Cuál es la lectura que desde mi perspectiva profesional le doy a esta contingencia; pues en efecto, es de alarma.
Alarma porque el ánimo social podría desbordarse si el virus de la conspiracionitis resulta más contagioso que el swine flu, lo cual supondría un riesgo para la seguridad nacional y la gobernabilidad.
Si bien el Estado falló en la fase preventiva de una situación de esta naturaleza, parece que está haciendo lo correcto en la etapa reactiva. Por primera vez en mucho tiempo se está viendo al Estado en acción, articulado y cohesionado. Los divisionismos partidistas por el momento, y en el momento electoral, han pasado a segundo término.
La sociedad salió precisamente buscando al Estado y lo ha encontrado actuando de tal manera que los costos políticos, que son mucho más importantes que los costos económicos, serán mínimos cuando pase la contingencia.
Y en cuanto a la contingencia en si y sus costos sociales; hay que ponerla en perspectiva, a fin de disminuir los tintes alarmistas y desactivar las teorías de la conspiración, que por lo demás resultan mucho más sospechosas y desconfiables que la información oficial, porque su finalidad es precisamente provocar división y desconfianza.
En un país con 106 millones de habitantes, la muerte de 150-160 personas representa el .15 por ciento de la población. Son más las personas que mueren por accidentes viales (más de siete mil al año) o por ejecuciones relacionadas con el narcotráfico (el año pasado se murieron 5567 personas, 15.21 en promedio por día), que por un virus presuntamente mortífero; de hecho, y para ampliar un poco más la perspectiva, la tasa anual de muertes relacionadas con enfermedades pulmonares obstructivas -que es finalmente de lo que se mueren las personas con influenza o neumonía- es de 19 por cada 100 mil habitantes, es decir, que mueren más personas por infartos, diabetes o cirrosis, que por gripes mal diagnosticadas y tardíamente tratadas.
Por otra parte, en una ciudad con 17 millones de habitantes, como lo es la Ciudad de México, la muerte de 8 personas no representa ni siquiera el medio punto porcentual.
Ahora, si se considera que la tasa de natalidad del país es de 4 niños por día, mientras que la tasa de mortalidad de es un 1 persona diaria, la situación es realmente nimia.
En cuanto a las supuestas pérdidas económicas, ya desde el empleo de la palabra “pérdida” se tergiversa la información. En estricto sentido lo que sucede es una baja en los índices de PERCEPCIÓN o INGRESOS o TRANSACCIONES de las empresas y negocios, los cuales se desvían hacia un ahorro momentáneo, pues lo que no se gasta en un día puede guardarse para ser gastado al siguiente. Así que las presuntas pérdidas millonarias no son tales, y pueden verse más bien como ahorros.
Para finalizar, está la cuestión del complot urdido por las “elites” mundiales para reactivar la economía.
La verdad es que ése tipo de veborrea no merecería, strictu sensu, ser comentada. Pero emplearé el tiempo menesteroso para hacerlo.
Se dice que esta contingencia es en realidad una estrategia para incrementar las ganancias de las empresas farmacéuticas transnacionales, que se fraguó en la reunión del G 20 en Londres.
A esto sólo podría decir que, si cualquiera de los conspiracionistas tuviera 20 dólares como capital y dos alternativas de inversión, de las cuales la primera consistiera en un sistema de apuestas que les garantizara una ganancia diaria inmediata; y la otra, la siembra de un árbol de naranjas que les regresaría su inversión hasta que produjera naranjas, ¿cuál escogerían?
Pues bien, también las empresas de biotecnología y farmacéutica han escogido la primera alternativa. Para ellos es demasiado costoso producir vacunas y mucho más fácil especular en los mercados bursátiles con las acciones de otras empresas. Pero no sólo ellos han escogido ésa alternativa; muchas otras compañías y bancos como Golden & Sachs también lo han hecho. Por eso en la reunión del G 20 lo que se acordó fueron nuevas reglas de operación del sistema financiero global, a fin de propiciar que ésas empresas invirtieran sus ganancias en la economía real.
En lo que hace a la ubicación de los muertos por swine flu y su familiares, estoy seguro que a ninguno de los sospechosistas profesionales les gustaría que sus amigos, vecinos y conocidos se enterasen que tienen herpez genital o hepatitis, porque eso implicaría convertirse en objetos de discriminación, en el mejor de los casos, y en el peor, ser linchados o expulsados de sus respectivos barrios o comunidades. Así igual sucede con los contagiados de swine flu, por eso es que no los vemos en cadena nacional llorando sus duelos.
Y ya para finalizar ¿qué clase de gobernante estaría dispuesto a que su país fuera el blanco de la segregación y discriminación del resto del mundo, a sabiendas que eso implicaría casi en automático su derrocamiento por parte de una sociedad enfurecida? Ninguno que tenga dos dedos de frente.
Así que por favor, hay que tomar esto con seriedad, mas no con actitudes demenciales o paranoicas.
Alarma porque el ánimo social podría desbordarse si el virus de la conspiracionitis resulta más contagioso que el swine flu, lo cual supondría un riesgo para la seguridad nacional y la gobernabilidad.
Si bien el Estado falló en la fase preventiva de una situación de esta naturaleza, parece que está haciendo lo correcto en la etapa reactiva. Por primera vez en mucho tiempo se está viendo al Estado en acción, articulado y cohesionado. Los divisionismos partidistas por el momento, y en el momento electoral, han pasado a segundo término.
La sociedad salió precisamente buscando al Estado y lo ha encontrado actuando de tal manera que los costos políticos, que son mucho más importantes que los costos económicos, serán mínimos cuando pase la contingencia.
Y en cuanto a la contingencia en si y sus costos sociales; hay que ponerla en perspectiva, a fin de disminuir los tintes alarmistas y desactivar las teorías de la conspiración, que por lo demás resultan mucho más sospechosas y desconfiables que la información oficial, porque su finalidad es precisamente provocar división y desconfianza.
En un país con 106 millones de habitantes, la muerte de 150-160 personas representa el .15 por ciento de la población. Son más las personas que mueren por accidentes viales (más de siete mil al año) o por ejecuciones relacionadas con el narcotráfico (el año pasado se murieron 5567 personas, 15.21 en promedio por día), que por un virus presuntamente mortífero; de hecho, y para ampliar un poco más la perspectiva, la tasa anual de muertes relacionadas con enfermedades pulmonares obstructivas -que es finalmente de lo que se mueren las personas con influenza o neumonía- es de 19 por cada 100 mil habitantes, es decir, que mueren más personas por infartos, diabetes o cirrosis, que por gripes mal diagnosticadas y tardíamente tratadas.
Por otra parte, en una ciudad con 17 millones de habitantes, como lo es la Ciudad de México, la muerte de 8 personas no representa ni siquiera el medio punto porcentual.
Ahora, si se considera que la tasa de natalidad del país es de 4 niños por día, mientras que la tasa de mortalidad de es un 1 persona diaria, la situación es realmente nimia.
En cuanto a las supuestas pérdidas económicas, ya desde el empleo de la palabra “pérdida” se tergiversa la información. En estricto sentido lo que sucede es una baja en los índices de PERCEPCIÓN o INGRESOS o TRANSACCIONES de las empresas y negocios, los cuales se desvían hacia un ahorro momentáneo, pues lo que no se gasta en un día puede guardarse para ser gastado al siguiente. Así que las presuntas pérdidas millonarias no son tales, y pueden verse más bien como ahorros.
Para finalizar, está la cuestión del complot urdido por las “elites” mundiales para reactivar la economía.
La verdad es que ése tipo de veborrea no merecería, strictu sensu, ser comentada. Pero emplearé el tiempo menesteroso para hacerlo.
Se dice que esta contingencia es en realidad una estrategia para incrementar las ganancias de las empresas farmacéuticas transnacionales, que se fraguó en la reunión del G 20 en Londres.
A esto sólo podría decir que, si cualquiera de los conspiracionistas tuviera 20 dólares como capital y dos alternativas de inversión, de las cuales la primera consistiera en un sistema de apuestas que les garantizara una ganancia diaria inmediata; y la otra, la siembra de un árbol de naranjas que les regresaría su inversión hasta que produjera naranjas, ¿cuál escogerían?
Pues bien, también las empresas de biotecnología y farmacéutica han escogido la primera alternativa. Para ellos es demasiado costoso producir vacunas y mucho más fácil especular en los mercados bursátiles con las acciones de otras empresas. Pero no sólo ellos han escogido ésa alternativa; muchas otras compañías y bancos como Golden & Sachs también lo han hecho. Por eso en la reunión del G 20 lo que se acordó fueron nuevas reglas de operación del sistema financiero global, a fin de propiciar que ésas empresas invirtieran sus ganancias en la economía real.
En lo que hace a la ubicación de los muertos por swine flu y su familiares, estoy seguro que a ninguno de los sospechosistas profesionales les gustaría que sus amigos, vecinos y conocidos se enterasen que tienen herpez genital o hepatitis, porque eso implicaría convertirse en objetos de discriminación, en el mejor de los casos, y en el peor, ser linchados o expulsados de sus respectivos barrios o comunidades. Así igual sucede con los contagiados de swine flu, por eso es que no los vemos en cadena nacional llorando sus duelos.
Y ya para finalizar ¿qué clase de gobernante estaría dispuesto a que su país fuera el blanco de la segregación y discriminación del resto del mundo, a sabiendas que eso implicaría casi en automático su derrocamiento por parte de una sociedad enfurecida? Ninguno que tenga dos dedos de frente.
Así que por favor, hay que tomar esto con seriedad, mas no con actitudes demenciales o paranoicas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario