10 dic 2008

Malthus y el Teletón II



Lo que voy a escribir a continuación me ganara sin duda el mote de insensible (y no precisamente socialista), promotor de la eugenesia, discriminador, darwinista social y cretino. Pero pienso que se trata de una opinión que muchas personas tienen, pero que evitan externarla por temor a salir de los márgenes de lo políticamente correcto, o por el simple qué dirán los demás.

No obstante, lo que me tranquiliza un poco es que este blog es casi anónimo y sólo dos o tres cibernautas lo visitan y lo leen. De modo que quedaré relativamente a salvo de un linchamiento virtual.

En el post anterior escribí acerca de Robert Thomas Malthus y de su teoría acerca de la corrección de los desequilibrios demográficos en relación con los medios de subsistencia.

Como sucede con todas las teorías y en general con todas las propuestas de explicación acerca de los fenómenos sociales, siempre hay promotores y defensores que terminan convirtiéndolas en ideologías, tal como sucedió con las teorías acerca de la economía y el cambio social formuladas por Marx (marxismo), o las propuestas por Comte (positivismo).

En el caso de la teoría de Malthus muy pronto surgió el maltusianismo, término con el cual se intentó aludir al conjunto de apreciaciones acerca de determinados fenómenos sociales sustentadas en el pensamiento de ése profesor inglés. Y todavía más pronto, el maltusianismo derivó en la creación de un calificativo peyorativo: maltusiano, que traducido al español común y corriente (aunque más corriente que común) sería algo así como “hijo de puta desnaturalizado e insensible proto nazi”.

Pues bien, desde una perspectiva maltusiana debo decir que estoy en contra del Teletón; ése sospechosista evento de caridad anual organizado por la televisora más grande e importante de México, culpable de la enajenación mediática y de la ridícula educación sentimental de varias generaciones de latinoamericanos y en general de hispano parlantes.

El objetivo del Teletón es recaudar fondos para la construcción de centros de rehabilitación para niños con alguna discapacidad, o “capacidad diferente”, para utilizar el terminajo que los adalides de la corrección política sugieren a fin de paliar la discriminación, como si con ello se pudiera cambiar de tajo la estructura mental de quienes tan sólo porque un hombre ayuda en la labores domesticas lo califican como “mandilón”, o porque una mujer invita a un hombre a tomar una copa la tildan de puta o “buscona”.

La intención del evento es buena. Hay que reconocerlo. Pero lo que hay detrás, es decir, la manipulación sentimental, la generación del sentimiento de culpa en los teleespectadores, la conversión del acto de caridad en oportunidad de promoción de la imagen personal y de proselitismo político, la posibilidad de deducir impuestos mediante donativos que por muy cuantiosos que puedan parecer, no rebasan el mínimo de la obligación fiscal que tendrían que cubrir muchas grandes empresas, es lo que me genera malestar.

Por supuesto que ayudar a niños con algún problema físico o mental que desde luego no eligieron padecer, es loable. Pero ¿qué tan prioritario puede ser ayudarlos si representan un porcentaje menor al 2% de la población de un país en el que más del 50% de sus habitantes están en condiciones de pobreza y más del 20% está en pobreza extrema, sobreviviendo con menos de un dólar por día? ¿por qué cientos de miles de personas acuden a hacer filas a un banco que no trabaja gratuitamente durante 48 horas continuas, para hacer un depósito, en lugar de detenerse menos de un minuto para sacar una moneda de su bolsillo y regalársela a quienes piden limosna en las calles? ¿por qué no hacer un evento de caridad para abastecer a los bancos de alimentos, o mejor aún, para financiar proyectos productivos que ayuden a determinados sectores sociales a superar la pobreza, la ignorancia y la desesperanza que padecen en forma cotidiana? O todavía más simple: ¿por qué no hacer un Teletón para ayudar a instituciones de asistencia como la Cruz Roja, cuyo personal prácticamente obra milagros diarios, al salvar la vida de cientos o quizá miles de personas más que con instrumental médico, con técnicas casi de taumaturgo debido al magro presupuesto de esa institución?

Lo reitero, no es que no considere importante ayudar a niños con discapacidades a rehabilitarse e integrarse al mundo relativamente normal, a fin de salvarse de vivir estigmatizados por el resto de sus vidas por una sociedad infame, proclive a etiquetar, descalificar y coartar oportunidades. Pero considero que existen prioridades todavía más importantes.

Por otra parte está la cuestión política de este asunto; es decir, la reafirmación de un televisora como el principal poder fáctico del país, capaz de convocar a los “representantes de la república” para refrendarle su lealtad disfrazada de donativo a una causa caritativa. Hasta el Presidente de la República, otrora figura respetada y respetable como la máxima autoridad, asiste a depositar una suma de dinero que finalmente es público, aunque sea parte de sus emolumentos por trabajar como gobernante.

Y ahí está el otro problema: presidentes municipales, gobernadores y funcionarios públicos de diferentes niveles, acuden a “mocharse” con dinero público, que se obtiene de los impuestos que el Estado cobra a los contribuyentes y hasta a los no contribuyentes, que son los niños de ocho años que al acudir a la tienda a comprar unas frituras pagan el impuesto al valor agregado, aun sin saber bien a bien qué demonios significa eso.

En suma, el Teletón es un evento que sirve para que un Estado que por principio debiera de ser soberano, le rinda pleitesía a un poder fáctico que manipula los sentimientos de la sociedad y crea la falsa percepción de ayuda y solidaridad para la autoredención personal, que es finalmente un acto de egoísmo puro.

Es un montaje a través del cual lo privado se impone a lo público y disculpa y arrebata a un Estado debilitado, como lo es el Estado mexicano, su carácter esencial como summa potestas, supremo poder, ignorando que la Constitución establece que: "Toda persona tiene derecho a : a) la protección de la salud; b) a un medio ambiente adecuado para su desarrollo y bienestar; c) a disfrutar de vivienda digna y decorosa... los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento". (Por supuesto que todas estas garantías son una completa estupidez y una aspiración guajira, si se considera el grado de gobernanza que posee el Estado, pero son estupideces con grado constitucional, y por tanto deben de respetarse, aunque sea en la letra).

Y aquí viene la parte escabrosa: en términos de costo beneficio: ¿qué tan redituable resulta ayudar a niños que una estructura de oportunidades tan discriminatoria como lo es la del ámbito económico de México, les dificulta cualquier posibilidad de desarrollo? Ellos, hay reconocerlo sin ambages, nunca podrán alcanzar los niveles de productividad que sí alcanzan las personas “normales”, de lo que se sigue preguntar: ¿por qué una empresa que basa sus oportunidades de crecimiento en la productividad de sus empleados, se interesa en ayudar a niños a los que las otras empresas que participan con donativos en el evento de caridad que la primera organiza, nunca contratarán cuando adultos?

Reitero, y no por salvar la imagen –si es que tal pudiera tener- de gente bien pensante: no digo que no hay que ayudarlos, o que no sea importante hacerlo; digo que sería interesante reflexionar un poco acerca de lo que hay detrás del Teleton y de la irreflexión (o deliberada maquinación elaborada por un genio maligno agazapado detrás de un escritorio) de quienes acuden anualmente al llamado de Televisa, desde grandes empresas, pasando por políticos oportunistas que canalizan dinero público a un patronato privado, hasta ciudadanos de a pie manipulados mediante estímulos a sus sensibles fibras de culpa, que llegan al nivel del paroxismo cuando ven a Lucero llorar con impotencia porque a pocas horas de concluir el evento no se ha recaudado la cifra fijada.

Un amigo me decía en tono socarrón y de despiadado humor negro, que él había hecho un donativo al Teletón para sentirse en libertad de llamar “mongolitos” a los niños con problemas de retraso mental. Pero ahora comienzo a pensar que eso que él dijo en broma, mucha gente lo piensa en realidad. Como yo, que me hice socio de Greenpeace, sólo para sentirme con la licencia de dejar abierta la puerta del refrigerador y usar focos de luz incandescente.

Y bueno, con todo y lo maltusiano que ahora puedo parecer, considero que esos niños que son involuntariamente objetos de promoción de la manipulación sentimental de una sociedad sumergida en sus más oscuros reconcomios de culpa, tienen todo el derecho de existir y de ser reconocidos como personas, no diferentes, ni normales; como personas simplemente. Nada más. Pero nada menos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bárbaro Dr! Ni el Teletón se salva de sus criticas amargosas. Aunque tiene toda la razón en lo que escribe.

Lo único que me salta es que no me haya dado el crédito como el "amigo" que le dijo que fue a hacer fila a Banamex para depositar la confianza de continuar discriminando.

En fin, se lo disculpo porque es mi cuate.

Supongo que nos hará el honor de acompañarnos en el brindis de fin de año. Ahora en lugar de payaso habrá trío de jazz, así que es un buen incentivo para usted.

Cuídese y ya déjese ver por el club de fans.

Mauro

LicCARPILAGO dijo...

haciendo numeros al vapor en una cuenta banamex con plazo fijo de 24 horas con tasa anualizada de 0.05% para algo mas de 400millones son aproximadamente 2315 pesos que gana en intereses por cada hora que permanece en el banco a partir de que se rebasa. Algo asi como 20 millones al año de puros intereses ganados.

y yo que hoy no le di al organillero, ni al niño payaso de crucero, ni a la viejita en la esquina porque se me olvido mi costal de morralla cuando salí de casa.

pues si, prioridades, el asunto es que ya va casi una decada de teletones... y contando.