19 oct 2012

Noroñismo


Hoy traigo la inspiración desbordada, como podrá constatar el lector si se apercibe que en un solo día he publicado dos entradas en esta humilde atalaya de pendejadas y asuntos sin importancia.

Lo que en esta ocasión me mueve a escribir ha sido la (in)grata noticia de que mis textos publicados con anterioridad aun son leídos por algunas almas extraviadas pero generosas que, dejando a la deriva su devenir por los inescrutables caminos de la Internet, han encallado en este pequeño archipiélago de insensateces.

Sucede que, hace un par de días, revisando los comentarios pendientes de autorización, encontré un par de ellos para un texto que escribí en el 2009, en el cual, tal vez todavía movido por alguna reminiscencia de insidia, comparé a este honorable país de globos, bicicletas y premios de chocolate para escritores piratas, con otro país del sur del continente, ubicado entre Venezuela, Perú y Ecuador, cuyo nombre no recuerdo en este preciso momento.

El punto es que mi texto resultó ofensivo para esos lectores, que me dejaron encendidos reclamos que en el más amplio respeto a la libertad de expresión tuve a bien aceptar y publicar.

Debo confesar que me da gusto saber que lo que escribo suele ser leído de vez en cuando por alguien más. Y también debo confesar, pero con mucho placer maligno, que disfruto cuando mis letras arrancan algún impulso en quien las lee.

No sé, y esto es motivo de una profunda reflexión y devaneo existencial, si sea un provocador por naturaleza, o si mi naturaleza me incita a provocar. Pero lo importante es que en ocasiones lo hago tan bien, que hasta improperios concito.

Supongo que si esa práctica, hábito, costumbre, inclinación o simples y sencillas ganas de chingar formaran el corpus de una ideología, ésta sin duda se llamaría Noroñismo. Y ahora explico por qué.

Entre la fauna política nacional habita un espécimen único, aunque emparentado con especies endémicas como el homo radicalis pendejus y el homo irremediabilimente stupidus. Dicho espécimen responde al nombre de Gerardo Fernández Noroña y tiene entre sus hábitos y costumbres oponerse a todo y a todos por todos los medios.


Es un provocador y reventador nato, dotado de una palabrería fluida y una habilidosa capacidad para el escarnio, la sorna y la ironía. De ahí el origen del Noroñismo, que además de ideología también podría ser un padecimiento mental.

No sé en qué nivel se encuentre mi  Noroñismo, pero de que provoca, provoca. Ante tal circunstancia, sólo puedo alegar, en descargo de mi defensa, que aunque quiera en ocasiones no puedo evitar llevar la contra o poner el dedo en la llaga y hundirlo con saña; o en los casos menos notorios, hacer  un discreto escarnio a costa de mi interlocutor y cualquier cosa que en su ethos me desagrade.

Es como cuando en las chicas chic que piensan que piensan me desagrada su pose aspiracionalmente rebelde y casi intelectual que me produce comentarios sarcásticos que tienen toda la intención de probar su agilidad mental midiendo su reacción. Las más de las veces es triste ver que no se dan cuenta.

O en el caso del snobismo facebookero de las frases hechas y las fotos con poses. Por lo menos en un par de ocasiones he recibido amenazas vía mensajes privados de personajes irritados al ser exhibidos en su fatuidad. Aquí una muestra. Son las palabras de una chica chic que, allá por el 2010, se enojó sólo porque descubrí que su papá había participado en el Yunque en Puebla y me burlé -solo un poquito- de su discurso (el de ella) presuntamente progre y favor de... AMLO: 
[...] usted se metió en honduras, abusó de su discurso racista y clasista ahora debe soportar lo que venga. No le extrañe que lo denuncie ante el ministerio público federal por esa "guerrita" de odio desatada en su muro y en el mío... Lo que Usted tiene es un gran resentimiento social, que no le permite ver el alma o el corazón de los otros [...] 
Dios me libre de verle la cara por que lo único que merece es un escupitajo... o ni eso, la indiferencia es lo mejor!!! QUE asco demuestra ser usted como ser humano.

Desconozco si mi noroñismo sea un síntoma de mi falta de madurez o de mi potencial misantropía. Pero lo cierto es que lo disfruto. Aunque supongo que todavía no estoy tan grave, porque en ocasiones, cuando así lo considero pertinente, suelo pedir una disculpa.

Lo que no entiendo a veces es porque no me la dan. 

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