En tanto conjunción de materia y energía que conforma horizontes de sentido hacia los cuales encaminamos nuestra existencia, la vida nos enseña una lección muy importante: ésta es que nada permanece estático, que todo cambia, se transforma.
Los cambios pueden ser graduales o espontáneos según se los quiera ver o según sea la materia sujeta a la transformación. Nacer, crecer y morir es para los hombres un proceso generalmente largo, pero en ocasiones contingente.
La evolución del Universo desde una pequeña concentración de energía hasta la inconmensurable expansión en la que ahora se encuentra, ha sido un proceso que ha requerido una gran cantidad de tiempo desde la perspectiva finita de quienes sólo estamos un poco, casi un instante, existiendo en un pequeño grano de arena que representa nuestro planeta en la inmensidad de formas estelares; pero quizá ha sido precisamente un instante desde otra concepción de la temporalidad.
En un nivel tanto más aterrizado, en el ámbito de la conducta y las costumbres de los hombres y los pueblos, la noción de civilización simplemente no existiría si los conglomerados humanos permanecieran inermes, sujetos y preocupados tan sólo por la satisfacción de las necesidades vitales básicas. Pero como no es así, la vida humana ha evolucionado desde las remotas y toscas figuras antropoides que se refugiaban en las cavernas, siguiendo los impulsos de sus sentidos, hacia personas autoreflexivas, concientes del poder del pensamiento y la palabra, que pueden preguntarse por su origen, misión y destino en el mundo, para descubrir al cabo de un momento de haber iniciado sus elucubraciones, una ley del Cosmos que siempre había estado ahí, aguardando a ser descubierta: que nada se crea ni de destruye, sino sólo se transforma.
En ése contexto se sitúa la decisión de cambiar la imagen de este pequeño y anónimo espacio.
Después de tres años en los que la inconstancia, la fruslería y la fatuidad han sido paradójicamente la constante de este blog, he decidido darle un giro en la imagen y en la medida de lo posible -es decir, en la medida en que la inercia de mi innato estilo corrosivo y arrogante me lo permita- un cambio en el contenido.
En adelante, y esto como reacción a la hambruna de diálogos inteligentes, propiciada por el ambiente social en el que ahora me desenvuelvo profesionalmente, trataré de escribir sobre alguno de esos temas que constituyen los universales de la sociedad humana, como solía decir Norbert Elías.
En lo personal la escritura siempre ha sido una forma de terapia emocional, así como un medio de recreación y placer intelectual; escribo no para buscar un público lector, ni para formar una comunidad o red social, como es el caso de muchas personas que deciden comenzar una bitácora virtual. Escribo más bien porque siento la necesidad de plasmar en letras mis pensamientos y opiniones sobre las personas, las ideas y las cosas que me rodean. Escribo porque me gusta ejercitar mi imaginación mediante la creación de escenas, historias y personajes que pueden vivir, experimentar y expresar emociones diversas. Aunque debo confesar que también escribo para provocar, para llevar la contra y señalar los puntos que por comodidad o conveniencia suelen ignorarse generalmente.
Imaginación y provocación son dos buenos alicientes para la reflexión y la crítica que, además, no me molesta; porque al final ha sido el resultado de un proceso de pensamiento, propiciado por el contenido de mis letras.
Así que esos serán los derroteros de la nueva etapa que a partir de ahora inicio en este blog, que por lo demás seguirá siendo de estupideces sin sentido.
Y como no pretendo convertirme en un ídolo de las masas lectoras (en caso de que existan), seguiré dejando mis palabras sueltas en las aguas de la red, para que sean pescadas sólo por aquellos que por franco interés o mórbida curiosidad se vean motivados a leerlas.
Asimismo seguiré siendo un escribidor malagradecido y ajeno a la dinámica de la lectura-comentario recíproca, que es la base de las redes de escribidores-comentadores de los blogs. Con toda honestidad debo de confesar que mi arrogancia me impide leer otras ideas que no sean las mías, y más aun si aquellas son tanto o más pretenciosas como las que suelo verter en el procesador de textos de mi notebook.
En lo venidero también intentaré ser más constante y publicar uno o dos textos por semana en un día específico, que será martes y/o sábado, para evitar la tentación de escribir sobre las vicisitudes mi vida cotidiana, es decir, de lo insufribles que son algunos sujetos con los que tengo que compartir buena parte del día compadeciendo algunas veces sus limitaciones lingüísticas e intelectuales, otras burlándome abiertamente de ellas sin que los sujetos de marras caigan en la cuenta.
Así pues, espero que este cambio de piel sea el augurio de una nueva época de este blog, que habrá de permanecer tanto tiempo como Google lo considere conveniente.
Un saludo para ti, estimado lector, lectora, que gentilmente has prestado atención a este post. Gracias por tu visita.
Los cambios pueden ser graduales o espontáneos según se los quiera ver o según sea la materia sujeta a la transformación. Nacer, crecer y morir es para los hombres un proceso generalmente largo, pero en ocasiones contingente.
La evolución del Universo desde una pequeña concentración de energía hasta la inconmensurable expansión en la que ahora se encuentra, ha sido un proceso que ha requerido una gran cantidad de tiempo desde la perspectiva finita de quienes sólo estamos un poco, casi un instante, existiendo en un pequeño grano de arena que representa nuestro planeta en la inmensidad de formas estelares; pero quizá ha sido precisamente un instante desde otra concepción de la temporalidad.
En un nivel tanto más aterrizado, en el ámbito de la conducta y las costumbres de los hombres y los pueblos, la noción de civilización simplemente no existiría si los conglomerados humanos permanecieran inermes, sujetos y preocupados tan sólo por la satisfacción de las necesidades vitales básicas. Pero como no es así, la vida humana ha evolucionado desde las remotas y toscas figuras antropoides que se refugiaban en las cavernas, siguiendo los impulsos de sus sentidos, hacia personas autoreflexivas, concientes del poder del pensamiento y la palabra, que pueden preguntarse por su origen, misión y destino en el mundo, para descubrir al cabo de un momento de haber iniciado sus elucubraciones, una ley del Cosmos que siempre había estado ahí, aguardando a ser descubierta: que nada se crea ni de destruye, sino sólo se transforma.
En ése contexto se sitúa la decisión de cambiar la imagen de este pequeño y anónimo espacio.
Después de tres años en los que la inconstancia, la fruslería y la fatuidad han sido paradójicamente la constante de este blog, he decidido darle un giro en la imagen y en la medida de lo posible -es decir, en la medida en que la inercia de mi innato estilo corrosivo y arrogante me lo permita- un cambio en el contenido.
En adelante, y esto como reacción a la hambruna de diálogos inteligentes, propiciada por el ambiente social en el que ahora me desenvuelvo profesionalmente, trataré de escribir sobre alguno de esos temas que constituyen los universales de la sociedad humana, como solía decir Norbert Elías.
En lo personal la escritura siempre ha sido una forma de terapia emocional, así como un medio de recreación y placer intelectual; escribo no para buscar un público lector, ni para formar una comunidad o red social, como es el caso de muchas personas que deciden comenzar una bitácora virtual. Escribo más bien porque siento la necesidad de plasmar en letras mis pensamientos y opiniones sobre las personas, las ideas y las cosas que me rodean. Escribo porque me gusta ejercitar mi imaginación mediante la creación de escenas, historias y personajes que pueden vivir, experimentar y expresar emociones diversas. Aunque debo confesar que también escribo para provocar, para llevar la contra y señalar los puntos que por comodidad o conveniencia suelen ignorarse generalmente.
Imaginación y provocación son dos buenos alicientes para la reflexión y la crítica que, además, no me molesta; porque al final ha sido el resultado de un proceso de pensamiento, propiciado por el contenido de mis letras.
Así que esos serán los derroteros de la nueva etapa que a partir de ahora inicio en este blog, que por lo demás seguirá siendo de estupideces sin sentido.
Y como no pretendo convertirme en un ídolo de las masas lectoras (en caso de que existan), seguiré dejando mis palabras sueltas en las aguas de la red, para que sean pescadas sólo por aquellos que por franco interés o mórbida curiosidad se vean motivados a leerlas.
Asimismo seguiré siendo un escribidor malagradecido y ajeno a la dinámica de la lectura-comentario recíproca, que es la base de las redes de escribidores-comentadores de los blogs. Con toda honestidad debo de confesar que mi arrogancia me impide leer otras ideas que no sean las mías, y más aun si aquellas son tanto o más pretenciosas como las que suelo verter en el procesador de textos de mi notebook.
En lo venidero también intentaré ser más constante y publicar uno o dos textos por semana en un día específico, que será martes y/o sábado, para evitar la tentación de escribir sobre las vicisitudes mi vida cotidiana, es decir, de lo insufribles que son algunos sujetos con los que tengo que compartir buena parte del día compadeciendo algunas veces sus limitaciones lingüísticas e intelectuales, otras burlándome abiertamente de ellas sin que los sujetos de marras caigan en la cuenta.
Así pues, espero que este cambio de piel sea el augurio de una nueva época de este blog, que habrá de permanecer tanto tiempo como Google lo considere conveniente.
Un saludo para ti, estimado lector, lectora, que gentilmente has prestado atención a este post. Gracias por tu visita.
1 comentario:
very good.... esta cool el nuevo look ahora que ya esta arreglado el asunto de la barra lateral.
ya habia venido, estoy al corriente.
bienvenido de vuelta!!!
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