La patria entre mierda
Yo
Yo
me seco el orín en la bandera
de mi país,
ese trapo
sobre el que se acuestan
los perros
y que nada representa,
salvo tres colores
y un águila que me producen
un vómito nacionalista
o tal vez un verso
lopezvelardiano
de cuya influencia estoy lejos,
yo, natural de esta tierra,
me limpio el culo
con la bandera
y los invito a hacer lo mismo:
verán a la patria
entre la mierda
de un poeta.
Sergio Witz.
Este es el ¿poema? que le valió al pretendido “poeta” Sergio Witz (Campeche 1962), ser acusado por la Procuraduría General de la República, de cometer violaciones al artículo 191 del Código Penal Federal; así como también el ardid literario que le ha otorgado sus 5 minutos de fama en la prensa nacional, y una que otra reflexión escueta entre los analistas y comentaristas expertos en todología.
El día de ayer, 7 de Mayo del 2008, un juez federal encontró culpable al poeta de marras del delito de injuria contra los símbolos nacionales, y lo sentenció a pagar una ridícula multa de ¡50 pesos!
Es terrible, triste y preocupante que un personaje tan ordinario y hasta hace poco condenado a vivir bajo las sombras del anonimato y la medianía intelectual, sea ahora un candidato a héroe de la defensa de la libertad de expresión.
Es terrible, triste y preocupante que un personaje tan ordinario y hasta hace poco condenado a vivir bajo las sombras del anonimato y la medianía intelectual, sea ahora un candidato a héroe de la defensa de la libertad de expresión.
Sergio Witz Rodríguez
No obstante, esto se explica porque en política el heroísmo, el martirio, el caudillismo y demás fenómenos relacionados con el carisma, surgen, crecen y se reproducen, porque existen ingenuos, imbéciles y manipulables individuos, que con vagas concepciones ideológicas y endebles planteamientos teóricos, encuentran eco en agregados –por no decir masas- de individuos igualmente ingenuos, imbéciles y manipulables.
En el caso de nuestro poetita, se ha aducido una controversia entre la libertad de expresión y el respeto a la simbología que pretende otorgar identidad y cohesión a una diversidad cultural que se agrupa bajo el concepto de nación.
Sin embargo, lo cierto es que la libertad de expresión, cuando menos en sus inicios, estaba relacionada con la garantía de que las opiniones de los individuos libres respecto a los asuntos públicos, no fueran coartadas; así como tampoco sus ideas y doctrinas acerca del ejercicio del poder y de la relación entre el Estado y la sociedad.
Posteriormente, con la ampliación de la esfera pública, la libertad de expresión fue incluyendo otros tópicos, tales como la crítica directa a las cualidades y defectos de la personalidad de los gobernantes y los actores públicos.
Actualmente, esta libertad, que costó muchas vidas de personajes verdaderamente ilustres, cultos y combativos, ha degenerado en la salvedad de decir o escribir cualquier estupidez para demostrar que se vive en un clima de tolerancia y respeto.
No obstante, conciliar libertad, tolerancia y respeto en sociedades tan complejas y diferenciadas como las de hoy en día, resulta verdaderamente difícil. De manera que lo que para unos puede ser considerado libertad de expresión, para otros puede ser ofensivo e injurioso.
De ahí la necesidad de que intervenga el Estado para establecer ciertos criterios y puntos de referencia jurisprudenciales, para posibles situaciones similares en el futuro.
En el caso de Witz, el Estado actuó no para coartar la libertad de tal personaje para decir o escribir composiciones tan malas como aquél poema, sino para establecer un criterio acerca de los límites de los valores que sostienen la convivencia social y la dinámica política.
Y aunque en lo personal, y en términos estrictamente literarios, considero el “poema” de Witz una vulgaridad ramplona y deliberadamente provocadora, defiendo el derecho que tiene a publicar sus idioteces. Aunque la defensa de esa libertad individual y la notoriedad que ahora ha alcanzado este individuo, difícilmente le serán de utilidad para adquirir trascendencia más allá de la nota pérdida en las últimas páginas de los diarios, o en los pocos segundos de difusión de su imagen en los noticiarios televisivos.
En la introducción de una obra espléndida –The life of mind- Hannah Arendt abordaba el tema de la banalidad del mal, y encontraba que los autores de actos terribles no eran, ni por mucho, encarnaciones del mal, sino individuos ordinarios que sólo cumplían ordenes sin el mayor raciocinio.
Ahora que leía algunos artículos periodísticos acerca del supuesto conflicto de derechos desencadenado por la publicación del poema de Witz, he caído en la cuenta de la banalidad de la estupidez y la celebridad…
P.S De imaginaria. Los diputados priístas en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal planean dotar de 4 píldoras mensuales de Viagra a los ancianos (conmigo no va eso de “adultos mayores” o “adultos en plenitud”, porque son eufemismos bastante irritantes que faltan al respeto a la senilidad).
Yo me preguntó para qué, y me respondo que posiblemente para que les suceda lo mismo que al ancianito de 70 años que llega con el doctor a decirle que, a su edad, quiere tener un hijo… el resto del chiste creo que es ampliamente conocido, y aunque resulta jocoso, en el fondo apunta a un acto humillante.
Por qué no mejor se proponen combatir la inseguridad, o limpiar los parques, o reparar las luminarias… claro, porque eso no contribuye a la banalidad de su celebridad.
2 comentarios:
Doctor, ¿no ha considerado que si más de dos personas le han dicho elitista, eso puede ser verdad?
Cierto, el poema de Witz además de escatológico, es muy malo. Pero el hombre hizo un esfuerzo intelectual que tal vez sin proponérselo, lo llevó a la notoriedad. Así que no lo desdeñe.
Por otra parte, el conflicto entre derechos que supuestamente desató el poema de Witz, me parece inexistente. El hombre cometió un exabrupto que pudo ser considerado como ofensivo por otras personas, y en consecuencia fue sancionado. Pero nada más.
Qué sigue en su siguiente texto, Doctor; una reseña sobre algún libro de Coelho?
Es broma, ya sabe que se le estima.
Cuídese
Mauro
El poema de Sergio Witz no es precisamente una gran aportación literaria, pero si va a dotar de elementos que cuestionen el derecho a la libertad de expresión en nuestro país.
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