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30 jun 2010
Es una cuestión básica: respeto
En la continuación de mi mini tragedia emocional hoy quiero escribir acerca del respeto a la libertad del otro y sus decisiones, que es o más bien debería de ser un requisito básico para propiciar la convivencia y el entendimiento entre las personas. Y esto lo digo porque recién tuve un episodio de irritación y envidia que afortunadamente controlé con presteza.
Sucede que fortuitamente me enteré de que el ex novio de la ingrata (adjetivo que emplearé para referirme al monstruito imberbe e insolente que tuvo la osadía de batearme a mi, promesa de la intelectualité de este país de globos, bicicletas y candidatos acribillados por el narcotráfico) pasó por ella a la oficina para llevarla a su casa. Aunque traté de contenerlo, fue inevitable experimentar un estado de molestia y supongo que de celos, sobre todo porque ella y yo habíamos quedado en que nos iríamos juntos (es que al batearme me aplicó la ya clásica fórmula del “te quiero como amigo”) y de un momento a otro me comunicó que siempre no.
Lo que me irritó fue precisamente el hecho de que hubiera preferido al muchachito que era su novio y que se supone que ahora es su amigo, o con toda probabilidad su pretendiente en reconquista, que a mí. Me sentí desplazado.
No obstante, poco después me detuve a reflexionar que esa era su decisión y que seguramente había argumentos que la sustentaban, quizá no muy elaborados o consistentes, pero argumentos al fin y al cabo, es decir, productos de un razonamiento, y que yo no soy quién para cuestionarlos, reprobarlos o descalificarlos.
Pienso que las personas las más de las veces olvidamos ubicarnos en nuestra justa dimensión o simplemente somos renuentes a ser concientes de nuestra propia realidad.
Si ella ha decidido darle otra oportunidad al muchachito éste, es porque ha valorado sus cualidades, porque la inercia de la historia que juntos construyeron durante el tiempo que duró su relación la empuja a valorar la posibilidad del reencuentro y reconstrucción de algo que posiblemente piensa que no está tan derruido. Y si decidió no dármela a mi (la oportunidad, desde luego) es porque no encontró algo que pudiera interesarle más allá de la amistad y los minutos del cigarrito en el pasillo.
Ante esa situación yo no tengo nada qué hacer y por tanto mi irritación no tiene sentido ni justificación. De modo que la única opción viable es respetar su libertad de elección, darle la vuelta a la página y seguir adelante, explorando otras posibilidades… o regresar a la doctrina del filósofo de Ciudad Juárez resumida en los siguientes axiomas: “Yo no nací para amar/Nadie nació para mi”; y “No me vuelvo a enamorar”. Pero la verdad es que esto último está medio cabrón –perdón si mi francés es medio golpeado- porque si algo caracteriza a la vida sobre la tierra, al milagro de la existencia en el Universo, es la contingencia: nada está escrito y nada es lo que parece.
De modo que hasta ese episodio de irritación y envidia me dejó una enseñanza, que es precisamente la de respetar las decisiones de los demás y ser concientes de que lo que unas personas no valoran otras sí lo harán.
Quizá como gentil y solidariamente me lo han expresado en los comentarios, la ingrata es la que se pierde una buena oportunidad, o quizá también ha decidido que la oportunidad que más le conviene en este momento es regresar a su relación anterior. Ya el tiempo, implacable pero sabio maestro y verdugo, se encargará de determinar cuál de las dos opciones era la adecuada. Lo importante, mientras tanto, es respetar la libertad y las decisiones que tomen los demás, aun cuando sean muy a nuestro pesar.
Después de todo, si algo nos enseñaron los maestros estoicos es que los infortunios propios deben de asumirse con entereza, determinación y plena conciencia de que nosotros mismos contribuimos a acontencieran; pero eso sí, con la certeza de que una vez que hayan pasado nos harán mejores personas, porque habrán contribuido a la formación y prueba de nuestro temple, es decir, esa capacidad/habilidad de permanecer firme aun cuando todo a nuestro alrededor se esté derrumbando y la tempestad sea aterradora.
P.S Creo que merezco una felicitación por haber rompido (que es cualitativamente algo más intenso que roto) mi propio record en lo que va del año, al haber escrito duramente el mes de junio nada menos que ¡siete entradas!
Un efecto colateral positivo de mi mini tragedia es que me ha inspirado para continuar escribiendo.
Gracias a Juan, Paola (mi), Nata, LuCis y Lupita por sus comentarios; como siempre, pocos pero constantes lectores.