12 jun 2009

Y cómo no te voy a querer

Definitivamente este ha sido un buen año para mi alma mater, la Universidad Nacional Autónoma de México. Se ha posicionado como la universidad más importante de Iberoamérica en los rankings mundiales, ganó el campeonato de la primera división del fútbol profesional y recientemente ha sido galardonada con el premio Príncipe de Asturias en Artes y Humanidades.

En otro país que no fuera México, los logros de una universidad pública que se posiciona por encima de prestigiosas y antiguas universidades europeas sería motivo de orgullo nacional. Pero aquí, en esta sacrosanta tierra mesoamericana en la que el culerismo define buena parte del ethos de sus habitantes, la noticia de que la UNAM fue reconocida con un preponderante galardón, ha sido motivo de comentarios de diversa índole, que van desde la simple descalificación de la calidad del premio, hasta la repetición de lugares comunes y la exhibición de la más baja calidad humana y resentimiento social.

Uno de nuestros grandes problemas como nación es la animadversión hacia los logros y el progreso de nuestros propios connacionales, fundado en el simple hecho de que quienes han triunfado y avanzado han sido ellos y no nosotros, aunque en el fondo seamos los mismos. De ahí que se nos dé en forma muy natural la descalificación y el desconocimiento.

Entre vecinos y conocidos es muy común la situación que he descrito un tanto rebuscadamente líneas arriba. Si alguien se compra un auto nuevo o se consigue un mejor puesto de trabajo, inmediatamente adjudicamos su logro a un factor negativo y hasta tratamos de boicotearlo o aprovechamos un momento en la oscuridad para, a escondidas, rayarle el coche o sacarle el aire a las llantas.

Somos muy dados a calificar, o más bien a descalificar, antes que a reconocer con humildad y buena fe los logros de los demás.

Así en el caso del reconocimiento que recibió recientemente la Universidad, ha sido lugar común en los foros de los periódicos de circulación nacional, leer comentarios rijosos en tono de descalificación, particularmente de personas de las que se percibe que su principal pasatiempo es fastidiar a las demás y tratar de alimentar la polarización y el encono.

Pero no es eso lo que quiero comentar en este texto, sino más bien desmentir un poco todos aquellos estereotipos que se han construido en torno a la Universidad y los universitarios; aunque en estricto sentido no merecería la pena hacerlo, pues son los propios hechos los que los desmienten.

Quizá el lugar común más común, válgase el redundar, es que en la Universidad se forman puros agentes subversivos, guerrilleros y huelguistas. Pero la verdad es que en un espacio plural, donde lo esencial es el respeto a la libertad del pensamiento y las ideas de los demás, cada cual es libre de adoptar las ideas que más le plazcan y actuar en consecuencia.

En los años setenta hubieron guerrilleros urbanos, principalmente en Monterrey, que no estudiaron en universidades públicas, sino en aquellas privadas dirigidas por la Compañía de Jesús, como fue el caso de algunos miembros de la Liga 23 de Septiembre.
Cierto, en la Universidad hay profesores que confunden la docencia con el adoctrinamiento y quizá son los responsables de que alumnos con anteojeras ideológicas radicalicen su pensamiento. Pero en un universo de más de 300 mil estudiantes y 18 mil profesores, no representan una cifra significativa. Lo que sucede es que algunos medios de comunicación se han encargado de hacerles más publicidad de la debida.

Luego está el otro lugar común de que los egresados de la Universidad no son contratados por las empresas privadas. Pero eso es absolutamente falso, y para muestra yo mismo. Trabajo en una de las pocas empresas mexicanas privadas verdaderamente transnacionales, con presencia en más de cincuenta países, haciendo análisis político directamente para el cuerpo directivo, integrado por vicepresidentes regionales y la presidencia general.

Lo que es más, soy el único egresado de la UNAM y la diferencia cualitativa con mis compañeros de oficina en cuanto al nivel cultural, capacidad de expresión oral y escrita, destreza analítica y conocimientos profesionales es –modestia aparte- más que evidente; mi perfil es crítico sin ser subjetivo, lo que permite observar algunos matices de la realidad política que ellos ni siquiera identifican y mi conocimiento de algunas de las teorías políticas más importantes me permite tener un panorama mucho más amplio, que me coloca en la posición de ofrecer información sistematizada y puntual para la toma de decisiones que implican cuantificaciones financieras muy importantes. Y para hacerlo no tuve que ir a gastar 1000 dólares en un diplomado en análisis estratégico al Tecnológico de Monterrey.

Otro cliché es que los universitarios somos rijosos y agitadores. Y aquí creo que se confunde precisamente el perfil crítico que la Universidad en tanto nacional, le otorga a todos sus egresados precisamente para que sean capaces de procesar la realidad y generar propuestas de solución a los problemas que la aquejan.

Médicos, ingenieros, odontólogos, actuarios, todos los universitarios de cualquier ámbito de conocimiento somos capaces de hacer lo que otros profesionistas formados en otros centros de estudio no lo son: pensar, usar el cerebro para algo más que aplicar en forma acrítica e instrumental los conocimientos adquiridos.

Cierto, como en todos las esferas de la vida social, en la Univesidad hay tanto buenos como malos estudiantes, profesores y egresados. Ya lo dice la inscripción en la entrada a la Universidad de Salamanca, lo que natura non da, Salamanca non presta; que en castellano quiere decir que la universidad no quita lo pendejo.

Pienso que quienes critican y denuestan a la Universidad no la conocen, no saben cómo funciona, y cuál es su función fundamental, que no es, como se pudiera pensar, impartir conocimiento, sino difundir valores. La esencia de la UNAM es precisamente ésa: difundir la libertad, el respeto, la tolerancia, la lealtad, el compromiso.

Es curioso observar que los críticos más acérrimos de la Universidad se identifican con el Partido Acción Nacional, que a últimas fechas ha mostrado una marcada indiferencia hacia la UNAM debido a que sus actuales cuadros dirigentes y gobernantes se formaron en escuelas privadas. Pero sería bueno hacerles saber que el proyecto liberal en un principio definió a su partido surgió de la Universidad, y para más señas, del rector que logró su plena autonomía: Manuel Gómez Morín.

Con todo, es un gran orgullo y una enorme satisfacción saber que pertenezco a la comunidad universitaria, que tuve la oportunidad de impartir clases en sus aulas y que ahora trato de enaltecer su nombre siempre que la ocasión lo permite.

Simplemente es el orgullo de ser UNAM.

2 comentarios:

SusyBlog dijo...

Hola Victor!
gracias por visitar susublog!

me da gusto que lo encuentres interesante!
tu blog también lo es así que andaremos por acá diario si es posible de igual manera :)

que estés muy bien y un saludo grande!...

su.

Alletta dijo...

Me encantó la entrada, yo también me siento orgullosa de ser puma, con lo bueno y lo malo que esto trae.

De la UNAM salen los mejores profesionistas y también los peores, en eso radica su riqueza, que es tan variada que cuando entras te 'muestra el mundo' como ningún otro lugar podrá.

Goya, por todos aquellos que más que profesionistas en la UNAM aprendieron a usar su cerebro