19 dic 2007

Método para sufrir II

El método es muy sencillo, tanto que incluso puede parecer poca cosa para aquellas almas exigentes que esperan grilletes, ascetismo y flagelaciones purificadoras. Por el contrario, se trata de leer, de escuchar alguna que otra canción que evoque algún recuerdo sea bueno o malo, y preguntarse permanentemente por qué la vida (la propia claro está) es miserable. Talvez nunca se encuentre una respuesta concluyente, pero en el intento se habrán de formular hipótesis interesantes y quizá hasta se descubra el sentido de la existencia.

En la parte de las lecturas recomiendo mi top 5 de libros no aptos para suicidas potenciales, ordenados en orden de preferencia:

1. El sentimiento trágico de la vida – Miguel de Unamuno. Simplemente es mi biblia personal, pues prefiero buscar en la filosofía las respuestas a las interrogantes que me plantea el vivir cotidiano, más que en la religión, porque al menos aquella exige cierto esfuerzo intelectual y no la mera aceptación de los dogmas de fe.

Pero no es sólo esa la única razón por la que el libro de Unamuno es mi preferido, sino principalmente el hecho de que me identifico plenamente con la descripción que hace de si mismo Don Miguel cuando afirma: “sé que no faltará el lector insatisfecho, educado en un dogmatismo cualquiera que dirá: ‘este hombre no se decide, vacila; ahora parece afirmar una cosa, y luego la contraria; está lleno de contradicciones, no le puedo encasillar; ¿qué es?’ Pues eso, uno que afirma contrarios, un hombre de contradicción y pelea, como de si mismo decía Job: uno que dice una cosa con el corazón y la contraria con la cabeza, y que hace de esta lucha su vida. Más claro ni el agua que sale de la nieve de las montañas”.

2. El amor dura tres años – Frédéric Beigbeder. El amor tal como nos los retrataron en los cuentos de hadas, que posteriormente se trasladaron a la novela romántica y continuaron su viaje por el tiempo hasta convertirse en los actuales clichés del cine y la televisión, es una gran estafa. Simplemente el amor es imposible, cuando menos para nosotros los simples y ordinarios mortales.

3. Kaddish por el hijo no nacido – Imré Kertész. Además de Karol Wojtyla y este otro polaco (siniestro también, porque todos los polacos son siniestros), no conozco a ningún otro hombre al que sólo pueda conmoverle su propia imagen en el espejo, porque en ella se refleja, condensado, el drama de la historia que es imborrable de la memoria, pues como el mismo Kertész afirma: “… simplemente no está en nuestras manos, no podemos olvidar, hemos sido creados así, vivimos para saber y para recordar…”. De aquí que sea absurdo tratar de olvidar, pues el recuerdo queda como un sello en la memoria, a veces para avergonzar, a veces para sonreír cuando es evocado.

4. La insoportable levedad del ser – Milán Kundera. He aquí nuevamente el recurrente tema del amor que tantas neuronas me ha costado pensarlo, reflexionarlo y analizarlo desde hace mucho tiempo. Kundera nos ofrece en esta historia una lección magistral: el amor es cualquier cosa, menos felicidad.

5. Los dados eternos – César Vallejo. Dios, la fe, lo absoluto, el sentimiento de abandono. Temas que no pueden faltar en un verdadero episodio depresivo; de lo contrario sirva de muestra un fragmento de este poema: “Dios mío, estoy llorando el ser que vivo […] Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios”. Y otro más: “Hay ganas de’… no tener ganas. Señor, a ti yo te señalo con el dedo deicida: hay ganas de no haber tenido corazón”.

En la parte del pensamiento y la reflexión recomiendo ampliamente las preguntas que de forma jocosa pero corrosiva se formula Marc Marronier, en la novela de Beigbeder:

“Resulta bastante exasperante darse cuenta de que uno se hace las mismas preguntas que todo el mundo. Es una lección de humildad.

¿Hago bien abandonando a alguien que me quiere?
¿Soy un hijo de puta?
¿De qué sirve la muerte?
¿Voy a cometer las mismas estupideces que mis padres?
¿Se puede ser feliz?
¿Es posible enamorarse sin que la cosa termine en sangre, esperma y lágrimas?
¿No podría ganar más trabajando menos?”

Ahora que si de plano se trata de entrar en una verdadera crisis de referentes ontológicos, pues qué tal esta reflexión de Catón:

Nunquam se plus agere quam nihil cum ageret, nunquam minus solum esse quam cum solus esset.

… y bueno, ahí va la traducción para los legos que no saben latín:

Nunca está un hombre más activo que cuando no hace nada, nunca está menos solo que cuando está consigo mismo.

Lo que sugiere en realidad Catón es dejarse de payasadas respecto al sentimiento de soledad, porque estar solo significa en, estricto sentido, estar muerto… en fin, es un rollo filosófico que bien podría ser completado con las sencillas preguntas que formula la gran Hannah Arendt: ¿qué “hacemos” cuando no hacemos sino pensar? ¿dónde estamos cuando , normalmente rodeados por nuestros semejantes, estamos sólo en compañía de nosotros mismos?

Esta serie de preguntas y los intentos por responderlas, bien podrían ser acompañadas de música ad hoc; sin embargo, se sugiere evitar escuchar las canciones del Serrat del personal de servicio, mejor conocido con el nombre de Arj… ¡ese!, porque para escuchar estupideces, con las que dicen de forma espontánea y hasta divertida nuestros políticos y presentadores de televisión, tenemos más que suficiente.

En contraste, sugiero escuchar a María Dolores Pradera, Luz Casal y, por supuesto, al mero mero apologista de la depresión catinesca: José Alfredo Jiménez.

Hace poco tiempo llegó a México un nuevo negoci… perdón, culto religioso, proveniente de Brasil. Se trata de la Iglesia Universal del Reino del Dios, que ha conseguido hacerse de muchos client… perdón, fieles, mediante un slogan que se exhibe en las marquesinas de las bodegas que han alquilado como templos: “pare de sufrir”.

No quisiera entrar en las arenas movedizas de la intolerancia religiosa, pero esa invitación -bastante sugerente si se toma en cuenta la decadencia de la sociedad contemporánea- es prácticamente una invitación a dejar de vivir, porque el sufrimiento sólo puede llegar su fin con la muerte y ni siquiera sabemos si aun después de ese estado biológico podremos realmente librarnos de sufrir.

De modo, pues, que de lo que se trata esta vida no es en modo alguno de intentar dejar de sufrir, sino de sufrir, y no morir en el intento.

3 comentarios:

MAEL dijo...

hola!!
cuando me revelo ante el sufrimiento siempre pienso...(y lo digo con un poco de temor ya que no se si sera un ofensa o un halago, pero al fin verdad) voy a ver que estupidez escribió hoy mi amigo Vitochas, (por cierto ya se ha convertido en uno de mis temas de conversación en la familia).
pero cuando realmente me permito sufrir cuando estoy al borde de la desesperación me da por escribir, anteriormente las hojas de mi diario tenían las marcas de mis lagrimas amargas, casi cobraban vida con el olor a tristeza que hemanaban cuando las releía;
es una suerte escribir desde lejos del teclado, aunque los klinex siempre delatan.
dudo mucho poder sufrir leyendo, sabe? cuando leo me gusta entender y analizar lo que leo y cuando uno sufre, al menos yo, no entiendo "ni madre" de la vida, del amor, de los sentimientos mucho menos voy entender lo que dice un libro; sin embargo ese que recomienda de "los dados eternos" promente sufrir conmigo, de manera que si logro conseguirlo en la infoteca prometo leerlo antes de que termine el año...
por si acaso me desaparesco de la vida virtual en estos días, le deseo una feliz navidad y mis mejores deseos para el próximo año.
saludos, un abrazo y un beso "NAVIDEÑOS" con mucho cariño para usted.
hasta pronto.

carlitos dijo...

Hola, se oyen bien lo de los libros. Aunque muchas posibles respuestas, quedan al aire y siempre tienes que sufrir y arriesgarte.

saludos

Anónimo dijo...

Doctor (House) ya vi que anda de peleonero con quienes lo leen. Eso me extraña de usted, tan aristócrata.

Hubiera esperado como reacción su frío desprecio, pero en cambio se puso a responder como Fernández Noroña.

Qué seguirá Doctor?

Pero cuéntenos, dónde anda, qué hace en las vacaciones.

Yo por lo pronto me voy a comprar la antología de César Vallejo, los demás libros que recomienda ya los he leído, precisamente porque usted me los ha recomendado.

Cuídese Doctor, aquí seguiremos leyendólo.

Mauro