
En efecto, a partir de la segunda mitad de los años noventa, luego de los conflictos bélicos desatados por la desintegración de la URSS en Europa del Este, que propiciaron cruentos enfrentamientos étnicos y religiosos entre las distintas naciones que otrora habían permanecido cohesionadas artificialmente por el poder militar del Kremlin, la tolerancia adquirió importancia central como valor social y político.
Sin embargo, resulta muy curioso que un término usando tan frecuentemente carezca de una definición más o menos precisa de lo que pretende denotar. Cuando se intenta definir a la tolerancia es inevitable terminar asociándola al respeto; de lo que sigue que, o bien es un concepto carente de contenido propio, o bien es un concepto diádico, es decir, uno que precisa de la existencia de otro concepto para poder ser definido y entendido.
En lo personal considero que la tolerancia se ubica en la misma dimensión de indeterminación y confusión que el amor. Y si hubiera que escoger un valor para guiar el comportamiento social, además de la libertad, sin duda yo escogería el respeto más que la tolerancia.
A diferencia del respeto, que supone una mutua comprensión y una permanente disposición a conocer, la tolerancia supone soportar, casi estoicamente, aquello que de ordinario resulta insoportable.
Tolerar no es comprender, es aguantar, padecer, reprimir los impulsos despertados por aquello que es exasperante, pero que ya está ahí.
Así por ejemplo, yo tolero a los argentinos; y hasta hace muy poco, los chinos toleraban a los tibetanos.

Una muestra de la intolerancia china
En fin, que este preámbulo ha sido para abordar un tema que en días recientes ha ocupado algunos espacios en los noticiarios y en los diarios: el enfrentamiento violento entre algunos colectivos juveniles mal llamados “tribus urbanas”.
Si bien se trata de un tema local, sus protagonistas, su denominación genérica, sus expresiones culturales, son producto de una realidad social, económica y política de alcances globales. Dark’s, punk’s, emo’s existen lo mismo en Inglaterra que en Japón, México o Australia. Se trata de colectivos urbanos que más allá de reflejar los alcances de la comunicación global, reflejan las perversas consecuencias sociales de modelos económicos, culturales y políticos asimétricos y excluyentes, por muy insensiblemente socialista que eso pueda sonar.

Una muestra de la intolerancia entre "tribus urbanas"
Resulta que hace unos días, motivados por campañas virtuales de intolerancia y violencia, diversos grupos de punketos, darketos, skatos y demás nomenclaturas anglicistas, decidieron perseguir, golpear e insultar a los auto denominados emos, en diversos puntos de reunión de éstos, tanto en la Ciudad de México como otras ciudades del interior de la república.
Nada menos que en la ciudad de Querétaro, días previos al acoso, circuló en foros de discusión y vía correo electrónico, un fotomontaje de la portada del álbum “Matando güeros” del grupo de rock Brujería, en el cual, en lugar de la cabeza golpeada y decapitada de un norteamericano WASP, que aparecía en la realización original del grupo chicano, aparecía la cabeza cercenada de un emo.

Brujeria: un grupo de rock muy parturbador.

En ocasiones como esta es cuando les recrimino a los sociólogos que centren su atención en fumadas teóricas no aterrizables, como la autopoiesis luhmanniana. Esto porque los problemas reales, los fenómenos sociales, están ahí frente a sus narices y los desdeñan en parte por enfocarse al estudio y comprensión de teorías complejas, y en parte por el qué dirán los demás sociólogos si uno de ellos se ponen a estudiar algo tan insulso y carente de importancia como un agregado social en búsqueda de identidad.
En fin, que si no fuera porque afortunadamente llevo un sociólogo frustrado dentro de mi traje de politólogo arrogante, me vería en la penosa necesidad de acudir a la wikipedia para averiguar que chingados significa la “cultura” emo, con todo y el riesgo de desinformación que ello significa.
Sin embargo, como casi en todo momento me gusta hacer observación sociológica y estar en contacto con la vida cotidiana y el mundanal ruido, pienso que no me será muy difícil realizar un boceto mínimo acerca de esos muchachones greñudos que parecen salidos de una caricatura japonesa.