Lo malo de saber dos que tres palabrejas domingueras es tener que explicarlas a la chusma palurda y apestosa que las desconoce. Es el caso de la hagiografía y el synaxarion, que pa’ no entrar en complicaciones hay que entenderlos como la vida de los santos y el día de un santo en el calendario, respectivamente.
La hagiografía es una especie de biografía de algún personaje considerado santo, y el synaxarion es el día del año en el que la Iglesia celebra la fiesta de ése santo.
Ahora, qué cómo sé esto no es algo que sea importante. Dejémoslo como una cuestión de cultura general.
Hace un par de días se celebró el synaxarion de Judas Tadeo, considerado apóstol y hermano de Cristo, según la tradición cristiana que se prefiera.
La hagiografía es una especie de biografía de algún personaje considerado santo, y el synaxarion es el día del año en el que la Iglesia celebra la fiesta de ése santo.
Ahora, qué cómo sé esto no es algo que sea importante. Dejémoslo como una cuestión de cultura general.
Hace un par de días se celebró el synaxarion de Judas Tadeo, considerado apóstol y hermano de Cristo, según la tradición cristiana que se prefiera.
Según el Acta Sanctorum de Jean Bolland, Judas era primo de Jesús y hermano de Santiago el Menor. Los dos eran hijos de Alfeo Cleofás, hermano de José, el padre, digamos, putativo, de Jesús. Sus otros hermanos también aprovecharon las influencias de Judas y agarraron hueso en la naciente secta judía de los “nazarenos”, que posteriormente fueron subsumidos por los cristianoi, es decir, los gentiles o no judíos que creían en la capacidad redentora de Yahoshúa… Jesús, pues. Sus hermanos, decía, fueron María Salomé, madre de Santiago el Mayor, Patriarca de la Iglesia de Jerusalén, y de Juan, el alucinado; es decir, el que escribió el Apocalipsis y el Evangelio en el que sin el menor dejo de humildad se asume como el discípulo más querido por Cristo. Su otro hermano fue Simón el Cananeo, que posterior a la muerte de Santiago ocupó el patriarcado de Jerusalén.
En fin, que Judas al igual que los otros once apóstoles, menos Iscariote, claro está, fue un predicador ambulante. Recorrió gran parte de Asia Menor y llegó hasta Persia, donde le cortaron la cabeza con un hacha por andar cuestionando el politeísmo de la religión oficial.
Según algunas otras hagiografías fue obispo de Artaxata, hoy Armenia, entre el 40 y el 60; lo cual según Hans Küng es un dato inexacto porque la institución del obispado surge hasta el año 70.
Para el Magisterio de la Iglesia Judas es más bien un personaje menor. Apenas si escribió una carta, la única propiamente católica del Nuevo Testamento. Sin embargo, para el culto popular se a convertido en un personaje central, comúnmente conocido como el abogado de las causas difíciles, y recientemente en México como el santo de la crapulencia.
Quienes han tenido la oportunidad (o la desgracia, según se quiera ver) de transitar por Avenida Hidalgo y Paseo de la Reforma los días 28 de cada mes, seguramente habrán constatado que la feligresía de este santo no es precisamente la más honesta y bondadosa.
Por el contrario, se trata en su mayoría de ladronzuelos de poca monta, de jóvenes marginados y de señoras ignorantes y muy cercanas a la frase aquella medio jacobina del “comesantos, cagadiablos”.
Judas, en la religiosidad popular, está al mismo nivel de culto absurdo e irreflexivo que la muerte. Es el santo al que los aprendices de malditos piden su redención, o bien, su gestión para que sus fechorías les sean perdonadas.
Y bueno, cada quien puede creer en el santo de su preferencia. Pero lo que denota claramente el fracaso evangelizador de la iglesia es el desplazamiento de la figura de Cristo, del centro del mensaje de salvación que caracteriza a una religión escatológica como lo es la precisamente la cristiana. Judas se ha convertido en el centro de la fe porque es un santo laxo, del cual nadie o casi nadie sabe su historia, pero todos o casi todos, lo conocen como el santo de los casos difíciles, tan díficiles como asaltar en un crucero y tener remordimientos morales por ello.
En fin, que Judas al igual que los otros once apóstoles, menos Iscariote, claro está, fue un predicador ambulante. Recorrió gran parte de Asia Menor y llegó hasta Persia, donde le cortaron la cabeza con un hacha por andar cuestionando el politeísmo de la religión oficial.
Según algunas otras hagiografías fue obispo de Artaxata, hoy Armenia, entre el 40 y el 60; lo cual según Hans Küng es un dato inexacto porque la institución del obispado surge hasta el año 70.
Para el Magisterio de la Iglesia Judas es más bien un personaje menor. Apenas si escribió una carta, la única propiamente católica del Nuevo Testamento. Sin embargo, para el culto popular se a convertido en un personaje central, comúnmente conocido como el abogado de las causas difíciles, y recientemente en México como el santo de la crapulencia.
Quienes han tenido la oportunidad (o la desgracia, según se quiera ver) de transitar por Avenida Hidalgo y Paseo de la Reforma los días 28 de cada mes, seguramente habrán constatado que la feligresía de este santo no es precisamente la más honesta y bondadosa.
Por el contrario, se trata en su mayoría de ladronzuelos de poca monta, de jóvenes marginados y de señoras ignorantes y muy cercanas a la frase aquella medio jacobina del “comesantos, cagadiablos”.
Judas, en la religiosidad popular, está al mismo nivel de culto absurdo e irreflexivo que la muerte. Es el santo al que los aprendices de malditos piden su redención, o bien, su gestión para que sus fechorías les sean perdonadas.
Y bueno, cada quien puede creer en el santo de su preferencia. Pero lo que denota claramente el fracaso evangelizador de la iglesia es el desplazamiento de la figura de Cristo, del centro del mensaje de salvación que caracteriza a una religión escatológica como lo es la precisamente la cristiana. Judas se ha convertido en el centro de la fe porque es un santo laxo, del cual nadie o casi nadie sabe su historia, pero todos o casi todos, lo conocen como el santo de los casos difíciles, tan díficiles como asaltar en un crucero y tener remordimientos morales por ello.
3 comentarios:
chingaz pobre wey pretencioso
nade te firma
Definitivo la estupidez no tiene edad
100% de acuerdo. La religion es el opio del pais.
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