En 1977 David Bowie y Brian Eno escribieron “Heroes”. Once
años después The Wallflowers, la banda comandada por Jakob Dylan, hijo del
legendario Bob Dylan, hizo un cover de esa canción como parte del soundtrack de
una espantosa versión gringa de Godzilla.
La letra de la canción habla básicamente de anhelos, deseos
y amor; tema éste último que no puede faltar en ninguna canción pop moderna que
se precie de serlo.
Hay quien, embebido por los distintos usos publicitarios y
emocionales que se le han dado a esa canción, afirma –tal vez con desbordado
optimismo- que se trata de un himno moderno y por esa razón constituye el soundtrack
que adhereza sentimentalmente algunos momentos convencionalmente considerados
importantes en la vida de las personas, como el triunfo en una justa deportiva
o la obtención de un logro académico.
Lo cierto es que la letra y la música de esa canción sí
están como para formar parte de la banda sonora de la vida de personajes
habituados a remar contracorriente en las agitadas aguas del manantial del
espíritu, para parafrasear a Günther Frager (todos los créditos a Les Luthiers),
como es el caso de Charlie, el protagonista principal de la cinta “Las ventajas
de ser invisible”, adaptada y dirigida por Stephen Chbosky, autor del best
seller del mismo nombre publicado por MTV Books (sí, yo también fruncí el ceño
al enterarme de que MTV editara libros).
Charlie es un adolescente que carga tras de sí con un pasado
incómodo y farragoso. Es el menor de tres hermanos criados en el seno de una
familia católica norteamericana, lo cual quizá acentúa aún más los rasgos de
culpa en su personalidad ya por si misma tendiente al conservadurismo heredado
de un padre que aun bendice los alimentos a la hora de la cena.
Producto de esa historia de vida, Charlie es un sociópata
potencial, incapaz de entablar amistad en la escuela, retraído aunque aplicadamente
inteligente, lo cual resulta hasta cierto punto explicable cuando no tienes
distractores mundanos en la vida como los amigos o la novia.
Sin embargo su vida comienza a dar un giro cuando conoce a
Patrick y a Sam, dos hermanastros del último año de la preparatoria con quienes
entabla una amistad fundada en gran medida en el piso común de la anti
popularidad escolar por razón de la homosexualidad de él y la promiscuidad de
ella.
El título del libro y de la cinta reflejan con total claridad
la condición de Charlie y de muchos adolescentes promedio que no son retratados
en las películas gringas, que generalmente suelen jugar con los extremos de los
estereotipos. Esto es, o se dedican a narrar la vida de las porristas y los
jugadores de los equipos deportivos (Chicas pesadas y Todas contra John), o
denuncian en forma bastante comercial la condición de los marginados (Kids,
Perversión).
En “Las ventajas de ser invisible” encontramos la vida de un
adolescente ordinario, de esos que forman el enorme grueso de la población de
los centros escolares pero que también tienen una historia que contar. Como en
el caso de Charlie, Sam y Patrick, que a pesar de sus propias circunstancias
luchan por encontrar la felicidad sin necesariamente tener que embonar en los
patrones de la “normalidad” impuestos por la sociedad del consumo y sus centros
de diseño mercadológico, que ya no ideológico, si habremos de hacer caso a
Naomi Klein (No Logo).
De ahí quizá el tino de hacer de “Heroes” la canción
principal de la banda sonora, pues como decían Bowie y Eno, se puede ser héroe…
aunque sea por un día.
1 comentario:
Yo realmente disfrute la película, sobra decir que de algún modo me recordo algo de lo que fui, que viene a formar uno con lo que soy ahora, pero en fin, puedo decir además que yo tenía un ritual parecido al del tunel y de ello hay testigos, testigos de esos que te mueven el alma, testigos que siguen ahí, te mando un gran abrazo, como esos que hace mucho no te doy. Desde mi desequilibrio mental, Usagui.
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