El pasado 30 de marzo inició formalmente la temporada electoral en México. El próximo 1 de julio estarán en juego la titularidad del poder Ejecutivo, representado por la figura del Presidente de la República, y la renovación del Congreso de la Unión, integrado por 128 Senadores y 500 Diputados.
Además habrá elecciones concurrentes (realizadas la misma fecha que la elección federal) en 13 estados, de las cuales, en seis se elegirá al próximo Gobernador, y en el resto estarán en juego diputaciones locales y alcaldías.
Con las reformas a la legislación electoral aprobadas en 2007 ahora los ciudadanos tendremos que fumarnos por fuerza los spots y las pautas publicitarias de los partidos políticos y sus respectivos candidatos presidenciales.
De marzo a julio de este 2012 los politólogos tendremos que atravesar una penosa etapa, en la que además de tratar de analizar las propuestas de los candidatos y los partidos -si es que tales pudiera haberlas- tendremos que convertirnos en críticos de televisión, revisando los spots y los eructos mentales en ellos contenidos. El imperio del marketing a todo lo que da.
Quizá más adelante, o quizá en el horizonte próximo, los legisladores con ánimo genuinamente reformador, que los hay por increíble que parezca, tendrán que analizar la manera de superar ese obstáculo para la consolidación de la democracia que es la mercadotecnia política, que más allá de ser un mero instrumento para comunicar el perfil y las propuestas de un candidato, es una herramienta bastante limitada para atender los asuntos públicos y confundir a los ciudadanos sobre los alcances de la eficacia de los gobiernos y la eficiencia de sus decisiones y políticas públicas.
Pero mientras eso sucede, padezcamos estoicamente los promos de Peña Nieto, que se ven bastante falsos; los de Vázquez Mota que son tristes y lúgubres; y los de López Obrador, que son como de la iglesia brasileña "Pare de sufrir".
Ya sólo faltan como 80 días para que los dejen de transmitir...
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