Hace algún tiempo, cuando aún daba clases en la Facultad, sostuve una interesante y por momentos airada discusión con una colega que se pretendía a si misma feminista y defensora de las causas justas.
El motivo de esa controversia fue una editorial del semanario Desde la fe, publicado por la Arquidiócesis de México, en el que se invitaba a las mujeres a usar ropa menos "provocativa" para evitar así ser víctimas de delitos sexuales.
Mi aguerrida colega argumentaba que cada mujer era libre de vestirse como mejor le pareciera y que era bastante machista suponer que las mujeres eran violadas porque provocaban a los hombres usando minifaldas.
Aunque yo estaba de acuerdo con el punto esencial de su argumento, que es la libertad individual, me molestó su indignado y bien ensayado tono de feminista políticamente correcta. De modo que fiel a mi insana costumbre, asumí el papel de abogado del diablo y defendí lo indefendible: el hecho de que el uso de la minifalda era finalmente la aceptación de un patrón cultural que cosificaba a la mujer precisamente mediante el uso de una prenda de vestir diseñada explícitamente con el fin de exhibir, para encontrar su complemento en la admiración, o bien, en la simple fisgonería por parte de los individuos del sexo opuesto.
Desde ése momento me convertí para ella en un asqueroso cerdo machista y misógino. La verdad es que su posición era irreductible y si bien no soy misógino, sí detestó la estupidez, tanto la propia como la ajena. Y eso me impidió clarificarle mi punto.
No es que yo esté en la misma posición de los tipejos barbajanes que miran a las mujeres como objetos de placer sexual. Pero si soy de la opinión de que si vamos a acusar con el índice flamígero, habría que hacerlo con pleno conocimiento de causa y no como un acto de corrección política con el fin de cosechar aplausos fáciles.
En el tema de la violencia sexual, que es preocupante y lamentable, hay muchos factores que inciden en su causalidad y no sólo los deseos febriles mal controlados de algunos precoces simios en celo, que se excitan mirándole las piernas a las mujeres.
Detrás de esas conductas y actitudes hay un transfondo cultural, y por tanto social, al que todos hemos contribuido. Y pues ya si de reclamar y echar culpas se trata, entonces habría que pasarle la factura a la industria cultural que ensalza la voluptuosidad, el placer y la cosificación de las relaciones sexuales, por muy conservador que esto pueda parecer.
Habría que culpar a los editores y reporteros de revistas que incluyen artículos del tipo “Cómo seducirlo en 10 sencillos pasos” o “Como retardar la eyaculación y prolongar el placer”.
Habría que culpar también a la industria sexual filial de Televisa, que cada cinco minutos incluye en la barra de anuncios publicitarios del prime time, la promoción de los condones y suplementos “M-Force” para sientas más tú y ella, en un claro lavado de cerebro a la runfla de imbéciles inseguros que fincan en el sexo la continuidad de sus relaciones afectivas y su "prestigio" social.
Y ya encarrerados, pues habría que acusar a los compositores de canciones sexosas como “El listón de tu pelo” o “La vecinita tiene antojo”; a las películas de ficheras con todo y Alfonson Zayas incluido, a los editores de historietas del tipo “Sexacional de mercados” y en general al modelo estético impuesto desde los medios de comunicación.
Pero no. No los culpamos porque hacerlo sería tanto como promover la censura, impulsar el atavismo de la ultraderecha conservadora y despojar de su discurso progresista a una izquierda tan mojigata que se ha dedicado a cerrar bares y centros nocturnos, a prohibir uno de los placeres no sexuales y menos riesgosos como lo es el hábito de fumar.
El manejo de la sexualidad en esta era del vacío, como diría Lipovestki, es pésimo y su recepción en una sociedad doble moralista como la nuestra ha sido aprovechada tanto por los santurrones que violan niños en los confesionarios, como por los progresistas que golpean a sus esposas y las feministas que son posesivas, sumisas e insoportables.
Una clara muestra de ello es el nuevo castigo incluido en el Código Penal del Distrito Federal, que establece una multa de 12 mil pesos o 6 años de cárcel a quien roce con la mano o con la cadera el trasero de una mujer (el texto del Código dice técnicamente glúteo, en un claro ejemplo de mojigatería) en el sistema de transporte colectivo Metro.
Por principio ésa medida pudiera parecer absurda y desproporcionada. Pero las situaciones de acoso sexual que se viven cotidianamente en ése sistema de transporte la hacen comprensible, aunque no del todo. Digo, vivimos en México, donde la ley se ha hecho explícitamente o para ser violada -a propósito del tema- o para ser comercializada. Y a eso hay que agregarle la típica característica de la ambigüedad, que la hace objeto de múltiples interpretaciones, cada una a conveniencia de quien pretenda sacarle provecho.
Desde antes de que se publicara esa penalización ya se habían documentado casos de extorsión cometidos por bandas organizadas de mujeres coludidas con policías y ministerios públicos.
Así que con todo y que fue una medida aplaudida que sirvió para que los legisladores del Distrito Federal se construyeran una imagen progresista y comprometida con las cuestiones de género y tal, en realidad ayuda muy poco.
Dejando de lado el hecho de que el acoso y los toqueteos son en realidad el reflejo de un problema cultural relacionado con todos los factores mencionados líneas arriba, pienso que no se le ha dado el tratamiento adecuado como problema público y por tanto no se han diseñado políticas públicas viables.
A mi sólo se me ocurre preguntar: ¿no será más fácil, eficiente y seguro destinar trenes exclusivos para las mujeres durante las horas pico, en lugar de abrir la puerta a los excesos y al entorpecimiento del de por sí lento sistema judicial que primero dispara y luego verigua? ¿No podría destinar el Gobierno del Distrito Federal algunos de los espacios publicitarios de los andenes, a promover campañas de respeto a la dignidad y libertad de las mujeres de vestirse como mejor les plazca, o no vestirse si no quieren?
Y acerca del tema de la violencia sexual en general, soy un tanto pesimista. Pienso que en el corto plazo se puede hacer muy poco, sobre todo si el infantilismo del feminismo y del machismo continúan intentando polarizar a la sociedad.
Lo que sí se puede hacer es comenzar a definir políticas de Estado, esto es, proyectadas a largo plazo, que regulen los contenidos en los medios de comunicación relacionados la sexualidad, reformas reales a los programas y planes de estudio para que el tema de sexualidad sea tratado en su justa dimensión de aspecto esencial de la vida humana, y no demonizado o exaltado irreflexivamente.
Pero desde luego, eso no es redituable políticamente, no genera muchos votos y no luce tanto. Así que por el momento continuará siendo una simple aspiración.
El motivo de esa controversia fue una editorial del semanario Desde la fe, publicado por la Arquidiócesis de México, en el que se invitaba a las mujeres a usar ropa menos "provocativa" para evitar así ser víctimas de delitos sexuales.
Mi aguerrida colega argumentaba que cada mujer era libre de vestirse como mejor le pareciera y que era bastante machista suponer que las mujeres eran violadas porque provocaban a los hombres usando minifaldas.
Aunque yo estaba de acuerdo con el punto esencial de su argumento, que es la libertad individual, me molestó su indignado y bien ensayado tono de feminista políticamente correcta. De modo que fiel a mi insana costumbre, asumí el papel de abogado del diablo y defendí lo indefendible: el hecho de que el uso de la minifalda era finalmente la aceptación de un patrón cultural que cosificaba a la mujer precisamente mediante el uso de una prenda de vestir diseñada explícitamente con el fin de exhibir, para encontrar su complemento en la admiración, o bien, en la simple fisgonería por parte de los individuos del sexo opuesto.
Desde ése momento me convertí para ella en un asqueroso cerdo machista y misógino. La verdad es que su posición era irreductible y si bien no soy misógino, sí detestó la estupidez, tanto la propia como la ajena. Y eso me impidió clarificarle mi punto.
No es que yo esté en la misma posición de los tipejos barbajanes que miran a las mujeres como objetos de placer sexual. Pero si soy de la opinión de que si vamos a acusar con el índice flamígero, habría que hacerlo con pleno conocimiento de causa y no como un acto de corrección política con el fin de cosechar aplausos fáciles.
En el tema de la violencia sexual, que es preocupante y lamentable, hay muchos factores que inciden en su causalidad y no sólo los deseos febriles mal controlados de algunos precoces simios en celo, que se excitan mirándole las piernas a las mujeres.
Detrás de esas conductas y actitudes hay un transfondo cultural, y por tanto social, al que todos hemos contribuido. Y pues ya si de reclamar y echar culpas se trata, entonces habría que pasarle la factura a la industria cultural que ensalza la voluptuosidad, el placer y la cosificación de las relaciones sexuales, por muy conservador que esto pueda parecer.
Habría que culpar a los editores y reporteros de revistas que incluyen artículos del tipo “Cómo seducirlo en 10 sencillos pasos” o “Como retardar la eyaculación y prolongar el placer”.
Habría que culpar también a la industria sexual filial de Televisa, que cada cinco minutos incluye en la barra de anuncios publicitarios del prime time, la promoción de los condones y suplementos “M-Force” para sientas más tú y ella, en un claro lavado de cerebro a la runfla de imbéciles inseguros que fincan en el sexo la continuidad de sus relaciones afectivas y su "prestigio" social.
Y ya encarrerados, pues habría que acusar a los compositores de canciones sexosas como “El listón de tu pelo” o “La vecinita tiene antojo”; a las películas de ficheras con todo y Alfonson Zayas incluido, a los editores de historietas del tipo “Sexacional de mercados” y en general al modelo estético impuesto desde los medios de comunicación.
Pero no. No los culpamos porque hacerlo sería tanto como promover la censura, impulsar el atavismo de la ultraderecha conservadora y despojar de su discurso progresista a una izquierda tan mojigata que se ha dedicado a cerrar bares y centros nocturnos, a prohibir uno de los placeres no sexuales y menos riesgosos como lo es el hábito de fumar.
El manejo de la sexualidad en esta era del vacío, como diría Lipovestki, es pésimo y su recepción en una sociedad doble moralista como la nuestra ha sido aprovechada tanto por los santurrones que violan niños en los confesionarios, como por los progresistas que golpean a sus esposas y las feministas que son posesivas, sumisas e insoportables.
Una clara muestra de ello es el nuevo castigo incluido en el Código Penal del Distrito Federal, que establece una multa de 12 mil pesos o 6 años de cárcel a quien roce con la mano o con la cadera el trasero de una mujer (el texto del Código dice técnicamente glúteo, en un claro ejemplo de mojigatería) en el sistema de transporte colectivo Metro.
Por principio ésa medida pudiera parecer absurda y desproporcionada. Pero las situaciones de acoso sexual que se viven cotidianamente en ése sistema de transporte la hacen comprensible, aunque no del todo. Digo, vivimos en México, donde la ley se ha hecho explícitamente o para ser violada -a propósito del tema- o para ser comercializada. Y a eso hay que agregarle la típica característica de la ambigüedad, que la hace objeto de múltiples interpretaciones, cada una a conveniencia de quien pretenda sacarle provecho.
Desde antes de que se publicara esa penalización ya se habían documentado casos de extorsión cometidos por bandas organizadas de mujeres coludidas con policías y ministerios públicos.
Así que con todo y que fue una medida aplaudida que sirvió para que los legisladores del Distrito Federal se construyeran una imagen progresista y comprometida con las cuestiones de género y tal, en realidad ayuda muy poco.
Dejando de lado el hecho de que el acoso y los toqueteos son en realidad el reflejo de un problema cultural relacionado con todos los factores mencionados líneas arriba, pienso que no se le ha dado el tratamiento adecuado como problema público y por tanto no se han diseñado políticas públicas viables.
A mi sólo se me ocurre preguntar: ¿no será más fácil, eficiente y seguro destinar trenes exclusivos para las mujeres durante las horas pico, en lugar de abrir la puerta a los excesos y al entorpecimiento del de por sí lento sistema judicial que primero dispara y luego verigua? ¿No podría destinar el Gobierno del Distrito Federal algunos de los espacios publicitarios de los andenes, a promover campañas de respeto a la dignidad y libertad de las mujeres de vestirse como mejor les plazca, o no vestirse si no quieren?
Y acerca del tema de la violencia sexual en general, soy un tanto pesimista. Pienso que en el corto plazo se puede hacer muy poco, sobre todo si el infantilismo del feminismo y del machismo continúan intentando polarizar a la sociedad.
Lo que sí se puede hacer es comenzar a definir políticas de Estado, esto es, proyectadas a largo plazo, que regulen los contenidos en los medios de comunicación relacionados la sexualidad, reformas reales a los programas y planes de estudio para que el tema de sexualidad sea tratado en su justa dimensión de aspecto esencial de la vida humana, y no demonizado o exaltado irreflexivamente.
Pero desde luego, eso no es redituable políticamente, no genera muchos votos y no luce tanto. Así que por el momento continuará siendo una simple aspiración.
4 comentarios:
Caray Vic, justo ayer mismo en mi blog escribí algo que nos lleva a lo mismo, me gustaría que lo leyeras.
Este post tuyo me recordo una tertulia con un par de damas que también defendian lo que comentas en tus líneas, hasta parece un script que todas se saben de la misma forma, defendían la libertad de sentirse cómodas y seguras de sí mismas con la ropa que les ayudara a conseguirlo, así como el caso de las supuestas agresiones sexuales de las que son presa en los tumultos y cosas así. Toda la conversacion fue detonada por un camión de transporte publico que en sus partes exteriores iba pintado con franjas rosas y se leía "transporte exclusivo para mujeres". El problema fue que en esa parada habia dos filas de personas: una con solo 5-6 mujeres y la otra con mas de 50 hombres.
Cuando unos 9-10 minutos despues llego el camión "comunal" y por supuesto éste iba a reventar y menos de la mitad de la fila de hombres pudo subir.
Pasaron otros 9-10 min. y paso otro camion "comunal" y sucedió lo miso.
y después paso otro camion rosa con solo unas cuantas damas a bordo y se siguió de frente porque ya no habia mujeres esperando en esa parada.
En fin, me parece una medida sexista, por supuesto, cuando las legisladoras que enarbolan las comisiones de género usan autos lujoso en lugar de transporte colectivo y además de sexista también creo que es discriminatorio separar a hombres y mujeres como en los campos de concentración cuando la raíz del asunto es la carencia de un fomento educativo para la integración y respeto de géneros que va desde el seno familiar y no se hace nada que resulte esencial desde las altas esferas mas que la creación y organización de soluciones paliativas como es el caso de los camiones rosas que profundizan la brecha de géneros.
¿que hacer mi estimado Vic? ¿que se puede hacer para barrer y limpiar la casa?
POR PRIMERA VEZ EN LO QUE LLEVO LEYENDO ESTE BLOG, QUE AECES DISFRUTO Y OTRAS ECES DESCONOZCO, DEBO DECIR QUE ME GUSTO BASTANTE LO QUE LEO, ESTOY TOTALMENTE DE ACUERDO CONTIGO VIC, PERO LO QUE ME PARECE AÚN MÁS SORPRENDENTE ES QUE POR PRIMERA VEZ LEÍ UN COMENTARIO SENSATO DE EL SEÑOR LIC.CARPILAGO, AL CUAL ESPERO NO OFENDER, PERO COMO TU VIC, CON TUS BLOGS ME INVITAS AVECES A SER UN TANTO VENENOSA, SÍ NO MANIFESTABA LO ESCRITO ME MORIA, JAJAJA.
Aunque comparto totalmente contigo el hecho de que la violencia sexual va más allá de la ropa, del exhibicionísmo femenino, de las minifaldas, de la "provocación"... Y que sí, la culpa la tienen los medios, TELEVISA, Joligüd, las anorexicas, Nacho Vidal y todos los demás implicados en el "lavado sexual de la cabeza del hombre" (y bueeeno, siii, de la mujer también)Eso es cuestión de principios, de moral (y no hablo del árbol de moras!!), de todas esas cosas que ya no inculcan y que se quedaron arrumadas en el siglo XX... (Vamos camino al siglo XXX...jajaja).
En fin, un consejo, no pelees con mujeres!!!, no les discutas sus argumentos, así estén erradas!!!... SIEMPRE VAS A PERDER!. jajaja
Un abrazo, me encanta tu blog auqnue estoy super atrasada en entradas....
Paola
En bolivia existe la ley 348 a favor de las mujeres y en contra de los maridos, esta ley en el fondo busca despojar economicamente y financieramente a los maridos para el empoderamiento economico de las mujeres, es una ley cien por ciento leonina.
Publicar un comentario