Aunque parezca insensiblemente socialista y sea una forma poco amable de comenzar a escribir después de no hacerlo durante mucho tiempo, debo hacerlo: México de siempre ha sido un país clasista que se niega a asumirse como tal.
Luego, para matizar un poco debo expresar también que México es un país aspiracionista, y por tanto, y en cierta forma, inconforme; aunque es conveniente precisar que tal aspiracionismo no está animado por el genuino impulso de transformar el estado actual de las cosas, sino de aparecer ante los demás como políticamente correctos.
Así pues, el México clasista es el que se empeña en estigmatizar a los sectores menos afortunados que integran su sociedad. Es el que emplea en forma peyorativa la palabra “indio” para denostar al integrante de alguna etnia y el que califica como “naco” a todo lo que considera kitsch, aunque ignore el significado de esta palabra.
Curiosamente el clasismo mexicano no es exclusivo de los sectores más cultos o refinados, sino más bien una prerrogativa de todas las clases sociales; esto por la simple razón de que carecemos de una tradición aristocrática gracias al resentimiento guardado por los españoles criollos hacia a los peninsulares, que propició que durante la guerra de Independencia los echaran del país con todo y sus linajes y títulos nobiliarios.
Un claro ejemplo de que en México hasta el clasismo es sui generis lo constituye “doña Florinda”, ese personaje de la serie de televisión “El Chavo del Ocho”, creada por Roberto Gómez Bolaños y transmitida por Televisa, en la que se relataban las vicisitudes cotidianas de una vecindad del centro de la Ciudad de México en los años setentas.
Florinda Corcuera y Villalpando, nombre completo del personaje en cuestión, es una viuda que en varios de sus diálogos emplea la frase “chusma” para referirse al resto de los habitantes de la vecindad, a quienes siempre mira con desprecio no obstante pertenecer a la misma clase social. Lo que es más, “doña Florinda” ni siquiera es una mujer culta como para tener, si quiera por virtud del conocimiento, la licencia de menospreciar a sus vecinos por ignorantes. Incluso, en el colmo de su patetismo, su máxima aspiración es ser conquistada por el mediocre profesor de primaria de su hijo.
Pero en forma simultánea al clasismo como práctica social, en México también existe una clara noción de lo políticamente correcto, que entra en tensión con el primero y genera una especie de crisis de conciencia que se agrava en la medida en que la tradición cristiana católica ha permeado bastante profundo en la configuración de la mayoría de nuestras nociones morales y éticas.
Así, es como se explica la segregación y discriminación de los grupos étnicos marginados y los migrantes centroamericanos que además son vejados por las corporaciones policíacas federales y estatales, en coexistencia con la indignación por la promulgación de la ley SB 1070 de Arizona. O bien, las marchas en contra de la delincuencia y la inseguridad en las que los mismos que acuden vestidos de blanco se muestran indiferentes ante los pobres y la pobreza, que en gran medida es un factor que orilla a la comisión de actividades delictivas.
Incluso en este ejemplo se puede observar la otra característica de nuestra desdichada idiosincrasia, es decir, el aspiracionismo. Asistir a una marcha cuyo móvil es exigir a las autoridades combatir la inseguridad pública sería una actividad genuina si se hiciera con plena conciencia de la complejidad del problema, de que no se trata solamente de que existan malos porque son malos, sino también porque existe una forma de distribuir los beneficios producidos por el sistema económico que es inequitativa, y que en último término es lo que se debería de cambiar.
Sin embargo la gran mayoría de quienes asisten lo hacen con aspiración de ser parte de un modelo de ciudadano de ocasión, o bien, para sentirse momentáneamente parte de algo importante sólo porque así es comúnmente percibido.
No obstante, tanto el aspiracionismo como el clasismo y la corrección política tienen un origen común que podría ubicarse en lo que me he tomado la licencia de llamar el “síndrome de Benito Juárez”, que explicaré en la siguiente entrega de este texto, pero que adelanto que tiene que ver con la historia del personaje al que hace alusión. Como se sabe, la historia lírica de Benito Juárez García habla de un indígena oaxqueño que a fuerza de voluntad y espíritu de supervivencia llegó a ser presidente de México. El síndrome que lleva su nombre tiene que ver precisamente con las vicisitudes y la forma en que influyen en la conformación del carácter y el ethos personal.
Un saludo para los que todavía vienen por aquí. El otro día estaba leyendo uno de los post anteriores y resulta que sí hay gente que los lee y hasta deja comentarios. Muchas gracias por leerme.
5 comentarios:
Coincido plenamente en que el Chavo del 8 y la Iglesia han sido piezas fundamentales de la situacion social mexicana coadyuvados definitivamente por la clase politica nacional que en su propia arena han generado una apatia etica y cultural cimentando firmemente lo que has comentado elegantemente en tu post, el clasisismo y la onda aspiracional.
Espero con mucho interes el post sobre el benemerito de las americas.
Me gustó mucho esta entrada... Hace muchos días no sabía de ti y vuelves con ésta graciosa analogía entre tu país y el chavo!... Genial!.
No obstante creo que ese clasismo existe en todos los países de América que fueron conquistados por la "realeza" española... He ahí el legado más propio español que nos dejaron esos hijos de p...
Pues siempre, sin importar el estrato, nos sentiremos más europeos que los argentinos... Eso va en la sangre de los latinos, que nunca estaremos felices con lo que tenemos, pues tenemos el síndrome de la comparación, y eso es lo malo.
Me gustó, como te lo dije al principio, pero me gustó más saber que estás bien.
Saludos mi insensible socialista... Jajaja
Paola
Muchas gracias a mi siempre paciente y persistente amigo Juan Valenzuela, así como a mi entrañable Paola Estrada por continuar leyéndome.
Efectivamente, nuestras prácticas culturales se refuerzan y reproducen con los contenidos de los programas transmitidos por los medios masivos de comunicación. Y sí, el problema del clasismo y el aspiracionismo es generalizado en América Latina y pienso que también en la gran mayoría de los países subdesarrollados, porque se trata de conductas sociales que responden a los estímulos que llegan desde los países-metrópoli, es decir, a todo eso que nos presentan como patrones de vida a los que debemos de aspirar.
Otro ejemplo interesante de clasismo y aspiracionismo que ya no pude meter en el post es el de Gordonflo Gelatino, el personaje de Los Polivoces (Paola, probablemente tú no los conozcas, pero si puedes búscalos en YouTube porque son muy divertidos) que decía "¨¡ahí madre!" y que vivía también en una vecindad a expensas de su madre anciana.
En fin, que gracias nuevamente por leerme.
Un abrazo para los dos.
Víctor
Muy interesante y cierto lo que dices; es para mi una manera más de establecer el status quo y que se conserven privilegios de dicha oligarquia que a fuerza de enajenacion, se quiere como se dice: "blanquear el gusto de los mexicanos" en donde lo autóctono que es gradualmente destruido queda coartado por otra "cultura" que generó dicho proceso de mestizaje, creando una fusion que con el tiempo asentaron las bases de esta sociedad y como fue ese proceso de que lo indigena, era "de mal gusto" y para mi es simplemente que las clases con mas poder adquisitivo en su aseguramiento de dominar masificadamente nos metieron el rollo de la religion, la corona española, titulos nobiliarios que si bien existia clasismo en.la época prehispanica, no ese racismo generalizado y ese complejo de inferioridad de muchos mexicanos por ocultar lo aborigen y exaltar lo europeo frente a la tipica aspiracion de parecer de primer mundo, pero culturalmente inmerso en el mestizaje y creo yo que hay que defendernos de estos burguesitos de mierda como diria un amigo, ya que se nos inculca el individualismo en una sociedad tan fragmentada e individualista por otra parte nuestro vecino del norte que por el simple hecho de ser la potencia del imperialismo en su máxima expresion han ayudado a generar aun mas violencia entre los mismos pueblos Latinoamericanos y esto se puede ver hasta en la ideologia, se habla de union pero es algo que realmente no existe, se habla de patriotismo y nuestros gobiernos que se proclaman muy "de y para la nacion" son dictaduras pseudodemocraticas entreguistas a los intereses de los E.U.A en una globalizacion tan salvaje e imparable que es docilmente aceptada por los ciudadanos en ese aspiracionismo al que te refieres que es tomar como ejemplo a ese pais para el "desarrollo" de nuestros pueblos y salir asi del atraso, sin tomar en cuenta que Latinoamérica no es ni geograficamente igual para que dicho modelo de progreso que es bastante realativo y que desgraciadamente se piensa que es el "mejor" ignorando la invasion, exterminio, guerras y destruccion de ecosistemas que su "desarrollo" expancionista ha logrado a base de muerte, dolor y se impuso la ideologia de las oligarquias que hicieron fortunas con la guerra y destruccion, tan salvajes y aun en sus protocolarios cliches de "refinamiento" los de "arriba" se dicen ser los más civilizados.
Saludos desde Chile. Sucede lo mismo aca.
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