Todos los que fuimos víctimas del sistema de educación pública de México (y los de la educación privada también, porque regían los mismos planes de estudio) en algún momento de nuestra instrucción primaria tuvimos que memorizar y declamar en grupo el poema a Benito Juárez, escrito por el tan insigne como desconocido poeta Francisco Huerta, que ridículamente se titula Pastorcito y Presidente y que he decidido transcribirlo aquí a modo de síntesis biográfica:
En casa lejana/de barro y de paja/el niño Benito/nació una mañana [no sabemos si fue de mañana, pero sí que fue en San Pablo Guelatato, Oaxaca, el 21 de marzo de 1806]
Vestido de manta/y jerga de lana/soñaba mirando/el agua encantada [el mito oficialmente difundido cuenta que Juárez quedó huérfano cuando tenía 3 años de edad y desde entonces quedó al cuidado de sus abuelos paternos, que también murieron pocos años después, razón por la cual tuvo que trabajar como jornalero del campo y pastor]
Tocaba su flauta/su flauta tocaba/y la ovejitas/balaban, balaban [esto es de una cursilería vomitiva que no necesita explicación; a menos que se refiera a las habilidades masturbatorias de Benito adolescente, pero sus asuntos hormonales no nos incumben, aunque tan sólo imaginarlo me recordó una escena de Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar, de Woody Allen]
Y aquel indiecito/calmando sus ansias/valiente se marcha/con rumbo a Oaxaca [en 1818 el joven Benito sale de San Pablo con rumbo a la ciudad de Oaxaca, con el presunto objetivo –otra vez, siguiendo el mito oficial- de aprender a leer y escribir; aunque existe otra versión que sugiere que su partida se debió a que perdió dos borregas del rebaño que usualmente pastoreaba; sin embargo, para que no se piense que aquí se pretende desacreditar al único héroe patrio que es percibido en el imaginario colectivo como relativamente honrado durante su paso por la Presidencia de la República (porque sólo tomaba prestados unos centavos para comprar su tarro gel) daremos por verosímil la versión de que emigró con la finalidad de adoptar el Oaxaca’s way of life, para lo cual se apoyó en el fraile franciscano Antonio Salanueva, quien primero lo aceptó como aprendiz de encuadernador y posteriormente lo acreditó para que pudiera ingresar al seminario a estudiar Teología y Gramática Latina, no sin antes pasar por vejaciones y actos discriminatorios en las escuelas seculares a las que acudió previamente, debido a su condición de indígena]
Y fue licenciado/llegó a Presidente/¡Qué viva el gran Juárez!/¡Qué vivan sus leyes! [Efectivamente, después de haber cursado algunas materias en el seminario, Juárez decidió estudiar Jurisprudencia, volverse masón y entrar a la grilla en 1831 cuando fue electo como regidor del ayuntamiento de Oaxaca. Sin embargo, su entrada a las grandes ligas de polaka mexicana sucedió en 1855, cuando se adhirió al Plan de Ayutla que pretendía derrocar a Santa Anna (el dictador, no la santa), lo cual se logró ese mismo año. Tres años después, en 1858, se convirtió en Presidente de la República por primera vez, porque hay que mencionar que se reeligió dos veces más, una en 1867 y otra en 1871; o sea, ya le estaba tomando cariño al puesto y en una de esas y de no ser porque se murió a tiempo -en 1872- se nos hubiera quedado en el poder hasta finales del siglo XIX].
Como se puede observar, la historia de Benito Juárez tiene cierta dosis de romanticismo y lirismo dickensoniano (para mencionar a un escritor de la época) que conmueve y neutraliza toda posibilidad de crítica a los posibles errores que el personaje haya cometido, pues sería tanto como blasfemar decir que Juárez fue un tarado nada más porque mandó a fusilar a Maximiliano de Habsburgo porque resultó más liberal que él, o porque cedió a perpetuidad el tránsito a través del istmo de Tehuantepec a los gringos, mediante la ratificación del Tratado McLane-Ocampo en 1859. Incluso, si se busca una biografía crítica de don Benito es realmente difícil encontrarla. Solamente está ese espléndido libro de Francisco Bulnes titulado El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, o bien, las caricaturas que se publicaban en los diarios de la época en las que se le dibujaba como un payaso.
Pero haiga sido como haiga sido, el punto es que a partir de este breve y medio irreverente esbozo biográfico de Juárez (perdonadme ortodoxos si es que me han leído) es posible formular la etiología del síndrome que lleva su nombre. Pero eso será en la siguiente entrega, porque quiero que este mes haya por lo menos tres entradas en el blog.
P.S. En caso de que este texto sea leído por algún médico, le pido me disculpe por emplear la palabra etiología para divagar sobre un asunto sin importancia; sé que se trata de un tecnicismo que forma parte del bagaje teórico de su profesión; pero no se enoje, que nosotros los politólogos no nos enojamos cuando sus colegas emplean nuestros términos con total desparpajo y en forma irresponsable.
3 comentarios:
Qué blog tan ácido y maravilloso. Extrañaba a la gente que cuida su ortografía y le encanta humillar/corregir/criticar. Tal vez parezca que quiero insultar, pero es todo lo contrario. Siéntase éste como el más halagüeño comentario.
Su asidua lectora:
Guadalupe Vásquez F.
Lupita,
Muchísimas gracias por tus comentarios, que me animan a continuar ejercitando este estilo tan inusual como difícil de conservar, porque eso de andarle buscando pompas a las serpientes créeme que no es tan sencillo.
Observo que eres muy jovencita; sólo espero que no me acusen de andar corrompiendo a la chaviza y me obliguen a tomar la cicuta, como a cierto personaje filosófico de la antigüedad clásica, famoso también su recurrente uso del sarcasmo.
En fin, que muchas gracias nuevamente por leerme, es para mi una gran motivación para continuar escribiendo.
Saludos
Víctor
Hasta donde sé, el Tratado McLane-Ocampo nunca se ratificó por los dos países por lo tanto en realidad nunca entró en vigor... por todo los demás estoy de acuerdo jejeje
Publicar un comentario