Entre tanta sandez que he publicado aquí (171 posts, si he de creer en la cifra que aparece en el archivo), francamente no recuerdo si ya había publicado el siguiente texto en una ocasión anterior.
En caso de que así haya sido, no está de más volverlo a leer, y en caso de que no, pues es aquí ofrezco un buen compendio de ideas, propicias para quienes encuentran en las fechas venideras el pretexto ideal para sumirse en una profunda depresión, y compartir su amargura y sus frustraciones con toda la gente que hay a su alrededor. Con un poco de suerte y alguna de mis sugerencias, seguramente lograrán fastidiarles la vida a sus amigos y familiares en momentos tan emotivos como la cena de Navidad, o la cena de Año Nuevo.
En lo personal, después del mes de Febrero, mes de fiesta nacional por la conmemoración del natalicio de uno de los mayores próceres intelectuales de esta patria de globos y bicicletas; Diciembre es mi época favorita del año. A excepción, desde luego, de los días de compras en el centro comercial, las últimas semanas del año siempre han sido para mi y mi familia (sí, tengo familia, mamá y papá; especialmente mamá, lo digo por aquellos que han pensado que no tenía) motivo de reuniones, fiestas, besos y apapachos.
De manera que en estas épocas la depresión no entra en mi agenda social, o si acaso, queda relegada al último lugar.
En fin, si me autoreciclo es porque en estos días no he tenido mucho tiempo para pensar en alguna otra estupidez original. Esto lo digo especialmente por aquel horrorizado lector anónimo, cuyas neuronas funcionales atinadamente le hicieron ver el propósito, el sentido y la razón de este blog: ninguna de provecho.
En caso de que algún inexplicable y mórbido impulso visceral le haya incitado a regresar a este bodrio insulso y rebosante de nimiedades, le invito a que se cuestione el por qué vino nuevamente a leerme. Sea como fuere, usted siempre tendrá la libertad de darle click al tachecito que aparece en la esquina superior derecha de esta ventana. De esa manera se librará de tanta estupidez, y podrá dispendiar mejor su tiempo en la red, mirando pornografía, leyendo las reseñas de los nuevos libros de su autor latinoamericano favorito, o visitando otros blogs tanto más sustanciosos.
En fin, ahí va mi método para sufrir, especialmente dedicado a los dos habituales lectores de este espacio:
Método para sufrir I
La depresión se manifiesta de diferentes maneras en cada persona que la experimenta. Así, hay quienes durante un episodio depresivo bajan de peso a causa de la falta de apetito y de la nausea que les produce su propia existencia; otros emprenden la “retirada a la ciudadela interior” -como diría Epicteto- esto es, a la autoexclusión del mundo; otros más intentan infructuosamente anclarse a cualquier manifestación de fe, convirtiéndose o en beatos amargados o en peones cautivos del fanatismo religioso.
En lo personal encuentro en la depresión un excelente pretexto para dedicarme a leer, pensar y escribir, pues siendo un hedonista consistentemente inconsistente -como Unamuno- soy de la opinión de que todo lo que le esté dado a percibir a los sentidos debe ser disfrutado
Sin embargo, no se trata de una actitud sufrida sino sufridora; actitud por cierto de factoría ciento por ciento mexicana, pues quién si no José Alfredo Jiménez en la música y Marga López en el cine, enseñaron al mundo que hasta para sufrir hay que tener estilo.
De hecho escribo porque como Imré Kértesz, he descubierto que a través de la escritura no busco la alegría “sino todo lo contrario: que por medio de la escritura busco el dolor, el dolor más intenso, casi insoportable” porque sólo el dolor es quizá la única e intransferible sensación que nos revela en su manifestación sobre el alma o el cuerpo, nuestra singularidad y unicidad en el mundo.
En otras palabras, de la depresión y el dolor es éste ultimo el que debido a su propia esencia, sólo puede experimentarse en la intimidad del alma y por tanto no puede compartirse, ni comunicarse a nadie más, por el hecho de que todos y cada uno lo padecemos en modos diversos; de lo que se deduce la inexistencia de una formula general para superar el dolor. Es más, quien intenta mostrar su dolor, además de fracasar porque ni siquiera las palabras son suficientes y precisas para describirlo, lo que pretende en el fondo es ganar compasión y condescendencia.
En lo que a mi concierne, me disgusta andar por la vida exhibiéndome como un indigente harapiento y maloliente que vaga por la larga y tortuosa calzada del dolor causando lástima. Por el contrario, me asumo como un “estoico sufridor”, que soporta el dolor y el sentimiento trágico de la vida -que es la conciencia de nuestra condición finita en un entorno natural y cósmico que ya estaba aquí cuando nosotros llegamos procedentes de ninguna parte y que lo seguirá estando aun cuando nos hayamos ido con igual destino.
De modo pues, que lo no me mata, me hace fuerte.
A esta hora ya se habrá percibido que en esto de las noches oscuras del alma tengo ya -modestia aparte- el camino andado, y a fuerza de hurgar en el abismo de la existencia he desarrollado un sencillo método para disfrutar placenteramente de la depresión y el dolor que a menudo son compañeros más constantes en el curso de nuestras vidas, que la alegría y la felicidad, que más bien son quimeras o, en el mejor de los casos, utopías que sólo pueden existir como ideas no reificables en la realidad concreta, ésa en la vemos lo que otros ven y sentimos lo que otros sienten.
La depresión se manifiesta de diferentes maneras en cada persona que la experimenta. Así, hay quienes durante un episodio depresivo bajan de peso a causa de la falta de apetito y de la nausea que les produce su propia existencia; otros emprenden la “retirada a la ciudadela interior” -como diría Epicteto- esto es, a la autoexclusión del mundo; otros más intentan infructuosamente anclarse a cualquier manifestación de fe, convirtiéndose o en beatos amargados o en peones cautivos del fanatismo religioso.
En lo personal encuentro en la depresión un excelente pretexto para dedicarme a leer, pensar y escribir, pues siendo un hedonista consistentemente inconsistente -como Unamuno- soy de la opinión de que todo lo que le esté dado a percibir a los sentidos debe ser disfrutado
Sin embargo, no se trata de una actitud sufrida sino sufridora; actitud por cierto de factoría ciento por ciento mexicana, pues quién si no José Alfredo Jiménez en la música y Marga López en el cine, enseñaron al mundo que hasta para sufrir hay que tener estilo.
De hecho escribo porque como Imré Kértesz, he descubierto que a través de la escritura no busco la alegría “sino todo lo contrario: que por medio de la escritura busco el dolor, el dolor más intenso, casi insoportable” porque sólo el dolor es quizá la única e intransferible sensación que nos revela en su manifestación sobre el alma o el cuerpo, nuestra singularidad y unicidad en el mundo.
En otras palabras, de la depresión y el dolor es éste ultimo el que debido a su propia esencia, sólo puede experimentarse en la intimidad del alma y por tanto no puede compartirse, ni comunicarse a nadie más, por el hecho de que todos y cada uno lo padecemos en modos diversos; de lo que se deduce la inexistencia de una formula general para superar el dolor. Es más, quien intenta mostrar su dolor, además de fracasar porque ni siquiera las palabras son suficientes y precisas para describirlo, lo que pretende en el fondo es ganar compasión y condescendencia.
En lo que a mi concierne, me disgusta andar por la vida exhibiéndome como un indigente harapiento y maloliente que vaga por la larga y tortuosa calzada del dolor causando lástima. Por el contrario, me asumo como un “estoico sufridor”, que soporta el dolor y el sentimiento trágico de la vida -que es la conciencia de nuestra condición finita en un entorno natural y cósmico que ya estaba aquí cuando nosotros llegamos procedentes de ninguna parte y que lo seguirá estando aun cuando nos hayamos ido con igual destino.
De modo pues, que lo no me mata, me hace fuerte.
A esta hora ya se habrá percibido que en esto de las noches oscuras del alma tengo ya -modestia aparte- el camino andado, y a fuerza de hurgar en el abismo de la existencia he desarrollado un sencillo método para disfrutar placenteramente de la depresión y el dolor que a menudo son compañeros más constantes en el curso de nuestras vidas, que la alegría y la felicidad, que más bien son quimeras o, en el mejor de los casos, utopías que sólo pueden existir como ideas no reificables en la realidad concreta, ésa en la vemos lo que otros ven y sentimos lo que otros sienten.
3 comentarios:
La alegría es una sensación relativa tanto más intensa cuanto más profundo sea el pozo del que vienes. Se establece de este modo un movimiento armónico simple de energía vital que incrementa o desinfla el ánimo. La otra opción es permanecer estable dentro de la gravedad; sufriendo poco pero de manera constante. Al final, los esfuerzos emocionales puntuales se acaban pagando más caros que los continuados del mismo modo que correr con cambios de ritmo agota más al corredor de fondo que hacerlo de un modo regular (aunque la velocidad media y la distancia sea idéntica). En esencia, deprimirse acorta la vida, pero quién quiere vivir largo tiempo?
No era disfrute del sufrimiento lo que defendía Kurt Kobain con su atormentada vida? Murió a los 27. Como Janice Joplin y Jimmy Hendrix.
Un saludo!
Tiene razón. No me había dado cuenta de que podía bloquear su página en mi equipo, gracias, lo haré después de publicar el presente y si llegue aquí fue por puro error de dedo y... si, volví, volví pero lo hice porque me dio curiosidad, sabiendo de ante mano que escribiría algo referente a mi mensaje: simple curiosidad, no se emocione. Ya sabe que los seres humanos somos curiosos por natura.
Y no soy anónimo, cuando guste ya sabe.
Por cierto, ni leo barbarismos (por decirlo de alguna forma) ni tampoco soy tendiente a la pornografía, quizás usted señor profesor sea mejor en eso quehaceres vulgares.
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