Justo ahora que había comenzado a diferenciar el estruendo de los fusiles AK-47, del rugido de las centellas que todas las noches iluminan el cielo de Culiacán, resulta que he tenido que regresar al Distrito Federal.
El motivo: el personal de recursos humanos de una compañiototota adscrita a la industria de la construcción, ha juzgado oportuno citarme a una entrevista de trabajo el próximo jueves, con la finalidad de saber si deberían o no integrarme a su “unidad de análisis político y enlace legislativo”.
La verdad es que no sé de dónde sacaron mi información personal (o la idea de que quiero trabajar para ellos), y eso en si mismo me genera ciertas suspicacias y aumenta mi nivel de paranoia. Pero como el asunto parece ser muy serio, y como el aumento en mis delirios de persecución seguramente aumentará el monto del recibo de honorarios de mi psicoanalista, pues he decidido asistir a la cita, en la siempre nice colonia Polanco.
Ahora que he comenzado a investigar, he descubierto que es bien interesante eso de las entrevistas de trabajo; o por lo menos para mi, que será mi primera vez, así me resulta. Sobre todo considerando que desde que concluí mis estudios profesionales, la buena fortuna hizo que las oportunidades laborales se presentaran en forma casi espontánea. De manera que, salvo el interrogatorio ministerial -con todo y violencia psicológica incluida- al que fui sometido por parte del personal de recursos humanos del CISEN, cuando ingenuamente intenté cubrir la plaza de “analista”, no me había visto en la contingencia de tener que ser entrevistado para ocupar un puesto de trabajo que, en estricto sentido y dicho sea de paso, no lo pedí ni lo necesito, pero que con gusto ocuparía.
Por suerte existen buenos sitios en la red, en los que se pueden encontrar guías de estudio que contienen las preguntas más frecuentes que los reclutadores de recursos humanos suelen formular. Incluso hasta hay tips acerca de la indumentaria, el lenguaje corporal y los modales a demostrar al momento de ser entrevistado.
Después de haber leído un par de artículos en los que se recomienda adoptar una postura de pleitesía y reverencia hacia los entrevistadores, mi lado rebelde -porque no sigue a los demás- se ha puesto carrascaloso y el argumento es muy simple: ¿por qué habría que mostrarse servil o sumiso ante unos tipos o tipas cuyo trabajo es conseguir trabajadores para alguna corporación? Es decir, que el hecho de que hasta cierto punto dependa de su criterio personal avanzar o no en el proceso de contratación, no los hace seres superiores en la escala evolutiva.
Además, considerando el hecho de que la gran mayoría del personal de recursos humanos tiene formación profesional en Administración de Empresas, Ingeniería Industrial o Psicología, las posibilidades de que su perfil cultural vaya más allá los libros que tuvieron que leer cuando estudiantes universitarios, son muy escasas. Así que desde ya me he preparado para responder a cualquier signo de hostilidad por parte de quien vaya a entrevistarme. Primero porque tengo trabajo, no tan bien remunerado como otros que tuve anteriormente, pero satisfactorio. Y luego, porque mi arrogancia me impulsa a rehusar que un analfabeta funcional con título universitario pretenda calificar con su subjetivo y visceral juicio, mis aptitudes y en general mi perfil profesional.
Por supuesto que no me considero una luminaria de la ciencia política, ni mucho menos. Pero desde hace mucho tiempo he creído y puesto en práctica una máxima muy simple: no ser humilde ante el arrogante, ni arrogante ante el humilde.
Sin embargo, debido a la magnitud de la compañía y considerando que fueron ellos los que me llamaron (lo que me hace suponer que algo de interesante encontraron en mi), no creo que se presente la bochornosa situación en la que tenga que hacer uso de mi lado mr.hydesco, para mandar por un tubo, eso sí, con mucha diplomacia a quien habrá de entrevistarme.
Por lo demás, ahora que he estado revisando el tipo de preguntas que suelen formularse en una entrevista de trabajo, he caído en la cuenta de que se trata de cuestionamientos que nunca o casi nunca me había hecho a mi mismo; por ejemplo, cuál ha sido el peor día de mi vida, o qué siento cuando me dicen que no, o cuál es mi mayor temor.
Lo malo es que se trata de preguntas que en el contexto de una entrevista de ése tipo deben ser respondidas en forma concisa; es decir, que aunque quisiera soltar una elucubración acerca de las teorías freudianas o jüngianas, no sería lo correcto. De manera que mi mayor temor, a propósito de unas esas preguntas, es minimizar con una chorrada la intención de las mismas que es testear mi personalidad.
Por ejemplo, cuando pensaba en eso de mi mayor miedo, descubrí que más allá del miedo natural a morir, que comparto con casi la totalidad del género humano (salvo los terroristas árabes, los afis y los narcos), no tengo ningún otro miedo mayor.
Por supuesto, tengo mieditos, como el miedito de que algún día los Pumas desciendan a la primera división A, o el miedito de que el PRI regrese a la Presidencia de la República de la mano de Manlio Fabio Corleone… perdón, Beltrones. Pero un miedo, lo que se dice miedo, pues no lo tengo. Y no sé si eso sea malo o sea bueno, porque la verdad es que tampoco soy muy valiente que digamos, y de eso me di cuenta ahora que estuve en Sinaloa donde, como diría el gran José Alfredo Jiménez, la vida no vale nada.
La otra pregunta cuya respuesta me preocupa es aquella acerca de lo que siento cuando me dicen que No; porque el No tiene distintas intensidades según sea el contexto y el tiempo en que sea recibido como respuesta. Por ejemplo, recuerdo perfectamente cuando la Karlita, una niña que me gustaba mucho cuando estaba en el kinder, me dijo que no quería ser mi novia la muy gandalla. Ése día, como decía la letra de la “niña de la mochila azul” ni al recreo pude salir y no me divertí con nada.
Ya con el tiempo aprendí que un No no significaba el fin del mundo, que había muchas más posibilidades y que fracasar en una no implicaba fracasar en automático en todas las demás. Y por si esto fuera poco, ser fiel seguidor de la filosofía de los gatos samurai acerca de siempre caer de pie, me ha hecho pensar en que lo que no me mata, me hace fuerte.
En fin, que tengo sólo dos días para preparar respuestas tersas y concisas a las posibles preguntas que me formulen; así como también para preparar un plan B, en caso de que mi entrevistador o entrevistadora intente tratarme como un paria suplicante de clemencia.
Ya después escribiré aquí el parte de mis vacaciones, que salvo una que otra eventualidad, estuvieron muy divertidas; sobre todo mis pláticas con la Caro, que la verdad nomás porque me lleva unos añitos y porque estoy en el periodo del “yo no nací para amar/nadie nació para mí…” no me he animado a echarle un pial.
P.S Están rete suaves los aviones de Volaris y la atención en general de la aerolínea es estupenda. Lo único malo es que todos sus vuelos salen del aeropuerto de Toluca.
El motivo: el personal de recursos humanos de una compañiototota adscrita a la industria de la construcción, ha juzgado oportuno citarme a una entrevista de trabajo el próximo jueves, con la finalidad de saber si deberían o no integrarme a su “unidad de análisis político y enlace legislativo”.
La verdad es que no sé de dónde sacaron mi información personal (o la idea de que quiero trabajar para ellos), y eso en si mismo me genera ciertas suspicacias y aumenta mi nivel de paranoia. Pero como el asunto parece ser muy serio, y como el aumento en mis delirios de persecución seguramente aumentará el monto del recibo de honorarios de mi psicoanalista, pues he decidido asistir a la cita, en la siempre nice colonia Polanco.
Ahora que he comenzado a investigar, he descubierto que es bien interesante eso de las entrevistas de trabajo; o por lo menos para mi, que será mi primera vez, así me resulta. Sobre todo considerando que desde que concluí mis estudios profesionales, la buena fortuna hizo que las oportunidades laborales se presentaran en forma casi espontánea. De manera que, salvo el interrogatorio ministerial -con todo y violencia psicológica incluida- al que fui sometido por parte del personal de recursos humanos del CISEN, cuando ingenuamente intenté cubrir la plaza de “analista”, no me había visto en la contingencia de tener que ser entrevistado para ocupar un puesto de trabajo que, en estricto sentido y dicho sea de paso, no lo pedí ni lo necesito, pero que con gusto ocuparía.
Por suerte existen buenos sitios en la red, en los que se pueden encontrar guías de estudio que contienen las preguntas más frecuentes que los reclutadores de recursos humanos suelen formular. Incluso hasta hay tips acerca de la indumentaria, el lenguaje corporal y los modales a demostrar al momento de ser entrevistado.
Después de haber leído un par de artículos en los que se recomienda adoptar una postura de pleitesía y reverencia hacia los entrevistadores, mi lado rebelde -porque no sigue a los demás- se ha puesto carrascaloso y el argumento es muy simple: ¿por qué habría que mostrarse servil o sumiso ante unos tipos o tipas cuyo trabajo es conseguir trabajadores para alguna corporación? Es decir, que el hecho de que hasta cierto punto dependa de su criterio personal avanzar o no en el proceso de contratación, no los hace seres superiores en la escala evolutiva.
Además, considerando el hecho de que la gran mayoría del personal de recursos humanos tiene formación profesional en Administración de Empresas, Ingeniería Industrial o Psicología, las posibilidades de que su perfil cultural vaya más allá los libros que tuvieron que leer cuando estudiantes universitarios, son muy escasas. Así que desde ya me he preparado para responder a cualquier signo de hostilidad por parte de quien vaya a entrevistarme. Primero porque tengo trabajo, no tan bien remunerado como otros que tuve anteriormente, pero satisfactorio. Y luego, porque mi arrogancia me impulsa a rehusar que un analfabeta funcional con título universitario pretenda calificar con su subjetivo y visceral juicio, mis aptitudes y en general mi perfil profesional.
Por supuesto que no me considero una luminaria de la ciencia política, ni mucho menos. Pero desde hace mucho tiempo he creído y puesto en práctica una máxima muy simple: no ser humilde ante el arrogante, ni arrogante ante el humilde.
Sin embargo, debido a la magnitud de la compañía y considerando que fueron ellos los que me llamaron (lo que me hace suponer que algo de interesante encontraron en mi), no creo que se presente la bochornosa situación en la que tenga que hacer uso de mi lado mr.hydesco, para mandar por un tubo, eso sí, con mucha diplomacia a quien habrá de entrevistarme.
Por lo demás, ahora que he estado revisando el tipo de preguntas que suelen formularse en una entrevista de trabajo, he caído en la cuenta de que se trata de cuestionamientos que nunca o casi nunca me había hecho a mi mismo; por ejemplo, cuál ha sido el peor día de mi vida, o qué siento cuando me dicen que no, o cuál es mi mayor temor.
Lo malo es que se trata de preguntas que en el contexto de una entrevista de ése tipo deben ser respondidas en forma concisa; es decir, que aunque quisiera soltar una elucubración acerca de las teorías freudianas o jüngianas, no sería lo correcto. De manera que mi mayor temor, a propósito de unas esas preguntas, es minimizar con una chorrada la intención de las mismas que es testear mi personalidad.
Por ejemplo, cuando pensaba en eso de mi mayor miedo, descubrí que más allá del miedo natural a morir, que comparto con casi la totalidad del género humano (salvo los terroristas árabes, los afis y los narcos), no tengo ningún otro miedo mayor.
Por supuesto, tengo mieditos, como el miedito de que algún día los Pumas desciendan a la primera división A, o el miedito de que el PRI regrese a la Presidencia de la República de la mano de Manlio Fabio Corleone… perdón, Beltrones. Pero un miedo, lo que se dice miedo, pues no lo tengo. Y no sé si eso sea malo o sea bueno, porque la verdad es que tampoco soy muy valiente que digamos, y de eso me di cuenta ahora que estuve en Sinaloa donde, como diría el gran José Alfredo Jiménez, la vida no vale nada.
La otra pregunta cuya respuesta me preocupa es aquella acerca de lo que siento cuando me dicen que No; porque el No tiene distintas intensidades según sea el contexto y el tiempo en que sea recibido como respuesta. Por ejemplo, recuerdo perfectamente cuando la Karlita, una niña que me gustaba mucho cuando estaba en el kinder, me dijo que no quería ser mi novia la muy gandalla. Ése día, como decía la letra de la “niña de la mochila azul” ni al recreo pude salir y no me divertí con nada.
Ya con el tiempo aprendí que un No no significaba el fin del mundo, que había muchas más posibilidades y que fracasar en una no implicaba fracasar en automático en todas las demás. Y por si esto fuera poco, ser fiel seguidor de la filosofía de los gatos samurai acerca de siempre caer de pie, me ha hecho pensar en que lo que no me mata, me hace fuerte.
En fin, que tengo sólo dos días para preparar respuestas tersas y concisas a las posibles preguntas que me formulen; así como también para preparar un plan B, en caso de que mi entrevistador o entrevistadora intente tratarme como un paria suplicante de clemencia.
Ya después escribiré aquí el parte de mis vacaciones, que salvo una que otra eventualidad, estuvieron muy divertidas; sobre todo mis pláticas con la Caro, que la verdad nomás porque me lleva unos añitos y porque estoy en el periodo del “yo no nací para amar/nadie nació para mí…” no me he animado a echarle un pial.
P.S Están rete suaves los aviones de Volaris y la atención en general de la aerolínea es estupenda. Lo único malo es que todos sus vuelos salen del aeropuerto de Toluca.
3 comentarios:
El acudir a una entrevista de trabajo, tengas la profesión que tengas es una experiencia en muchas ocasiones desagradable. Logicamente uno debe someterse a los caprichos del entrevistados pues uno es el "necesitado" y no hay que refutar cualquier cuestionamiento aun si este fuera erroneo. Así, el aguantar las clasicas preguntas de ¿Porque quieres trabajar en esta empresa? (me gustaría contestar: porque no tengo nada que hacer, estupido/a!) u otras de similar confección. Suerte has tenido y pues no puedo desear otra cosa que la misma. Ojala y yo tuviera esa suerte.
Ahora, con respecto a tu comentario "Además, considerando el hecho de que la gran mayoría del personal de recursos humanos tiene formación profesional en Administración de Empresas, Ingeniería Industrial o Psicología, las posibilidades de que su perfil cultural vaya más allá los libros que tuvieron que leer cuando estudiantes universitarios, son muy escasas." pues es subjetivo decirlo, ya que conozco gente de mi misma carrera que leen y conocen mucho de diferentes temas (técnicos, tecnológicos y filosóficos). Te pido que no hagas ese tipo de comentarios, aunque al final es tu blog y puedes decir lo que quieras, pero al final uno se lleva muchas sorpresas hasta con el que menos se espera.
Saludos.
Muy bien, que bien que te divirtieses en tus vacaciones, despues de todo, para eso son, respecto a lo que comentas de las entrevistas de trabajo, en efecto son una peadilla y como pueden decidir las compañías si el criterio de una persona ¿Es efectivo sobre otra?.
En cuanto a lo que manifiestas sobre que no naciste para amar y demás,es tan marcado el dramatismo que le imprimes que se convierte en socarronería, pero como se trata de ti, eso se tolera.
Anda, destroza al entrevistador(a) y diviertete.
ELENY LENFENT
una entrevista? jeje novato!!
en este mes de desempleo llevo algo asi como 12-15!!!
pero pásele a lo barrido y entérese de porque no he sido contratado aún....abrumador verdaderamente.
e invito cordialmente a la persona del primer comentario a que también vaya a leer ese post en mi blog.
En fin... te deseo buena suerte en esa entrevista que seguramente te resultara experiencia interesante aunque ya hayan pasado 9 dias desde que escribiste este post.
Saludos.
Publicar un comentario