Supongo que en algún momento de mi formación profesional me volví elitista en cuestiones culturales; o quizá es a mi perfil académico al que quiero culpar por un rasgo que es propio de mi personalidad y que había aguardado durante algún tiempo para poder mostrarse en todo su arrogante y no siempre simpático esplendor. El punto es que desde hace mucho tiempo me volví demasiado exigente en mis gustos cinematográficos.
Cierto, de vez en cuando me gusta pasar un rato agradable mirando alguna película gringa con muchos efectos especiales, presupuestos millonarios, actores famosos y clichés bastante predecibles.
Sin embargo, las más de las veces que se presenta la oportunidad de ir al cine, rentar una película o comprarla en algún puesto callejero, me gusta mirar historias diferentes a los enredos amorosos protagonizados por Sandra Bullock y Hugh Grant, o de los gags cómicos de los hermanos Cohen. Quizá sea por eso que sólo me gusta ir a un cine de la cadena Lumiere en el que proyectan pelis que al común de los mortales le parecen somnolientas. Y también debe ser por eso que cuando voy al Blockbuster tardo demasiado tiempo en escoger un par de títulos de los cuales sólo uno habrá de gustarme.
Esto último es precisamente lo que me ha animado a escribir estas líneas: una buena película.
Sucede que el miércoles por la noche, en previsión de que en la televisión sólo darían el aburrido partido de fútbol México-Trinidad y Tobago, decidí pasarme por el videoclub.
Los títulos que escogí fueron “Sí señor”, protagonizada por Jim Carrey (y desafortunadamente doblada al español por el insufrible Eugenio Derbez); y “Slumdog millionaire” dirigida por el gran Danny Boyle.
Por sentido común decidí poner primero la peli de Jim Carrey, pero a los pocos minutos me pareció demasiado ligera y decidí que sería mejor verla el fin de semana, ya más relajado. Así que decidí poner “Slumdog millionaire”, de la cual ya había escuchado excelentes críticas, pero por alguna razón no me había animado a mirarla en el cine. Sin embargo ahora que la he visto he quedado gratamente satisfecho porque ¡qué gran historia!
Para quienes no la han visto haré una sinopsis muy breve. Es la historia de tres niños musulmanes que viven en Bombai: Salim, Jamal y Latika, quienes pierden a sus padres durante una de las incursiones de grupos extremistas hindúes a los barrios bajos habitados los sunítas, y a partir de ése momento inician una odisea contemporánea que se sucede en los escenarios más paupérrimos de distintas localidades de la India, mientras ellos, los niños, van transitando hacia la juventud.
En el fondo se trata de una historia de amor -diría incluso que de amor auténtico en caso de que tal sentimiento existiese- entre dos de los protagonistas, Jamal y Latika.
Y aunque ése el hilo conductor de toda la trama, lo sorprendente de esta película es la capacidad para transmitir un mensaje tan antiguo como carente de credibilidad en este momento en el que el nihilismo impulsado por la economía de mercado ha pretendido hacernos creer que en lo único que se puede creer –válgase el redundar- es en lo material y tangible que paradójicamente sólo puede proporcionarlo una representación simbólica como lo es el dinero.
El mensaje que transmite Slumdog millionaire es que más allá del dinero, que es tanto más deseable por cuanto permite salir de la miseria, propiciada por un sistema de distribución desigual de los beneficios del libre mercado, aun es posible creer en algo tan intangible, simbólico y espiritual como lo es el amor; pero no sólo en el amor eros, que en tanto relacionado con el deseo también se ha vuelto un producto de consumo, sino también y principalmente del amor filos, el que se surge por un vinculo inmaterial y por tanto irrespresentable, como lo es el amor del hermano (Salim) dispuesto a sacrificarse por la felicidad del otro (Jamal); o como el amor de Jamal por Latika, que permanece latente a pesar de las circunstancias adversas -haciéndonos recordar la famosa premonición paulina presentada en la carta a los corintios, acerca de que el amor todo lo puede, todo lo espera y todo lo soporta- para triunfar al final, permitiendo a los amantes por fin estar juntos.
Embarrada de la suciedad y el hacinamiento de los barrios bajos de Bombay, Slumdog millionaire es un moderno cuento de hadas que a Charles Dickens le hubiera fascinado narrar y a Ismael Rodríguez, legendario director de “Nostoros los pobres”, protagonizada por Pedro Infante, le hubiera provocado un llanto incontenible.
Definitivamente una gran historia, sólo empañada por ése horrible baile grupal con el que se proyectan los créditos en la pantalla al final de la trama, que nos hace rememorar un video ochenteno de Michael Jackson. Pero fuera de eso, es una película ampliamente recomendable que nos conduce de la risa a la angustia y a la ternura de una forma magistral. Y como toda buena historia de amor, nos deja sólo con la imagen idílica de la pareja feliz, obviando los detalles de la realidad cotidiana en la que con el paso del tiempo los amantes devienen en gordos sedentarios, carentes de todo apetito sexual.
En fin, que no le quiero quitar la parte bonita al texto con mis estrambóticas teorías. Hay que mirar Slumdog millionaire a la primera oportunidad, nada más.
Cierto, de vez en cuando me gusta pasar un rato agradable mirando alguna película gringa con muchos efectos especiales, presupuestos millonarios, actores famosos y clichés bastante predecibles.
Sin embargo, las más de las veces que se presenta la oportunidad de ir al cine, rentar una película o comprarla en algún puesto callejero, me gusta mirar historias diferentes a los enredos amorosos protagonizados por Sandra Bullock y Hugh Grant, o de los gags cómicos de los hermanos Cohen. Quizá sea por eso que sólo me gusta ir a un cine de la cadena Lumiere en el que proyectan pelis que al común de los mortales le parecen somnolientas. Y también debe ser por eso que cuando voy al Blockbuster tardo demasiado tiempo en escoger un par de títulos de los cuales sólo uno habrá de gustarme.
Esto último es precisamente lo que me ha animado a escribir estas líneas: una buena película.
Sucede que el miércoles por la noche, en previsión de que en la televisión sólo darían el aburrido partido de fútbol México-Trinidad y Tobago, decidí pasarme por el videoclub.
Los títulos que escogí fueron “Sí señor”, protagonizada por Jim Carrey (y desafortunadamente doblada al español por el insufrible Eugenio Derbez); y “Slumdog millionaire” dirigida por el gran Danny Boyle.
Por sentido común decidí poner primero la peli de Jim Carrey, pero a los pocos minutos me pareció demasiado ligera y decidí que sería mejor verla el fin de semana, ya más relajado. Así que decidí poner “Slumdog millionaire”, de la cual ya había escuchado excelentes críticas, pero por alguna razón no me había animado a mirarla en el cine. Sin embargo ahora que la he visto he quedado gratamente satisfecho porque ¡qué gran historia!
Para quienes no la han visto haré una sinopsis muy breve. Es la historia de tres niños musulmanes que viven en Bombai: Salim, Jamal y Latika, quienes pierden a sus padres durante una de las incursiones de grupos extremistas hindúes a los barrios bajos habitados los sunítas, y a partir de ése momento inician una odisea contemporánea que se sucede en los escenarios más paupérrimos de distintas localidades de la India, mientras ellos, los niños, van transitando hacia la juventud.
En el fondo se trata de una historia de amor -diría incluso que de amor auténtico en caso de que tal sentimiento existiese- entre dos de los protagonistas, Jamal y Latika.
Y aunque ése el hilo conductor de toda la trama, lo sorprendente de esta película es la capacidad para transmitir un mensaje tan antiguo como carente de credibilidad en este momento en el que el nihilismo impulsado por la economía de mercado ha pretendido hacernos creer que en lo único que se puede creer –válgase el redundar- es en lo material y tangible que paradójicamente sólo puede proporcionarlo una representación simbólica como lo es el dinero.
El mensaje que transmite Slumdog millionaire es que más allá del dinero, que es tanto más deseable por cuanto permite salir de la miseria, propiciada por un sistema de distribución desigual de los beneficios del libre mercado, aun es posible creer en algo tan intangible, simbólico y espiritual como lo es el amor; pero no sólo en el amor eros, que en tanto relacionado con el deseo también se ha vuelto un producto de consumo, sino también y principalmente del amor filos, el que se surge por un vinculo inmaterial y por tanto irrespresentable, como lo es el amor del hermano (Salim) dispuesto a sacrificarse por la felicidad del otro (Jamal); o como el amor de Jamal por Latika, que permanece latente a pesar de las circunstancias adversas -haciéndonos recordar la famosa premonición paulina presentada en la carta a los corintios, acerca de que el amor todo lo puede, todo lo espera y todo lo soporta- para triunfar al final, permitiendo a los amantes por fin estar juntos.
Embarrada de la suciedad y el hacinamiento de los barrios bajos de Bombay, Slumdog millionaire es un moderno cuento de hadas que a Charles Dickens le hubiera fascinado narrar y a Ismael Rodríguez, legendario director de “Nostoros los pobres”, protagonizada por Pedro Infante, le hubiera provocado un llanto incontenible.
Definitivamente una gran historia, sólo empañada por ése horrible baile grupal con el que se proyectan los créditos en la pantalla al final de la trama, que nos hace rememorar un video ochenteno de Michael Jackson. Pero fuera de eso, es una película ampliamente recomendable que nos conduce de la risa a la angustia y a la ternura de una forma magistral. Y como toda buena historia de amor, nos deja sólo con la imagen idílica de la pareja feliz, obviando los detalles de la realidad cotidiana en la que con el paso del tiempo los amantes devienen en gordos sedentarios, carentes de todo apetito sexual.
En fin, que no le quiero quitar la parte bonita al texto con mis estrambóticas teorías. Hay que mirar Slumdog millionaire a la primera oportunidad, nada más.
3 comentarios:
Por fin estamos de acuerdo en algo, digas lo que digas de Saramago es tu opinión, pero bien sabes que no te apoyo en la comparación con Arjona (señor fan de Drexler), Arjona es un imbécil y Saramago digas lo que digas, me gusta, en lo que sí estamos de acuerdo es en la película, esa es genial.
caramba, si te quedaras sin chamba definitivamente encontrarias pronto trabajo nuevo escribiendo reseñas de cine...
Slumdog millionaire magnífica pelicula, yo ya la tengo en mi videoteca.
Coincido con la apreciación de la espléndida película, excepto con lo del baile de los créditos, que nada tiene que ver con Jackson o los ochentas y es una mención a Bollywood, desafortunada por no corresponder al tono del film.
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