Es bien curioso y pienso que a todos nos ha pasado al menos una vez.
Justo cuando pasamos por un determinado estado de ánimo, llega a nuestra existencia un libro, una canción o una película que en la encontramos una estrecha similitud y hasta identificación, porque se relaciona con lo que estamos viviendo.
El fin de semana, mientras buscaba en mi librero un compendio de estadísticas, me encontré con “Amor y occidente” de Denis de Rougemont, un libro que compré por ahí de mediados de Julio con el propósito de leerlo algún día, y que guardé a lado de una colección de libros de aventura que compré a un precio realmente de oportunidad.
De Denis de Rougemont había escuchado hablar en un diplomado en Teología y también en una de las charlas en tono de presunción intelectual, en las que Carolina Dosetti suele arrojarme directamente a la cara su culteranismo.
Además de la sucinta ojeada que le eché a la advertencia y la contraportada, fueron esas dos referencias las que me motivaron a comprar “Amor y occidente”, cuando lo vi en una de mis últimas visitas a la librería.
Ahora que he comenzado a leerlo detenidamente me asombran sobremanera lo oportunas que resultan las apreciaciones de Rougemont para este momento de mi vida. Aquí reproduzco algunas de ellas:
“Pasión significa sufrimiento, cosa padecida, preponderancia del destino sobre la persona libre y responsable. Amar el amor más que a su objeto, amar la pasión por si misma, desde el amaban amare de Agustín hasta el romanticismo moderno es amar y buscar el sufrimiento. Amor-pasión: deseo de aquello que nos hiere y nos anonada por su triunfo. Es un secreto cuya confesión nunca toleró el Occidente y que jamás dejó de reprimir ¡de preservar!
¿Por qué quiere el hombre de Occidente padecer esta pasión que lo hiere y que toda su razón condena? ¿Por qué quiere este amor cuya magnificencia no puede ser más que su suicidio? ¿Por qué preferimos a todo relato el de un amor imposible? ¿Por qué amamos el cautiverio y la conciencia de lo que arde en nosotros? Enlace profundo del sufrimiento y del saber. ¡Complicidad de la conciencia y de la muerte! (Hegel pudo fundar sobre ella una explicación general de nuestro espíritu y aun de la historia). Creo que se podría definir al romántico occidental como al hombre para quien el dolor y, especialmente, el dolor amoroso, es un medio privilegiado de conocimiento.
Esto vale, ciertamente, para los mejores. Poco se preocupa la mayoría de conocer y de conocerse. Busca simplemente el más sensible de los amores. Es, sin embargo, el amor, cuyo feliz cumplimiento viene a retrasar algún obstáculo. Así, lo mismo si se desea el amor más conciente posible que simplemente el amor más intenso, en secreto, se desea el obstáculo. Si es preciso lo creamos, lo imaginamos.
Con un amor sin contratiempo no habría “novela”. Y lo que queremos es la novela, es decir, la conciencia, la intensidad, las variaciones y los retrasos de la pasión, su crescendo hasta la catástrofe… La felicidad de los amantes no nos conmueve sino por la espera de la desgracia que los acecha. Esta amenaza de la vida y de las realidades hostiles que lo alejan hacia algún más allá es necesaria. Nos conmueven la nostalgia, el recuerdo, no la presencia”.
Denis de Rougemont, Amor y Occidente, Colección Cien del Mundo. CONACULTA, México 2001, pp. 52-55
P.S Si alguno de mis lectores tiene su dinero en algún fondo de inversión de alto riesgo, cámbielo a otra modalidad. Esto de la crisis financiera de EU es para tomarse con seriedad. No sea que les pase lo que a mi, que de un día para otro perdí la mitad de lo que había ganado en un año.
P.S Por cierto, interesante el debate teórico que se está generando en torno a la situación financiera a nivel mundial. En lo personal como politólogo me da gusto ver que en esta ocasión el Estado le ganó la batalla al mercado y ahora los inversionistas le imploran que salve sus operaciones.
Justo cuando pasamos por un determinado estado de ánimo, llega a nuestra existencia un libro, una canción o una película que en la encontramos una estrecha similitud y hasta identificación, porque se relaciona con lo que estamos viviendo.
El fin de semana, mientras buscaba en mi librero un compendio de estadísticas, me encontré con “Amor y occidente” de Denis de Rougemont, un libro que compré por ahí de mediados de Julio con el propósito de leerlo algún día, y que guardé a lado de una colección de libros de aventura que compré a un precio realmente de oportunidad.
De Denis de Rougemont había escuchado hablar en un diplomado en Teología y también en una de las charlas en tono de presunción intelectual, en las que Carolina Dosetti suele arrojarme directamente a la cara su culteranismo.
Además de la sucinta ojeada que le eché a la advertencia y la contraportada, fueron esas dos referencias las que me motivaron a comprar “Amor y occidente”, cuando lo vi en una de mis últimas visitas a la librería.
Ahora que he comenzado a leerlo detenidamente me asombran sobremanera lo oportunas que resultan las apreciaciones de Rougemont para este momento de mi vida. Aquí reproduzco algunas de ellas:
“Pasión significa sufrimiento, cosa padecida, preponderancia del destino sobre la persona libre y responsable. Amar el amor más que a su objeto, amar la pasión por si misma, desde el amaban amare de Agustín hasta el romanticismo moderno es amar y buscar el sufrimiento. Amor-pasión: deseo de aquello que nos hiere y nos anonada por su triunfo. Es un secreto cuya confesión nunca toleró el Occidente y que jamás dejó de reprimir ¡de preservar!
¿Por qué quiere el hombre de Occidente padecer esta pasión que lo hiere y que toda su razón condena? ¿Por qué quiere este amor cuya magnificencia no puede ser más que su suicidio? ¿Por qué preferimos a todo relato el de un amor imposible? ¿Por qué amamos el cautiverio y la conciencia de lo que arde en nosotros? Enlace profundo del sufrimiento y del saber. ¡Complicidad de la conciencia y de la muerte! (Hegel pudo fundar sobre ella una explicación general de nuestro espíritu y aun de la historia). Creo que se podría definir al romántico occidental como al hombre para quien el dolor y, especialmente, el dolor amoroso, es un medio privilegiado de conocimiento.
Esto vale, ciertamente, para los mejores. Poco se preocupa la mayoría de conocer y de conocerse. Busca simplemente el más sensible de los amores. Es, sin embargo, el amor, cuyo feliz cumplimiento viene a retrasar algún obstáculo. Así, lo mismo si se desea el amor más conciente posible que simplemente el amor más intenso, en secreto, se desea el obstáculo. Si es preciso lo creamos, lo imaginamos.
Con un amor sin contratiempo no habría “novela”. Y lo que queremos es la novela, es decir, la conciencia, la intensidad, las variaciones y los retrasos de la pasión, su crescendo hasta la catástrofe… La felicidad de los amantes no nos conmueve sino por la espera de la desgracia que los acecha. Esta amenaza de la vida y de las realidades hostiles que lo alejan hacia algún más allá es necesaria. Nos conmueven la nostalgia, el recuerdo, no la presencia”.
Denis de Rougemont, Amor y Occidente, Colección Cien del Mundo. CONACULTA, México 2001, pp. 52-55
P.S Si alguno de mis lectores tiene su dinero en algún fondo de inversión de alto riesgo, cámbielo a otra modalidad. Esto de la crisis financiera de EU es para tomarse con seriedad. No sea que les pase lo que a mi, que de un día para otro perdí la mitad de lo que había ganado en un año.
P.S Por cierto, interesante el debate teórico que se está generando en torno a la situación financiera a nivel mundial. En lo personal como politólogo me da gusto ver que en esta ocasión el Estado le ganó la batalla al mercado y ahora los inversionistas le imploran que salve sus operaciones.
1 comentario:
Se lee interesante el libro de Denis de Rougemont.
Saludos y espero que todo valla de lo mejor para ti.
Elisa
Publicar un comentario