizar el significado de lo normal y lo natural como puntos de referencia del debate sobre la homosexualidad y la posibilidad de construcción de nuevas formas de comunidad.
Así que como eso no sucedió, o cuando menos yo no me enteré de que haya sucedido, quiero plantear aquí algunas líneas generales de ese debate, aclarando -por si algún ortodoxo militante del conservadurismo llegase a leerme- que en lo personal estoy a favor de la libertad de expresión, de la igualdad jurídica como condición de desarrollo y consolidación de pautas de convivencia más democráticas, y del respeto a la diversidad de opiniones, confesiones de fe, preferencias políticas y orientaciones sexuales.
Asimismo me gustaría comentar que el insufrible Esteban Arce sólo ha sido el pretexto para venir a escribir esto, en un intento por aclarar el significado y alcance de los conceptos en un debate que ha pretendido tergiversalos y emplearlos para sustentar visiones oscurantistas y atávicas acerca de la naturaleza humana.
Así pues, en el siguiente post –que espero no demorar mucho en escribir- entraremos de lleno al análisis de los conceptos natural y normal, así de sus respectivas connotaciones.
El debate al que hago referencia es el generado por la aprobación de los matrimonios entre personas del mismo sexo en el Distrito Federal y la posibilidad de que puedan adoptar niños, el cual ha trascendido el ámbito local para situarse a nivel nacional y exhibir lo que apuntaba líneas arriba: el pésimo nivel argumentativo, cuando no de burda descalificación, entre girondinos y jacobinos región 4.
Por una parte se encuentran la iglesia católica y los grupos de extrema derecha representados por la Asociación Nacional de Padres de Familia, el Colegio de Abogados Católicos y algunos sectores del PAN, quienes argumentan que la reforma al Código Civil del Distrito Federal es un atentado en contra de la “celula fundamental” de la sociedad que es la familia nuclear tradicional, compuesta por padre, madre e hijos; así, en ése orden descendente de importancia.
Además, sostienen que la concesión del derecho de adopción a las parejas homosexuales es una aberración contra natura que podría generar un grave daño psicológico para los niños que llegasen a ser formar parte de los hogares así compuestos.
Del otro lado se encuentran los que ingenuamente tienden a idealizar a la comunidad homosexual como la vanguardia ideológica que representa todas las exigencias justas y los valores revolucionarios de igualdad, libertad y fraternidad, y piensan que simpatizar con sus demandas o defender sus derechos los hace mucho más progresistas y dignos de convertirse en ejemplos de la auténtica conciencia social que habrá de transformar el entorno general, cuando no necesariamente es así; antes por el contrario, suele suceder que una vez que un grupo que ha desplegado un intenso activismo político percibe que sus demandas y exigencias ha sido cumplidas o atendidas, baja la intensidad de sus manifestaciones e incluso se desmoviliza.
En el caso de la comunidad homosexual sus demandas son muy precisas, exigen tener los mismos derechos que los heterosexuales, incluyendo el de formar una familia y el reconocimiento, por parte del Estado, de su unión marital; pero nada más. Esto es, que no existe una especie de programa ideológico global a partir del cual planteen la transformación de la sociedad, aunque el reconocimiento de sus derechos es en si mismo un paso sustantivo hacia la construcción de un entorno social más igualitario y democrático.
No obstante, este no es el aspecto medular que quiero abordar en este texto, sino más bien el muy rudimentario y hasta cerril manejo conceptual del debate entre los presuntos conservadores y liberales, en torno al derecho de adopción que tienen los matrimonios gay.
En estos días en que la información política escasea debido a que el año apenas va calentado sus motores, cualquier controversia por muy nimia que sea, capta la atención de los comentaristas, periodistas y ociocólogos profesionales, exhibiendo la pobreza de sus argumentos, la debilidad de sus edificios conceptuales y su presteza a participar en cualquier controversia.
Lo anterior viene a colación por la polémica que ha causado la opinión vertida por un conductor de Televisa en su noticiario matutino, respecto al tema mencionado líneas arriba.
Sucede que Esteban Arce, que es el conductor de marras, dijo que los matrimonios gay no podían formar una familia porque eso no era “lo normal” dado que la naturaleza ha establecido que la procreación sólo puede surgir por la unión de un macho y una hembra.
Esto dio pauta a que en las redes sociales, que espero en Dios pronto pasen de moda para que la capacidad de pensar y de formular ideas que contengan más de 140 caracteres no quede permanente atrofiada, se generara una especie de linchamiento mediático hacia el conductor, y de paso otra escaramuza de sombrerazos y mentadas de madre entre quienes están en contra de los matrimonios gay y quienes están en contra de los que están en contra de estar a favor; o sea, entre los ociosos y pendencieros de un lado y de otro que pasan el día cambiando su estatus en facebook y twitter.
Lo interesante es que los supuestos liberales intentaron censurar la libertad de expresión del conductor Arce y lo triste es que un sujeto de tan bajos vuelos intelectuales como éste, haya sido objeto de controversia.
Pero lo realmente lamentable fue que el debate no haya ido más allá de exigir la renuncia del conductor a su programa, o de tratar de coartar su libertad de expresión así la haya empleado para calificar como antinatural la posibilidad de existencia de una familia formada por una pareja del mismo sexo y un hijo adoptado, para plantear argumentos de fondo tanto de un lado como del otro para sustentar sus posiciones sobre ese tema.
Los comentaristas de los medios electrónicos y la prensa escrita sólo se limitaron a ganar el aplauso y la admiración fácil de sus respectivos grupos, expresándose a favor o en contra del conductor, pero ninguno de ellos fue más allá a analizar el significado de lo normal y lo natural como puntos de referencia del debate sobre la homosexualidad y la posibilidad de construcción de nuevas formas de comunidad.
Así que como eso no sucedió, o cuando menos yo no me enteré de que haya sucedido, quiero plantear aquí algunas líneas generales de ese debate, aclarando -por si algún ortodoxo militante del conservadurismo llegase a leerme- que en lo personal estoy a favor de la libertad de expresión, de la igualdad jurídica como condición de desarrollo y consolidación de pautas de convivencia más democráticas, y del respeto a la diversidad de opiniones, confesiones de fe, preferencias políticas y orientaciones sexuales.
Asimismo me gustaría comentar que el insufrible Esteban Arce sólo ha sido el pretexto para venir a escribir esto, en un intento por aclarar el significado y alcance de los conceptos en un debate que ha pretendido tergiversalos y emplearlos para sustentar visiones oscurantistas y atávicas acerca de la naturaleza humana.
Así pues, en el siguiente post –que espero no demorar mucho en escribir- entraremos de lleno al análisis de los conceptos natural y normal, así de sus respectivas connotaciones.
3 comentarios:
Mi estimado:
Pues a mi no me preocupa ni la discusión, ni la posición de la Iglesia, ni la división de opiniones entre a favor y en contra.
Lo realmente preocupante es que exista todavía gente que se entretenga y se entere de los comentarios que se tratan en tan singular programa, del cual sólo conocí su existencia gracias al debaste.
De todo el tema que refieres, también tengo mis pros y contras al respecto, porque ni todos son normales, ni todos son naturales, somos una extraña mezcla de ideas y pensamientos que nos hacen también no absolutistas, sino entes que llevamos dentro el bien y el mal incluido.
Esperamos la segunda parte pero ya... no te tardes.
Este post me recordó una canción de R.E.M. de hace algunos ayeres "Losing my religion" por asociación de ideas directamente a las vedettes de ocasión que gustan de aventarse palomazos en escenarios de ocasión.... y es que la rola en cuestión tiene un par de líneas que rezan:
That's me in the corner
That's me in the spotlight
ya sabes.... por aquello del protagonismo.
Y también por asociación de ideas con eso de la Libertad, Igualdad y Fraternidad recordé a mi maestro de teoría social, Don José González Torres, q.e.p.d (si, era de "esos" Glez. Torres) que nos decía con un dejo de valemadrismo:
laisser faire et laisser passer
(dejar hacer y dejar pasar)
en un intento de disfrazar inutilmente su ultraconservadurismo cuando en algun momento se habló del tema homosexual en el aula de la universidad católica a la que asistí.
en fin... nada más allá de los ecos de voces rancias que inevitablemente en algún momento serán acalladas por la propia evolución social.
Gran problema por resolver el que enfrentan ahora nuestros dirigentes sociales; dado lo delicado de la situación y los inumerables cambios que han sufrido la moral y la ideología a lo largo de la historia de la humanidad, creo que la batalla será extenuante.
Nada fácil emitir un juicio; aunque a favor del cambio, la libertad de ser y la libertad de expresión, mi apreciación quizá un poco miope y moralista me dice que la sexualidad se elige libremente y ese derecho permanece a pesar de lo que la sociedad dicte como normal y en ese aspecto me pregunto: Si naturalmente el ser humano sufre de serios desajustes emocionales y psicologicos viviendo en este mundo de forma normal ¿Cuanto se arriesga a un ser humanos a sufrir estos desajustes al momento de someterlo a una vida a-normal?.
En mi opinión los derechos del ser humano también tienen un límite y ese esta justo donde empiezan los derechos del otro. Y dicho sea de paso aunque no tanto cuando alguién decide vivir su sexualidad de manera diferente debe ser consciente de los derechos y placeres que humanamente pierde.
Es cuestión de elección y desición una teoría simple: No se puede tener todo en la vida, incluso si eres un excelente ser humano.
Y bueno este es un mundo cambiante al que uno debe adaptarse cada día apesar de ser "toute demodée".
Espero que no me pase lo mismo que ase locutor que menciona que si algún día lo he escuchado ni lo recuerdo, aunque hay que reconocer que hacen falta pantalones para hacer uso de la libertad de expresión algunas veces...
¡mundo, mundo! si giras y giras ¿Cuando giraras a mi favor?...
Saluditos azucarados...
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