Sé que el título que escogí para esta entrada es como para una película ochentera protagonizada por Pedrito Fernandez y Tatiana, pero no se me ocurrió otro para escribir acerca de la llegada de esa estación del año por estos lares de la Tierra.
A diferencia de Estados Unidos, donde el verano se caracteriza por días soleados y temperaturas infernales, en México ese ciclo climático se caracteriza por la caída de lluvias torrenciales en buena parte del territorio del país, así como por el azote de huracanes en las regiones costeras.
Quizá los únicos estados que padecen los calores veraniegos son los del norte: Nuevo León, Chihuahua y Sonora, pero en lugares como la Ciudad de México en lugar de sacar las bermudas sacamos los paraguas y los impermeables y nos resignamos a llegar con retraso a todas partes por la ralentización del tráfico a causa de los chaparrones que se dejan caer en toda la ciudad.
Y como muestra, para quienes no viven en el DF, les pongo una foto que tomé hace apenas dos días, de una enorme nube negra que se cernió sobre el centro-poniente de la capital.
No sé a ustedes, pero a mi me impresionó
Por cierto, es la misma vista, pero un día de diciembre
Tengo para mi que estos días lluviosos producen muchas sensaciones en las personas y creo que hasta las incitan a reflexionar mientras viajan encerrados en la soledad de sus automóviles, en los largos estacionamientos de las avenidas congestionadas, o en el transporte público, que con la transpiración de sus usuarios se vuelve un interesantísimo y variado buffet de olores.
Al retrasar la movilidad en la ciudad, la lluvia brinda un tiempo de ocio que en algún momento es ocupado por los pensamientos, que van desde la programación mental de las actividades pendientes, hasta la introspección exploratoria de algunos recovecos de la existencia.
A mi, por ejemplo, me dio la oportunidad de pensar en escribir estas líneas que ahora leen los dos o tres lectores que han pasado en forma aleatoria por este lugar. Y desde luego que también me ha dado la oportunidad de pensar en muchas otras cosas que iré escribiendo por aquí, en este nuevo intento por regresar a los orígenes, aunque no por ello igual que antes.
Al paso de tiempo las personas evolucionamos, cambiamos algunas estructuras de pensamiento y damos la oportunidad a nuevas sensaciones y experiencias. En este sentido, el yo que escribe estos párrafos no es el mismo que un día, impulsado por la necesidad de hacer de la escritura una terapia para aliviar un dolor del alma, abrió este espacio allá por enero de 2007.
Antes solía decir que la palabra "maduración" en el sentido de acumulación de experiencias de vida y aprendizajes, sólo podía aplicarse a las frutas, pero ahora comienzo a creer que también puede aplicarse a las personas. El yo que tenía 26 años ha evolucionado hasta convertirse en un yo maduro de 30, sin que eso conlleve necesariamente a la frívola crisis de los 30, que sólo ataca a ciertas personas vacuas que se rehúsan a asimilar que han crecido y que deben asumir nuevas responsabilidades y perspectivas de la realidad.
En fin, que estoy de vuelta y espero no desistir en el camino. Tal vez he perdido el estilo socarron y corrosivo, pero intentaré rescatarlo, rehabilitarlo o desempolvarlo, para compartir con ustedes mi muy peculiar y caustica forma de ver la realidad.
Un saludo afectuoso para quienes me leen!
1 comentario:
las lluvias, lo gris y las demas particularidades veraniegas entran en el crisol de la vida y asi como es deprimente ese cielo gris, tambien lo son esos lugares paradisiacos abarrotados de gente vacacionista que esta "disfrutando" y, afortunadamente, dejandonos disfrutar a nosotros tambien.
Entonces, ¿ya 3 decadas? ahora si empieza lo mero bueno... ya lo verás.
Saludos de vuelta.
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