Me enteré de la existencia de Paul Leautaud durante mi estancia veraniega en Nashville.
Fue en una de esas acaloradas charlas sostenidas en el hall de la student’s residence de Vanderbilt, donde la entrañable Carolina Dosetti, mencionó a este genial autor francés. De hecho, recuerdo muy bien esa charla porque comenzó con un tema muy abstracto –el carácter apofático de la metafísica moderna- pasó luego a un enfrentamiento patriotero en torno a los aportes filosóficos y literarios de los intelectuales de nuestros respectivos países, y terminó en una competencia de presunción, donde mencionar autores poco conocidos daba muchos de ventaja sobre los otros contendientes.
Ya después Caro me dijo que había recordado a Leautaud por mi culpa, o más bien, porque algunos de mis lances de arrogancia le recordaron lo que Leautaud decía de si mismo: “me expreso tal como quiero; no me preocupa si gusto o no, si soy aprobado o reprobado. Escribo por el propio placer, mi placer”.
Me dijo que había encontrado dos libros de él durante una visita relámpago a la FIL de Guadalajara, y que una vez de regreso en México me los prestaría como pretexto para continuar nuestra amistad.
Pues bien, existen ciertas ocasiones en las que mi retorcida imaginación de aprendiz de escritor –o de vulgar cuenta cuentos, is the same- me hace pensar que la Fatalidad, el Sino o cualquier otra entidad suprahumana administradora de las dosis de arbitrariedad y determinismo que influyen en el curso de la vida y de la historia personal, conspira, para que potenciales acontecimientos tengan lugar en la realidad concreta.
Esto viene a cuento porque no deja de ser sintomático que el domingo haya encontrado una crítica de Ariel Dorfman a Leautaud y el otro, libro escrito por Armando Uribe, en el suplemento cultural del diario que acostumbro; sobre todo considerando que el libro de Uribe fue el primero que Carolina me recomendó para comenzar a conocer la obra de Leautaud, y más importante aún, porque el próximo sábado me encontraré con la Caro en Morelia, y ya desde ayer le advertí por teléfono que si no me llevaba los libros que me había prometido en Nashville, que mejor ni fuera.
Y bueno, si tú lector, lectora, te estás preguntando cuál es el objetivo de este post, pues creo que la respuesta es: ninguno.
Aunque ahora que lo recuerdo, quise escribirlo porque en la reseña de Dorfman me causó cierta irritación que haya catalogado a Leautaud como un “autor francés menor”. Más bien el autor menor es el propio Dorfman, cuyos tiempos de gloria han quedado en el olvido, junto con el texto aquél tan soso que escribió en coautoría con tipo francés, de apellido Mattelart.
Fue en una de esas acaloradas charlas sostenidas en el hall de la student’s residence de Vanderbilt, donde la entrañable Carolina Dosetti, mencionó a este genial autor francés. De hecho, recuerdo muy bien esa charla porque comenzó con un tema muy abstracto –el carácter apofático de la metafísica moderna- pasó luego a un enfrentamiento patriotero en torno a los aportes filosóficos y literarios de los intelectuales de nuestros respectivos países, y terminó en una competencia de presunción, donde mencionar autores poco conocidos daba muchos de ventaja sobre los otros contendientes.
Ya después Caro me dijo que había recordado a Leautaud por mi culpa, o más bien, porque algunos de mis lances de arrogancia le recordaron lo que Leautaud decía de si mismo: “me expreso tal como quiero; no me preocupa si gusto o no, si soy aprobado o reprobado. Escribo por el propio placer, mi placer”.
Me dijo que había encontrado dos libros de él durante una visita relámpago a la FIL de Guadalajara, y que una vez de regreso en México me los prestaría como pretexto para continuar nuestra amistad.
Pues bien, existen ciertas ocasiones en las que mi retorcida imaginación de aprendiz de escritor –o de vulgar cuenta cuentos, is the same- me hace pensar que la Fatalidad, el Sino o cualquier otra entidad suprahumana administradora de las dosis de arbitrariedad y determinismo que influyen en el curso de la vida y de la historia personal, conspira, para que potenciales acontecimientos tengan lugar en la realidad concreta.
Esto viene a cuento porque no deja de ser sintomático que el domingo haya encontrado una crítica de Ariel Dorfman a Leautaud y el otro, libro escrito por Armando Uribe, en el suplemento cultural del diario que acostumbro; sobre todo considerando que el libro de Uribe fue el primero que Carolina me recomendó para comenzar a conocer la obra de Leautaud, y más importante aún, porque el próximo sábado me encontraré con la Caro en Morelia, y ya desde ayer le advertí por teléfono que si no me llevaba los libros que me había prometido en Nashville, que mejor ni fuera.
Y bueno, si tú lector, lectora, te estás preguntando cuál es el objetivo de este post, pues creo que la respuesta es: ninguno.
Aunque ahora que lo recuerdo, quise escribirlo porque en la reseña de Dorfman me causó cierta irritación que haya catalogado a Leautaud como un “autor francés menor”. Más bien el autor menor es el propio Dorfman, cuyos tiempos de gloria han quedado en el olvido, junto con el texto aquél tan soso que escribió en coautoría con tipo francés, de apellido Mattelart.
P.S He estado siguiendo en los diarios la información relacionada con la catástrofe natural que azotó al estado de Tabasco. Al respecto debo decir que me indigna la estupidez de algunos periodistas y opinadores, que en lugar de promover la solidaridad, se dedican a sembrar la intriga y la sospecha sugiriendo que el desastre se pudo haber evitado.
Por supuesto que es bien fácil escribir semejantes insensateces desde la comodidad de la mesa de redacción o el cubículo universitario, pero probablemente no escribirían lo mismo si su pequeñez les permitiera apreciar en su totalidad las dimensiones y la complejidad del problema, relacionada sí, con la negligencia, la corrupción y la falta de previsión por parte de las autoridades, pero también con la irresponsable explotación de los recursos naturales y los desequilibrios climáticos que eso conlleva.
2 comentarios:
Pues si para usted el escritor es un recien conocido, mucho me temo que para mi quedará en el anonimato después de este día, ya que si usted tiene una similitud con él respecto a escribir, yo además de esa tengo otra: "yo leo lo que me gusta, lo que me llena el espíritu y me ayuda a comunicarme, así sea una revista de Selecciones y sin ninguna culpa moral.
sí!!!!! este post tiene un objetivo, se muere de ganas de contarnos que vera a Caro, imagino que le tiemblan las piernas de la emoció....jajaja
disfrute su encuentro
de verdad dejaría de ver a esa chica por unos libros?? me asusta, usted seguramente vive una pasión por la lectura que no entendería el más apasionado fanatico futbolista!!!
saludos...
pd. Tabasco?...esos periodistas deberían de adoptar una reacción mía, primitiva pero efectiva:
"problemas? primero resuelvelos, después averiguas"
Hola, veo que los últimos días han sido muy productivos para este blog. Ahora tengo que ponerme al corriente, porque debido a cargas de trabajo no me había sido posible darle seguimiento.
Cuando regreses de Morelia nos platicas como te fue en tu encuentro con Caro, coindido con Mael en que debes estár muy emocionado. ¡Mucha suerte y buen fin de semana!
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