Pues nada, que después de convertirme en fan de Haruki Murakami, ahora, además de escribir sobre mis quiebres existenciales y exhibirme con un chico influenciable, cursi y melodramático, también he adoptado el sano hábito de correr como una forma saludable de canalizar las tensiones y el estrés que produce no sólo vivir en una ciudad tan convulsiva y en ocasiones bizarra como la Ciudad de México, sino las propias vicisitudes de lo cotidiano.
Confieso que aun no he leído "De qué hablo cuando hablo de correr" del gran Murakami, pero al igual que él y muchos otros que no necesariamente son escritores, le he tomado un enorme gusto al running.
Para algunas personas puede parecer un deporte o actividad aburrida, porque no implica más que acumular kilometros en las piernas y resistencia en general mientras se recorren calles y avenidas, o sencillamente se dan vueltas alrededor de una pista.
Sin embargo, correr proporciona la oportunidad de ejercitarse y pensar al mismo tiempo, tal vez porque sea un deporte casi solitario en el que la emoción y la recompensa es mirar atrás de vez en cuando y ver a una enorme distancia el punto de partida mientras se reflexiona acerca de muchos temas que van desde qué desayunar (si se corre por la mañana), cuáles son los pendientes del día, o cómo arruinarle la vida al vecino para que sufra lo que nosotros no sufrimos.
En lo personal prefiero salir a correr por las mañanas, sentir el aire fresco entrar en mis pulmones y mirar cómo la ciudad es iluminada poco a poco por el ambar de los rayos del sol matutino.
Y bueno, si antes no había escrito sobre mi gusto personal por esa actividad es porque la he adquirido recientemente. Tendrá unos cuatro o cinco meses que, angustiado por ver cómo mi cuerpo creía hacia los lados y mi panza hacía el frente en un medio circulo con un radio cada vez más amplio, decidí realizar alguna actividad física.
Debido a que soy muy proclive a la cultura del ahorro y a que tengo una personal aversión por los gimnasios porque generalmente son hogueras de las vanidades de la clase media en peligro de extinción, concluí que una actividad prácticamente gratuita era salir a correr. No implicaba más que tener unos shorts viejos, unos tenis sucios y apestosos y una sudadera con cachucha.
Sin embargo, como en todos los comienzos, el de mi faceta de atleta no fue fácil. Prodigiosamente no caí fulminando por una insuficiencia respiratoria en los primeros cien metros, pero sí hacía enormes esfuerzos por mantener el ritmo y no desistir.
Ya conforme fueron pasando las semanas fui tomando más condición y también recibí la enorme gratificación de bajar unos kilos que eran ostensiblemente notorios.
Fue así como, después de un tiempo de estar corriendo prácticamente en un trayecto, decidí hacerlo saliendo más allá de los linderos de mi colonia, llegando en cada ocasión un poco más lejos que en la anterior, hasta que descubrí que podía correr más de 5 kilómetros en una sola salida.
Pero lo mejor y más satisfactorio es cuando se tiene la oportunidad de probarse ante los demás que se puede llegar a una meta, recorriendo una ruta con pendientes, rectas y curvas. Por eso decidí correr la carrera que anualmente organiza la compañía para la que trabajo.
El resultado, para ser la primera vez, fue el recorrido de 5 kilómetros en 28 minutos. Desde luego que estuve a más de 10 minutos de diferencia del primer lugar, pero la idea no era tanto ganar como participar y saber que al correr junto a los demás, cada quien va haciendo su propia carrera, concentrado en sus propios pensamientos, pero tambíen compartiendo la satisfacción de saber que existen muchos otros que, como uno, encuentran ese deporte apasionante.
Por eso es que, ahora, además de escribir, pienso hacerle competencia a Forrest Gump.
1 comentario:
Hace mucho que no pasaba por aquí!
Nada como el viento en el rostro, el frio que se combate con el propio sudor y la absoluta soledad de correr, aunque sea rodeado de un tumulto.
Venga Forrest!
G.
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