Primero que todo debo comenzar este texto con un agradecimiento para los lectores y visitantes de ocasión que tuvieron a bien comentar el post anterior; gracias a ustedes mi inspiración y mis ganas de andar agitando el avispero han vuelto.
Ahora viene un acto de contrición: reconozco que mi reacción al ver la imagen del tipo este que responde al nombre de Abiud Gutiérrez Zamora Lohmann, sentado en un retrete en plena avenida Reforma de la Ciudad de México, con la leyenda “sigo apoyando a nada”, fue un tanto airada aunque no necesariamente intolerante, porque la tolerancia como lo dijo alguna vez alguien cuyo nombre ahora no recuerdo, es esa sensación molesta de que, al final, el otro pueda tener razón.
En este caso don Abiud, que parece sentirse muy a gusto en su look de
pseudolumpen marginal marca ZARA, quizá tenga razón en demostrarnos que con su letrerito y su retrete es hipermega subversivo, o sea, ¡toma sociedad ese golpe de efecto de ver a un greñudo con los calzones en los tobillos!
Muy probablemente mi interpretación de la imagen que proyectó este sujeto sea errada, como sugirieron dos o tres lectores del texto anterior que afirman que nada tiene que ver con cuestiones políticas, porque también muy probablemente su noción de la política sea demasiado estrecha; quizá el muchachito en cuestión es una mala copia del todavía más deleznable Facundo Gómez Bruera, el presunto actor al que Televisa le daba empleo en un programa que se dedicaba a denostar la imagen de la mujer tratándola como un objeto sexual y denigrando la dignidad humana con bromas de mal gusto.
O quizá sea también tan radical y desinhibido que esa forma de expresión resulta demasiado vanguardista como para que nosotros, aldeanos tercermundistas con mentalidad cerril, podamos comprenderla.
En cualquier caso, lo haya hecho concientemente o no, lo que importa resaltar acá porque fue lo que me pareció preocupante, insultante y hasta triste, es el
valemadrismo implícito en el mensaje “apoyo a nada”. Y es valemadrismo porque efectivamente, a este tipo como a muchos otros que como él exponen en Facebook fotos donde aparecen
hurgándose la nariz, les vale muy poco o “nada” –para usar su expresión- lo que sucede a su alrededor y “apoyar nada”, significa precisamente eso, vacío, falta de contenido, rehuir a comprometerse con una causa porque hay una carencia de contenido intelectivo, por no hablar de vacuidad neuronal.
Pero eso no es todo, también hay frivolidad porque independientemente del falso suspenso que el grupo que auspicia esta campaña pretende crear, no hay lugar para la confusión porque lo repito: el problema no es la forma de manifestación, sino el contenido del mensaje.
Cuando Giles Lipovestki hablaba del narcisismo en
La era del vacío, un estudio que publicó por primera vez en 1983, se refería a esa patología psicológica como “la expresión gratuita, la primacía del acto de comunicación sobre la naturaleza de lo comunicado, la indiferencia por los contenidos […] la comunicación sin objetivo ni público” que era la base de una sociedad de individuos atomizados totalmente ajenos a cualquier mínima noción de absoluto y virtud.
A Lipovestki ya no le alcanzó el tiempo para ver el auge de las redes sociales, que paradójicamente lo que fomentan a través de los medios de los que se valen para subsistir, es la atomización de la sociedad, la vacuidad de contenido de los actos de comunicación (el twitter es un claro ejemplo) y la falsa percepción de la formación de una comunidad virtual que como tal no existe en ninguna parte.
Esta situación comporta y se refuerza a su vez con el
derrumbe de los referentes ideológicos que durante mucho tiempo fueron los asideros de certeza de muchas generaciones, que por medio de la fe profana o religiosa veían en Dios o el Estado dos instrumentos de "salvación" y explicación del mundo. El resultado: el imperio de un nihilismo burdo, alejado de todo supuesto filosófico (como sí lo tienen las formulaciones de Jacobi y Nietzsche, por ejemplo) y que sólo tiene como planteamiento la negación de todo principio, significado o propósito ulterior, el rechazo de todo aquello que precise de una fe, es decir, de una firme creencia en algo para la salvación o la realización de un fin, o bien para la argumentación de alguna verdad.
Eso es lo que significa en realidad el “yo apoyo a nada”, y es triste no sólo porque indica la carencia de capacidad reflexiva y de inventiva que cristaliza en la frase “¡qué güeva!”, sino también porque habla de una generación o generaciones a las que les produce pereza hacer algo, pensar algo, articular algo; emplear las herramientas tecnológicas para algo más que alimentar su narcisismo y sus ansias de reconocimiento mediante el muy frívolo y pretensioso acto de “twittear”.
Y no es en modo alguno una actitud totalmente apolítica “hacer nada” o “apoyar nada”, todo lo contrario, por actitudes como esas es que a sociedades como las nuestras que están en proceso de transición desde culturas y conductas serviles y parroquianas hacia otras más autónomas y plurales, sus respectivas clases dirigentes las han sometido a sistemáticas y recurrentes violaciones y vejaciones colectivas.
Ya desde el momento en que se usa el espacio público se está haciendo política y se está enviando un mensaje político. Sin embargo no es de extrañar que personajes como Abiud Gutiérrez no lo sepan porque precisamente eso les importa muy poco.
Al final, con todo y lo lamentable que pueda ser una expresión publicitaria o actitud política de ese tipo, hay que reconocer y garantizar su derecho a hacerlo libremente, ya estará de cada quién escoger o formular su propia interpretación.